Diario de Burgos

«Estamos disponibles todos los días, aunque no cobramos»

F. TRESPADERNE
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Retratos del Burgos olvidado (II) | No ha estudiado arte ni idiomas, pero Candelas Arija se ha puesto al día para guiar a los turistas por las calles y maravillas de Sasamón, «donde estoy muy a gusto», enfatiza

Candelas Arija Contreras, guía turística voluntaria en Sasamón. - Foto: Valdivielso

El de Candelas Arija, con la luz del atardecer y la silueta de la esbelta iglesia de Santa María la Real, es el rostro de esas mujeres del mundo rural que permanecen pegadas a la tierra y a sus raíces, capaces de adaptarse a cualquier situación, trabajadoras y sacrificadas por la familia, pero sin renunciar a desarrollarse personalmente, aunque las oportunidades en los pequeños pueblos cada vez sean menos y la situación sanitaria que estamos viviendo esté cerrado las pocas puertas que permanecían entreabiertas y trastocando sus hábitos y costumbres. 

Candelas, soltera y sin hijos, no quiere confesar su edad, nació en Villasana de Mena y ha vivido en Castrojeriz y Espinosa de los Monteros, hasta que hace ya cuarenta años decidió instalarse en Sasamón, acompañando a su padre, que se quedó viudo cuando ella tenía trece años. Aquí nació su progenitor y tiene sus raíces familiares. «Fue un cambio muy grande porque esto no tiene nada que ver con Las Merindades, pero Sasamón es un pueblo muy bonito y tenemos de todo, médico tres días a la semana, tiendas de alimentación y actividades», asegura, aunque sigue añorando los paseos que hacía por los paisajes verdes y las montañas del norte, «porque soy más de monte y Espinosa es mi pueblo, tengo muy buenos recuerdos».

Durante toda su vida ha sido «ama de casa activa, con algún trabajo esporádico, y he cuidado de mi padre hasta que falleció», recuerda esta una amante de la rica historia de Sasamón, afición que laLa irrupción de turista llevó hace doce años a formar parte de un grupo de guías turísticos que llegó a estar integrado por ocho vecinos, todos ellos jubilados, pero que poco a poco ha ido mermando hasta quedarse reducido a dos o tres, dependiendo la época del año. «Durante algunos meses he estado sola hasta que entró Fernando y ahora nos alternamos una semana cada uno», señala contemplando el pórtico de la iglesia, un templo que conoce como la palma de su mano, «aunque me he tenido que poner al día porque no conocía nada, no he estudiado arte ni nada... soy autodidacta».

De lunes a domingo, en horario de mañana y tarde, Candelas está disponible para explicar al que se quiera acercar la historia de este templo, uno de los más grandes de la provincia, por el que un año ‘normal’ pasan cerca de cuatro mil personas, y mostrar todos sus tesoros. «Cuento toda la historia, desde que se construyó el templo hasta como se quemó, sus obras de arte, y también los orígenes de Sasamón, como llegaron los romanos y todo lo que hicieron», señala esta guía voluntaria que también muestra otros lugares emblemáticos del pueblo como la ermita del Humilladero o el Arco de SanMiguel, «y si quieren subir a la casa-museo de Salaguti también les acompañamos».

La rutina cotidiana de Sasamón, de forma esporádica, se ve alterada por la irrupción de grupos de turistas interesados en conocer uno de los asentamientos romanos más importantes de la provincia y que todavía guarda importantes vestigios de esa época dorada de su historia. «Vienen alemanes, franceses, ingleses y de todo el país», apunta Candelas, quien sin saber idiomas se comunica con los extranjeros por señas, «incluso a la hora de que paguen la entrada, cobramos 1,50 euros para la iglesia, porque algunos se hacen los tontillos», manifiesta.

Este año, a pesar de la situación sanitaria, reconoce que «no está siendo malo, en verano hemos tenido excursiones, pero ha venido mucha gente, familias y grupos pequeños porque había ganas de salir y aquí tenemos las puertas abiertas todos los días del año. Estamos disponibles todos los días, aunque seamos voluntarios y no cobramos», matiza tras atender durante unos minutos una llamada telefónica para concertar una próxima visita, ya que también se encarga de gestionarlas y de ofrecer al turista un abanico de posibilidades para «echar todo el día en Sasamón, donde lo único que nos falta es un restaurante porque muchos nos preguntan si pueden comer aquí».

Además de participar en este grupo de guías turísticos, pionero en la provincia y que se ha trasladado a otras localidades, Candelas también pertenece a la Asociación de Amas de Casa Santa Teresa de Jesús, es la secretaria, y acudía, hasta que la pandemia obligó a clausurar todas las actividades, a clases de Educación de Adultos y de gimnasia, así como al programa de envejecimiento activo que desarrolla la Cruz Roja de Melgar en la villa. «Ahora solo podemos salir a pasear y charlar manteniendo las distancias», lamenta al recordar las cuatro o cinco excursiones que otros años ha realizado con las asociaciones de amas de casa y de la tercera edad o su participación en la recreación histórica del pasado romano de ‘Segisama Julia’. «Me disfrazo de romana, como casi todo el pueblo, y colaboro en alguna de las actividades de ese día», apunta mientras pasea por una de las calles de esta vieja ciudad romana en la que se pueden contemplar elementos de arquitectura medieval y renacentista.

La historia se respira en cada rincón de este pueblo que como otros muchos «está vacío, los pueblos se mueren si seguimos así», manifiesta Candelas, poco optimista en cuanto a la llegada de nuevos vecinos, «aunque ahora nos están instalando la banda ancha y puede llegar alguna empresa, pero es difícil que lleguen nuevas familias, aunque este año por la covid se han quedado a vivir algunas que solo venían en verano y también ha venido una de Argentina», matiza, a vez que insiste en que los pueblos necesitan niños «porque dan alegría a las calles y para que la escuela siga abierta». 

Como buena guía, Candelas ‘vende’ sin parar y con pasión los muchos encantos y cosas buenas que tiene Sasamón, un lugar en el que asegura se encuentra «muy a gusto» porque tiene todo lo que necesita para seguir disfrutando de la vida, «aunque ahora solo podemos salir a tomar el aire, cada una por un arcén de la carretera» y las calles estén desiertas, no solo por la pandemia, una circunstancia a la que Candelas ya se ha acostumbrado, aunque no pierde la esperanza y confía en que un día cambie y Sasamón recupere la fortaleza que tuvo.