Diario de Burgos

"En las Cortes daba un discurso y no se enteraba ni Dios"

H.J.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Carlos Rad es uno de esos hombres y esta es (parte) de su historia

Carlos Rad, en la pequeña huerta situada en un lateral de la Escuela Politécnica del campus de La Milanera donde experimenta con suelos y plantas. - Foto: Jesús J. Matías

*Este artículo se publicó el 9 de marzo de 2020 en la edición impresa de Diario de Burgos. 

Pasan los años y ya no es el joven que izó la bandera comunera en el hemiciclo de las Cortes de Castilla y León ni el profesor asociado de la UBU que mientras hacía miles de kilómetros de ida y vuelta a Valladolid peleaba por engrosar su currículum investigador hasta lograr la soñada plaza de titular, pero mantiene Juan Carlos Rad Moradillo esa estética becqueriana tan característica suya. Ese pelo largo y rizado, esa perilla y ese bigote, aunque estos últimos ya plateados por las nieves del tiempo, como cantaba Gardel.

Rad es un hombre vivaracho y de verbo rápido, urbanita hasta la médula que paradójicamente se dedica a estudiar las plantas, uno de los últimos comuneros vivos que conserva un poso ideológico convencido y tenaz aunque esté desencantado de los errores pasados y no muy convencido de las posibilidades futuras de un partido muchas veces reinventado en el que todavía milita pagando religiosamente su cuota.

Burgalés del Barrio de San Pedro (1962), pronto se mudó a Juan XXIII y después a la calle Bartolomé Ordóñez, frente a la Barriada Militar. Sus padres regentaban la Pescadería Isi, en Fuentecillas, y a él le tocó limpiar muchas veces las delicias del mar aunque ni él ni ninguna de sus dos hermanas, ambas médicas, siguieran con el negocio familiar. "Tener una tienda de barrio te aporta una vivencia muy especial", confiesa, pero admite que a él lo que le "apasionaba" de verdad era la bioquímica.

No pudo estudiar fuera de Burgos, pero el antiguo CUA, luego CUI, le brindó la oportunidad de aprender química y calmar así su gusanillo innato por la investigación. Habría preferido seguir por el camino de las enzimas y el infinito mundo del ADN, pero a cambio se metió en el estudio de suelos y ahí sigue, como profesor del departamento de Edafología y Química Agrícola, experimentando con plantas capaces de ‘curar’ la contaminación, con la agricultura ecológica, consistente en "restituir al suelo lo que de él se ha ido extrayendo" o con las aplicaciones prácticas del compostaje.

De ahí que pose feliz en el invernadero situado en un lateral de la Politécnica de La Milanera entre tiestos rotulados con nombres en latín y viñedos experimentales y que hable con verdadera pasión de su tarea cotidiana, bromeando sin olvidarse de ser crítico con la doble escala profesional que está abriendo una brecha en todas las universidades, y desde la autoridad que le otorga el hecho de estar en la Universidad de Burgos desde 1997 y de pertenecer desde hace años al grupo de los ‘privilegiados’ que lograron superar una oposición.

Afirma rotundo: "Aquí hay funcionarios por un lado y precarios por otro. Es imposible que los profesores asociados estén ilusionados con un sueldo miserable, cobrando un dinerillo por dar unas clases, tras la perversión generalizada de una figura que debiera desaparecer o retornar a sus orígenes, porque no puede ser una forma fácil de tener cubierta la docencia".

Casado y con tres hijos, vecino actualmente de la plaza del Rey y parroquiano habitual de los bares de la zona, en los que le gusta alternar y charlar con los paisanos, ninguno de sus vástagos está siguiendo su camino de bioquímico vocacional, pero es algo que no le preocupa. "Mejor que cada uno elija su futuro, que se equivoque por sí mismo o no, porque eso forma parte del aprendizaje de la vida mientras no hablemos de errores fatales, claro…".

Aquel histórico 1999. Sus alumnos y compañeros lo ven como el profesor universitario que sigue siendo, pero en la sociedad burgalesa se recuerda sobre todo su paso por la política activa en un periodo de cambios y efervescencia que sigue siendo histórico. Carlos Rad fue una figura fundamental de la Tierra Comunera que triunfó en las elecciones municipales y autonómicas de 1999.

Entraron en el Ayuntamiento de Burgos, en la Diputación y hasta en las Cortes regionales en un tiempo en el que el bipartidismo arrasaba con todo y lo lograron "básicamente por la quiebra del Partido Popular", cree el exprocurador en el parlamento de la Comunidad. "Nadie en el partido pensábamos que íbamos a tener ese resultado", confiesa más de veinte años después de ese fenómeno efímero que solo duró hasta 2003, cuando igual que habían llegado se fueron de repente tras un notable fiasco electoral.

Hubo errores estratégicos claves como la ruptura del tripartito con PSOE e IU en el Ayuntamiento de Burgos y todos lo saben, pero más allá de ese hecho puntual, ¿por qué no pudo consolidarse una opción política que había ilusionado a tanta gente con la base del castellanismo? "No se hizo un relevo que yo reclamé, tras el mal resultado teníamos que habernos marchado los veteranos. Pero además en esta tierra no existe un sentimiento de pertenencia a un pueblo diferenciado. Aquí la gente básicamente es española".

