Diario de Burgos

«Los conductores nos acosan; el otro día recibí 2 puñetazos»

I.E.
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Oliver Maestro, trabajador de Glovo, estalla tras la agresión que sufrió el día 5 en la calle Eloy García de Quevedo

Oliver Maestro posa en el paso de cebra donde fue agredido. - Foto: Luis López Araico

Los repartidores de Glovo y otras plataformas de la misma naturaleza efectúan su trabajo con discreción, de manera callada, a pesar de que en su día a día se enfrentan a situaciones que les ponen en el disparadero. Una de ellas la vivió Oliver Maestro, un autónomo que ejerce su labor en bicicleta y que el pasado 5 de julio fue víctima de una cruel agresión cuando acudía a entregar un pedido. Cruzaba por un paso de cebra de la calle Eloy García de Quevedo cuando desde un  coche escuchó que le gritaban «subnormal», tal como queda plasmado en la denuncia ante la Policía Nacional. Su reacción fue situarse en paralelo al coche del que provenía el insulto, con el fin de pedir explicaciones al conductor. Éste se apeó del vehículo mientras le llamaba «gilipollas», al tiempo que se abalanzó sobre el trabajador de Glovo para pegarle «dos puñetazos en la cara y un golpe en la garganta». Para defenderse, agarró a su oponente y cayeron al suelo.

Los transeúntes se percataron de lo que sucedía y una joven que pasaba por el lugar -cerca del parque lineal del Vena- telefoneó a la Policía, de lo cual se dio cuenta la acompañante del agresor, que instó a éste a subirse de nuevo para marcharse de allí. «Se fugaron y solo me dio tiempo a fijarme en el modelo del coche y en las características físicas del que me pegó; un joven de unos 28 años, de 1,85 metros y con una chaqueta de camuflaje», señala la víctima.

Lo que intenta Oliver con esta denuncia pública de la agresión que sufrió en sus carnes es «hacer ver a la gente que los trabajadores de Glovo son unos currantes» que necesitan moverse, «muchas veces con rapidez», para llegar a tiempo a la entrega de los pedidos. De ahí que exija el «respeto» de la ciudadanía y en concreto de «muchos conductores» que utilizan sus coches para amedrentales. «Si yo voy por la calzada, cumpliendo con las normas, no tiene por qué pitarme una furgoneta ni invadir el carril por el que voy», explica.

Reconoce, asimismo, que hay algunos compañeros que les dan mala fama, pues él mismo ha comprobado cómo un repartidor de Glovo en motocicleta «circulaba por la calle de la Paloma» sin bajarse del vehículo. «Pero porque algunos lo hagan mal no vamos todos a pagar el pato», se lamenta.

Sobre su caso en particular, admite que solo sufrió unas magulladuras, pero lo que le interesa es que este tipo de acciones «no queden impunes», porque de esa manera muchos conductores «seguirán faltando al respeto» a quienes «están ganándose la vida».