Diario de Burgos

«Antes no cabía la gente en los autobuses»

G. ARCE
-

No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Javier de Miguel es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Hoy conduce y cuenta su vida Javier de Miguel - Foto: Alberto Rodrigo

El viernes 20 cumplirá 87 años y no para quieto. Mantiene fresca una extraordinaria memoria plagada de nombres, apellidos y anécdotas y -lo más importante- un sentido del humor y una afabilidad que le han abierto muchas puertas y le han ganado no pocas amistades a lo largo de su dilatada vida. Todo comenzó en Quintana del Puente, pueblo palentino de ilustres burgaleses como los hermanos Antolín (Avelino y José), aunque allí estuvo poco tiempo porque a los 3 años la familia hizo las maletas con destino a Burgos por imperativos laborales.

Su abuelo Eliodoro fundó en el año 1923 la Empresa Moreno, nombre comercial bien visible en  el rótulo que presidía el frontal del autobús que empezó a cubrir la línea regular de viajeros entre Cobos de Cerrato y Quintana del Puente, la primera de las muchas rutas que gestionó la familia en la provincia vecina. Seis años después, su hijo, Teodoro de Miguel, padre de nuestro protagonista (primogénito a su vez de cinco hermanos), expande la compañía de viajes y empieza a mover pasaje y enseres entre Burgos y Miranda de Ebro, y entre Villahoz, Santa María del Campo y el resto de la comarca. La Guerra Civil detiene el tráfico de pasajeros hasta el 38, cuando se recupera la actividad y Empresa Moreno se hace con la línea Burgos-Palencia, que luego ampliaría a Valladolid.

«Entonces solo tenían coche particular los médicos, todo el mundo se desplazaba en autobús con sus maletas, sus mercancías, cerdos, gallinas, muebles... No cabía la gente en las rutas porque Castilla entonces no estaba despoblada. Luego vinieron los tractores y las cosechadoras y empezó a sobrar gente. La emigración en los 60 al País Vasco y Cataluña, y también a Alemania, Suiza, Francia y Bélgica, terminó con los viajeros...». 

Javier de Miguel, que asoma por la ventanilla del conductor, en una excursión del Diario en 1959 al Escorial.Javier de Miguel, que asoma por la ventanilla del conductor, en una excursión del Diario en 1959 al Escorial.

En el 52, recuerda perfectamente, las rutas en la provincia se las repartían 19 empresas de autobuses. Todas eran familiares y muy conocidas: los Mauro Torres, los Marcos, los Soto y Alonso, La Estrella, Uriarte, Gonzalo, Arribas, La Serrana, Úzquiza, Celestino de la Torre, Mínguez, José Luis Ruiz, Gil, Espino de la Cal, Barredo, Pachín, Patricio Meave y Navarro, además de la Empresa Moreno. Había trabajo para todos, y mucho.   

Los autobuses traen a un Javier de Miguel niño a Burgos. Aquí aprende sus primeras letras en el colegio Saldaña y en el del Centro, ubicado en la calle Santander.

Mención aparte y muchos minutos de recuerdos merecen sus años de correrías infantiles por la calle Sanz Pastor, compartidas por ilustres contemporáneos como el futuro alcalde José María Peña San Martín, «que vivía en el 6, encima de la Citroën». En el 6 también habitaba la familia García Rámila, «que nunca jugaban», y en el 8 vivía Francisco Alonso, del comercio Los Chicos de la Plaza Mayor, y Marcelo Fernández Martínez, hijo de militar.En el 10, Jero, campeón de España de los 100 metros en su etapa de estudiante; en el 12, nuestro protagonista y la familia Villa, de la Banca Villa; en el 13 estaba el garaje de Recauchutados Marín y en el 14 vivía el doctor Vara con su mujer alemana, su hijo (que estudió medicina) «y un perro salchicha...». Encima de ellos, los hermanos López Bravo... 

