Diario de Burgos

Un fin de año más verdes que nunca

H.J.
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El sector del taxi afronta diciembre, habitualmente el mes de más trabajo de todo el año, sin los ingresos del ocio nocturno ni del turismo y con una reducción autoimpuesta de su horario

Un grupo de chóferes, con el presidente de Abutaxi en primer plano, posan en la parada de la calle Madrid ante una fila de vehículos esperando clientes. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Resulta insólito. Seis taxis aparcados, esperando durante más de 10 minutos en la parada de la calle Madrid, probablemente la más demandada de la ciudad junto con la del Hospital Universitario. Ni un solo viaje en una mañana de viernes, el día por antonomasia de las últimas compras antes del descanso laboral, el de la llegada desde los pueblos de quien viene a hacer recados, el de los visitantes de fin de semana que salían de la estación de autobuses.
Ahora nada. O casi nada. Un tímido goteo de clientes que llegan, piden un servicio y se montan enmascarillados como sus chóferes, que pese a todo no pierden la sonrisa y charlan animadamente entre colegas de profesión. El sector del taxi es otro de los golpeados de la crisis y este mes de diciembre afronta el peor fin de año que se recuerda, porque va a estar muchísimo más tiempo del que desearía con la luz verde de ‘libres’ encendida.

Los taxistas tenían en el mes que está a punto de comenzar su punto más álgido de cada ejercicio. «Últimamente el movimiento empezaba a finales de noviembre», explica el presidente de Abutaxi, José María Alegre. «Las cenas de empresa, las reuniones de amigos, los bares de copitas, el ocio nocturno... todo nos generaba muchísimo trabajo y ahora se ha desplomado».

A los temores propios de la pandemia se sumaron los confinamientos perimetrales, luego el toque de queda y después el cierre de la hostelería. Resultado: ni clientela local ni foránea, que también contribuía al movimiento con los trayectos a Las Huelgas, San Pedro de Cardeña o las estaciones de tren y autobús. Los taxistas ya tienen asumido que más bien estarán con la luz roja al menos hasta principios del próximo año.

Álvaro y Héctor son dos taxistas jóvenes con cinco y ocho años respectivamente de experiencia. Entraron en el sector por tradición familiar o en busca de unos horarios más flexibles que en los trabajos convencionales por cuenta ajena. Sabían a lo que se exponían y vivieron los tiempos de bonanza hasta que llegó marzo y el consiguiente crack. Los dos charlan a un paso de la plaza de Vega, haciendo tiempo junto a Pedro, con dos décadas a sus espaldas. Vivió la anterior crisis «pero esta es mucho más gorda», asegura sin atisbo de dudas.

Al rato llega Ángel María, que solo lleva desde 2017 al volante: «Los dos primeros años fueron muy bien pero ahora ha caído muchísimo, los nuevos nos enfrentamos a una situación delicada. Los costes de las licencias no son baratos precisamente y hay que meterse en una inversión considerable», relata mientras saca una bebida caliente del bar más cercano para sobrellevar la humedad y el frío del tardotoño burgalés.

«La hecatombe». El presidente de Abutaxi aporta números a la situación tan delicada que vive el sector: «Antes de la pandemia durante las noches del viernes y el sábado podíamos llegar a los 400 servicios y ahora mismo con el toque de queda y el cierre del ocio nocturno entre los dos días no llegamos ni a 130. Eso es una caída de más del 75% en la facturación», explica. Las mañanas aún se salvan «por los desplazamientos al hospital, consultas en los ambulatorios, los colegios, traslados para hacer PCR, y así rondamos una caída del 30 o 40%. A partir de las 3 de la tarde la caída supera el 50% y el fin de semana ya es la hecatombre», dice José María Alegre.

A partir del puente de diciembre el trabajo solía ser tan intenso que la asociación mayoritaria del taxi burgalés había solicitado poder trabajar libremente los más de 180 vehículos que componen la flota y no solo los 130 que habitualmente están autorizados para las noches de los fines de semana. Ahora, ante este panorama, el Ayuntamiento les acaba de aprobar una reducción de horario para que en lugar de 4 días trabajen únicamente 3 de lunes a viernes y solo uno de cada tres fines de semana. «Es una regulación que al menos nos permite hacer facturación, porque la situación es complicada», explican.

Este iba a ser un buen año para el sector, con 14 nuevas licencias que a su vez permitirían agilizar jubilaciones, y sin embargo está siendo el de los sobresaltos. «Durante el primer estado de alarma fuimos un sector público que estuvimos las 24 horas trabajando, nuestro personal no falló en ningún momento, siempre hubo alguien al otro lado del teléfono y un taxi para desplazarse», defiende Alegre.

Por eso reclaman que no se les deje a un lado cuando se ponen en marcha ayudas al comercio o la hostelería: «Que el Ayuntamiento no se olvide de que nosotros también somos autónomos y nuestro futuro depende de la marcha de esta pandemia».