Diario de Burgos

Adiós solidario a Vasile Chis, algo más que un vecino

I.M.L.
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Este rumano de 51 años se ganó el cariño de los terradillanos por tener siempre dos manos listas para trabajar y un gran corazón para agradecer lo que llegó a vivir en esta pequeña localidad, que ahora se ha volcado en despedirle con todo el cariño

Viorica, la mujer de Vasile, va a seguir viviendo en Terradillos y sus vecinos aseguran que nunca se va a sentir sola porque estarán pendientes de ella. - Foto: Valdivielso

Lo que en una ciudad quedaría en una esquela solitaria en un portal y un funeral al que acuden los más cercanos para acompañar a la familia, en una pequeña localidad como Terradillos de Esgueva se ha convertido en un ejemplo más del sentimiento de vecindad que se multiplica cuantos menos habitantes haya. En este municipio ribereño son 60 y la huella que Vasile Chis ha dejado en ellos va a ser difícil de borrar. 

Este rumano fallecía el 6 de octubre con 51 años y su repentina muerte ha provocado una onda expansiva de solidaridad que no es sino la respuesta de agradecimiento de toda una localidad. Vasile y su mujer, Viorica, llegaron hace 12 años en busca de una vida mejor. "Estaba trabajando en malas condiciones en Villatuelda y me le traje aquí para contratarle por el Ayuntamiento", recuerda Eloísa Muñoz, que por aquel entonces ya llevaba muchos años de alcaldesa y que, con el paso de los años, se ha convertido casi en parte de la familia de Vasile. "Me llamaba ‘maica’, que en rumano significa madre", apunta sin ocultar un tímido orgullo, con Viorica sentada a su lado asintiendo con la cabeza. No en vano, en esos primeros meses en Terradillos fue Eloísa la que les ayudó a encontrar una casa para alquilar, a solucionar algunos papeles y hasta a escolarizar en Roa a su hijo.

Desde que Vasile empezó a ser un terradillano más, su empleo temporal como ‘chico para todo’ en el Ayuntamiento, contratado con las ayudas al empleo que saca todos los años la Diputación de Burgos, era su principal ocupación, que completaba con algunos trabajos que realizaba a los vecinos que se lo pidiesen, aunque no siempre les cobrase. "Me ha contado mi padre que siempre estaba dispuesto a ayudar, que cuando le preguntaba qué le daba por lo que hubiese hecho él siempre respondía ‘un beso’, me pareció muy bonito", comenta Casilda Lázaro.

Para quien ostenta ahora el cargo de alcaldesa, Montse Monje, Vasile era alguien imprescindible para mantener la calidad de vida en el pueblo. "No había que mandarle trabajar, él mismo sabía lo que tenía que hacer y cuándo, creo que no somos aún conscientes de su pérdida, le vamos a echar de menos cuando veamos crecer las hierbas", reconoce Monje, porque mantener en perfecto estado de revista las zonas verdes era una de sus ocupaciones. Pero no solo eso. "En las fiestas, él era el primero que se ponía a preparar las cosas para la parrillada o te despertaba a las seis de la mañana con el ruido del soplador con el que un año recogió los restos de la verbena de la noche anterior", rememora la alcaldesa.

Esa entrega y generosidad es lo que más recuerdan alguno de los vecinos que más trato tuvieron con él. Con Florencio Muñoz compartió muchas horas en el campo, que junto con todo tipo de maquinaria eran dos de sus pasiones, y afirma con rotundidad que "pocas personas hay como él, te ofrecía sus manos y nunca decía que no a nada". Un sentimiento similar al que expresa Miguel García, que en múltiples ocasiones le llevaba a Roa o a Aranda a hacer gestiones o a comprar, además de compartir muchos momentos de asueto. "Le decía ‘vamos a la bodega’ y allí nos pasábamos las horas charlando, mejor persona que él no hay, era un fuera de serie", sentencia con seguridad.

Unos testimonios que ejemplifican el nivel de integración que Vasile tenía en Terradillos. Tanto que sus vecinos le había rebautizado, castellanizando su nombre, y para todos era Basilio. Por todo ello, la noticia de su fallecimiento impactó en todos ellos hasta tal punto que se pusieron a disposición de Viorica, su viuda, para ayudar en lo que fuese posible. Ella, entre una timidez que se le ve en los ojos y la barrera idiomática que aún no ha superado, confiesa que donde mejor podría estar enterrado su marido es en Terradillos "porque él quería estar aquí". Y esa voluntad no expresada por él con palabras se tradujo en que los vecinos, con la alcaldesa a la cabeza, se volcasen para organizar el sepelio, trayendo incluso un cura ortodoxo para que lo oficiase -y que tuvo el detalle de no cobrar por su servicio-, y le hiciesen un hueco "en el cementerio que él tanto ha cuidado", reconoce la alcaldesa.

Estas muestras de solidaridad no quedan ahí. Hasta el 25 de octubre estará abierta una colecta en memoria de Basilio y en ayuda de Viorica, a quien desde el Ayuntamiento están ayudando con los trámites administrativos para que pueda acogerse a una pensión. Porque ahora le faltará la compañía de su marido y su gran corazón, pero no el cariño que Vasile se ganó entre sus vecinos.