El relato pormenorizado de portales, pisos y nombres no termina ahí. La calle, que arrancaba en el monasterio de las Siervas de Jesús, estuvo habitada por carniceros, farmacéuticas, funcionarios de prisiones, profesores, aviadores, ingenieros aeronáuticos y de caminos, luchadores y gimnastas... «A todos nos gustaba el fútbol y en donde hoy está la gasolinera había una pista donde jugábamos al marro...».

Javier de Miguel continuó estudios en los Maristas, desde los 9 hasta los 16 años. Allí compartió pupitre con el periodista Luis Ángel de la Viuda y con el farmacéutico y presidente preautonómico Juan Manuel Reol Tejada, entre muchos otros que detalla pormenorizadamente con nombres y apellidos y alguna que otra anécdota de condimento. 

Pasó la reválida y empezó los estudios de perito industrial. En el año 52, con 19 años, deja los libros para hacerse cargo de la empresa familiar en Palencia, pues él era el nieto, el hijo y el sobrino mayor de los Moreno y le tocaba tal responsabilidad. «Hacía de todo, gestionaba los 16 autobuses que teníamos entonces, la venta de billetes, las mercancías que se llevaban en la grandes bacas del techo...». También se encargaba de contratar a los conductores, «a los que llevaba a la pasarela de Villalobón para someterles a la prueba de fuego de arranque en rampa...». «Yo ni tenía el carné especial del autobús y sin mancharme las manos -casi a oído- aprendí bien la mecánica de sus motores, porque se rompían a diario por unas carreteras infernales llenas de baches».

Tuvo tres autobuses para excursiones, el más grande contratado por los norteamericanos en exclusiva para transportar a los primeros trabajadores del campo petrolífero de Ayoluengo y un Chevrolet más pequeño para ir a la playa a Santander los veranos. También trasladaron a las primeras plantillas de la fábricas del incipiente Polo Industrial y gestionaron la primera ruta de colegios en 1967, con destino y salida de la escuela de Cardeñadijo. 

Anécdotas hay miles de aquellos primeros años, como la del ‘Pegasín de Palencia’. Así le llamaban cariñosamente en Barcelona, donde un joven Javier de 26 años acudió a buscar el nuevo Pegaso Monotral llamado a ser la joya de la compañía familiar. La recogida del vehículo se convirtió en una oferta de trabajo durante 5 meses en una agencia de viajes. Recorrió toda Europa con el Pegaso: Italia, Austria, Alemania... Estuvo a punto de quedarse en la capital catalana, pero en Burgos le esperaba Maite, con quien se casaría un año después.

Además del transporte de viajeros, la familia regentaba Suministros Ilaga, negocio que vendía en Palencia tractores, maquinaria agrícola y de obras públicas de la marca Volvo y ordeñadoras. En el 61, los suecos les invitaron a visitar la central y la familia decidió que era una buena oportunidad para que viajara el mayor de la tercera generación. «Cogí el tren en Barcelona con cuatro catalanes y nos presentamos en Gotemburgo».

PPO. Su vida da un giro de volante en el año 66, cuando el Ministerio de Trabajo crea el PPO, siglas del Programa de Promoción Profesional Obrera. En este organismo especializado en la formación profesional estaba como jefe de la división de servicios un compañero de los Maristas, Jesús Arasti Páramo, quien le avisó de que necesitaban monitores de mecánica de camiones y autobuses. «Entramos tres compañeros de los Maristas, Miguel Ángel Cameno y Jesús Ayala, del Hotel Moderno, y yo. Estuvimos tres meses formándonos en Madrid para hablar en público».

Impartió clases en el PPO con Tomás Segura, mecánico de Ignacio Palacios, y Julio Alzaga, propietarios de carbonerías. «Me aprendí de memoria el Manual de Automóviles Arias-Paz y dimos cursos en Espinosa de los Monteros (el primero), en Miranda y en Belorado. También enseñamos a los cobradores de los autobuses urbanos (que necesitaban el carné de conducir porque dejaban de ejercer esa función) y luego vinieron los guardias municipales y después los policías de tráfico...».