Y lo dice quien se define abiertamente como "nacionalista", sin miedo ninguno a un término demonizado en los últimos tiempos por las tensiones derivadas del conflicto entre las fuerzas centralistas y los separatistas (sobre todo catalanas) que llevan años copando la agenda territorial.

"El nuestro era un partido castellanista desde la izquierda. Buscábamos un espíritu a un pueblo. En el fondo era algo casi heroico, proclamar autogobierno y dignidad, aunque esto último es por ejemplo lo que están defendiendo ahora el movimiento de Jóvenes de Castilla y León en Madrid", subraya con satisfacción por que alguien sea capaz de tomar al menos en parte ese relevo reivindicativo.

Cuando recuerda su etapa política deja entrever nostalgia, pero también una buena dosis de frustración. "De aquello me queda un recuerdo agridulce. Siento que en las Cortes no pintaba nada, que era un decorado. Me preguntaba qué había hecho yo en cuatro años. Daba un discurso y allí no se enteraba ni Dios. Fueron años duros, también en lo personal por la dificultad de conciliar familia y trabajo porque estaba optando a la plaza de titular. Muchas noches, aunque acabase tarde, prefería volver a dormir a Burgos unas horas para ver a la mujer y a mis hijos que eran pequeños, porque cuando me quedaba en Valladolid allí solo era imposible desconectar", relata mientras le sale también la pena por lo que pudo ser y no fue.

Tras el batacazo de 2003 (por cierto, pronostica algo parecido para Ciudadanos de aquí en adelante "por no haber cumplido las expectativas de un partido verdaderamente centrado"), la Tierra Comunera-Partido Nacionalista Castellano se convirtió en el PRCAL (Partido Regionalista de Castilla y León) y actualmente PCAS (Partido Castellanista).

Dejó por el camino el término "nacionalista" pero Rad tiene muy claro que él quiere "una nación propia para Castilla", entendida en sentido amplio como una unión de las mesetas norte y sur dentro de un Estado federal español en el que el interior tenga su peso específico frente a la periferia. Y ojo, incluyendo a Madrid.

"Igual que Barcelona no es enemiga de Cataluña sino que mantiene a Cataluña, Madrid debe ser una oportunidad y no un riesgo para el resto de Castilla, que sea su sustento económico, su centro pero no el lugar al que deba irse todo el mundo ni el único polo centralizador", con una articulación territorial que acabase con las diputaciones. En su lugar, la imagina basada en las comarcas para la prestación de servicios y en la búsqueda de actividades económicas que logren fijar la población, con la vista puesta en el ejemplo cercano del País Vasco. Casi nada.

El leonesismo. A él, como castellanista convencido, no le da ninguna envidia el resurgimiento del nacionalismo en León. "No me gusta, la política leonesa siempre ha sido muy turbia, no en vano a alguien la liquidaron pegándole dos tiros en un puente", recuerda en una dura referencia al asesinato en 2014 de la entonces presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco.

"León tiene razón en que se ha visto quebrado su horizonte vital con la situación de la minería. No se quiso ver que aquello se acababa y ahora es más fácil encontrar el culpable fuera en lugar de hacer autocrítica, porque sus oportunidades de desarrollo serán las mismas o peores si se separan de Castilla", defiende.

Pese al fracaso de Ciudadanos, cuyas consecuencias todavía están por ver, Rad no cree que la políticas española vuelva a los bloques clásicos del bipartidismo. Más bien vaticina un escenario en el que "la extrema derecha se va a explicitar", acompañado del centro derecha que representa el Partido Popular, de un centro izquierda del PSOE al que le augura un peor futuro (a la vista de lo que ha ocurrido con los socialistas en países cercanos) y una izquierda que seguiría con su tendencia "más sociológica que ideológica".

¿Y Burgos? ¿Cómo ve a la ciudad donde ha pasado toda su vida? "Pues con pena. Podía ser mucho más de lo que es y le falta en muchos casos ambición. Lo de la Ordenanza de Movilidad es el ejemplo de muchas cosas".

Se refiere el profesor a que en lugar de plantear un cambio del verdadero modelo de desplazamientos en el ámbito urbano, a su juicio se ha ido a una alternativa sancionadora ante la que se confiesa "aterrado". Asegura sentir verdadero temor de que su mujer o sus hijos circulen con la bicicleta por la calzada y sostiene que se ofrece a pagarles la multa si algún Policía Local les pilla en las aceras, con tal de no jugársela entre un tráfico al que todavía no se ha pacificado con las medidas prometidas pero aún no ejecutadas.

"Y otro ejemplo tremendo es lo que han hecho en La Quinta. La han asfaltado sin ninguna necesidad. Estos dirigentes no nos merecen", resume para ahondar en su resignación que linda directamente con el pesimismo, aunque en cuanto para de hablar de política vuelve a ser el hombre bromista, sonriente y enérgico que recorre a toda pastilla los pasillos de la Escuela Politécnica dejando sin aliento a sus acompañantes. "¡Esto es cardiosaludable!", se justifica.