Dadas sus artes como docente, le vuelven a llamar a Madrid para editar un cuaderno didáctico que recoja todas las enseñanzas que impartía, desde el código de la circulación a cómo cambiar una rueda o llenar de aceite el motor, manual que «aún se emplea...».

En Madrid se le abre una nueva puerta a Barcelona, donde la Empresa Municipal de Autobuses y Tranvías, con 3.000 trabajadores, necesita formadores para reconvertir a los conductores de tranvías y a los cobradores en chóferes. «Tuve que seleccionar a 20 chóferes para que enseñaran al resto de la plantilla y, de hecho, me ofrecieron dirigir el proyecto y quedarme en Barcelona. Les di las gracias, cogí mi Seat 124 y hasta Burgos...».

En ese trajín estaba cuando surgió lo de la Mutua Fraternidad. En el 66, el gobierno franquista (con el ministro de Trabajo Jesús Romero Gorría a la cabeza) elimina las compañías generales de seguros para tramitar accidentes de trabajo y traslada esta actividad a las mutuas. «Yo me quedé con la Fraternidad de Burgos en el 64, aunque realmente la gestionaba mi mujer. Entonces era la mutua colaboradora número 17 de la Seguridad Social y llevaba el control de las medicinas y los actos médicos. Con el cambio del 66 me ofrecieron llevar la Fraternidad en el norte de España, en lo que entonces conocíamos como la sexta Región Militar».

En julio del 69 pasa de ser agente a comisión de la Fraternidad a director regional de la mutua en el norte de España, «lo recuerdo porque mi nombramiento coincidió con la llegada del hombre a la Luna, que viví en Toledo». Fue el primer inspector de la Mutua e integró su junta directiva. Entre medias le dio tiempo para estudiar graduado social, para entenderse mejor con los jefes de recursos humanos de las grandes empresas para las que trabajaba. En los últimos 12 años -hasta cumplir los 65- fue subdirector general de la compañía, con mando en 28 provincias, «desde Baleares a Extremadura y de Madrid para arriba. Conocía todas las empresas de ese territorio».

Le tentaron con ubicarse en Madrid y también en San Sebastián, oferta a la que no hizo ascos, «pero me eché para atrás tras la famosa final del Athletic, cuando los aficionados vascos nos tiraron ‘rubias’ (pesetas) y trozos de pan a su paso por Gamonal. Dije en Madrid que se olvidaran del País Vasco. Además, muchos empresarios vascos siempre me ponían en duda el hecho de que uno de Burgos mandase tanto... Yo les decía el capitán general también estaba en Burgos...». 
La jubilación a los 65 años no significó el fin de su actividad laboral. Continúo presidiendo la Comisión de Prestaciones Especiales de la Mutua (responsabilidad que dejó en diciembre de 2014) y entró a formar parte de la Cámara de Comercio e Industria en el 98, justo cuando asume la presidencia Antonio Méndez Pozo. En la entidad cameral ocupa el cargo de tesorero y en su condición de liberado -bromea- participa y ayuda en todos los proyectos que van surgiendo, y que no son pocos. El último, el VIIICentenario de la Catedral, que protagoniza varias llamadas en el transcurso de la entrevista.

En todos estos años narrados los autobuses han seguido surcando las carreteras. El 1 enero de 1983, la Empresa Moreno  pasa a llamarse Autocares Javier de Miguel Moreno. La gestión está hoy en manos de su hijo Javier, hermano de Marta (ya fallecida) y Carolina, sus tres hijos. Javier de Miguel es un hombre satisfecho, feliz con lo vivido, aunque lamenta que el transporte de viajeros, aquella actividad que comenzó su abuelo Eliodoro, viva hoy malos momentos con la pandemia.