Diario de Burgos

«Los perros nunca desobedecen. Soy yo quien no lo hago bien»

PATRICIA CORRAL PÁRAMO
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Retratos del Burgos olvidado (VI) | Kira cambió la vida de Elena Rubio Sainz. Elena la de Kira. Y juntas formaron un equipo que perdura más allá de la muerte y que mima y promociona los montes de Huerta de Arriba

Elena Rubio Sainz, campeona de España de Mushing e ingeniera industrial. - Foto: Alberto Rodrigo

En aquellos interminables veranos sin reloj, la hora de vuelta a casa la marcaban cada noche el tañido de las campañas de la torre o el grito maternal que se colaba entre las risas en derredor de la plaza y el frontón. ¡Joseeeeeeeeeeee, la hoooooora! Esa cantinela actuaba como una fuerza centrípeta y cada mochuelo salía disparado hacia su olivo, sin tiempo apenas ni para despedirse del resto de la pandilla. Ese era el peor momento del día para Elena, que enfilaba sola el camino hacia la última casa del pueblo, su casa, en un denso silencio oscuro. El miedo agudizó el ingenio de esta niña serrana, que aprendió a silbar desde el bar a Iris, un cruce de husky con mastín, para que viniera a acompañarla.

Los perros siempre han sido su luz. Entre la primera mascota que fue su responsabilidad, con 9 añitos, y los ojos de hielo y fuego de Arwen, un cachorro que acaba de llegar de Rusia, han transcurrido más de 20 años en los que ningún animal le ha sido infiel a Elena. «Ellos no desobedecen, soy yo la que no lo hago bien» si algo se tuerce en un entrenamiento, en una carrera o en el día a día con sus 8 husky, que son los que realmente habitan en Huerta de Arriba, con el padre de la deportista, mientras que Elena va y viene, muchas veces en el día pese a la infame carretera que lleva hasta allí desde Burgos, y pasa todo su tiempo libre con ellos.

Costó que ese argumento de la no desobediencia calara en el vecino al que Kira mordió tres veces antes de convertirse en la jefa del equipo de mushing que Elena Rubio formó y que continúa cohesionado, tras la muerte de esa husky tan especial hace dos años. «Ella me cambió la vida», confiesa entre la admiración y el dolor que aún siente por su pérdida. «Un duelo terrible», un vacío que nunca se llenará del todo.

El suyo fue un flechazo virtual. Se encontraron en una página web, llamada La sonrisa nórdica.Elena tenía 18 años y a Kira la iban a sacrificar por su comportamiento imposible. «A lo mejor yo puedo reeducarla», pensó pese a ser aún «una cría» y se la trajo a Burgos. «Al principio fue un horror», reconoce, hasta que comprendió lo mismo que enseñan todos los capítulos de El encantador de perros, que lo que necesitaba era «ejercicio, disciplina y cariño, por ese orden» y se unió a ella para siempre. «De paseo no la podía sacar, porque era una bestia parda», así que optó por atarla a la bicicleta y luego a su cintura y empezar a correr, como Forrest Gump. 

En el pueblo pensaron que se le había ido la olla. «Mira, ahí va la hija del Chin (apodo por el que conocen a su padre)», cuchicheaban al verla trotar camino del monte. Hoy, Elena y sus perros son una atracción turística de Huerta de Arriba -en verano no hay manera de tenerles en forma porque todos los niños de la comarcales les llevan gusanitos- y a su vez «dan vida al pueblo» y ponen al Valle de Valdelaguna y a la Sierra de Neila en el mapa con las competiciones en las que participan por todo el mundo.

Huerta siempre ha sido el lugar en el que encuentra la paz. Con mes y medio la llevaron al pueblo y durmió sus primeras 6 horas del tirón. Su actual forma de vida sería inimaginable fuera de ese entorno, pero aunque parezca un contrasentido tampoco resulta totalmente viable en él. Elena trabaja como ingeniera industrial para el Grupo Antolín y ni se plantea vivir a tiempo completo en un lugar en el que ni siquiera el suministro eléctrico está garantizado «todos los días del año, a todas las horas» y no hay médico ni buenas comunicaciones. «Yo disfruto estando sola pero cuando yo quiero, no todos los días del año. Aquí hay muchas incomodidades... Y hay días que están sin luz, sin cobertura... Son cosas que a día de hoy no puedes permitirte», se queja.

Elena se muestra partidaria de que «cada uno que disfrute del campo de la manera que guste», pero cree que los pueblos deberían obtener un mayor retorno de los recursos que brindan:caza, micología... «No sé por qué pero se está echando a perder todo... Tú antes dabas un paseo por la sierra y veías ciervos enormes, ahora son pequeños y están enfermos. ¿Quién se preocupa de eso? Creo que no se está gestionando bien», opina para poner otro ejemplo. «Cada vez hay menos setas, las mafias siguen viniendo y no sé ve que ese dinero revierta en los pueblos y en los que viven aquí todo el año», añade.

Antes de que se volcase en el deporte, Elena no era tan distinta. «No es la fiesta lo que más me va. A mí lo que me gusta es el deporte, el campo... Yo prefería marcharme a casa pronto para irme por la mañana con mi padre a por setas...». Hoy es el día que a las 7 de la mañana en verano ya ha acabado de entrenar, porque no pueden con el calor. «Si hay más de 10 grados, ni me levanto de la cama», bromea con una carita de ángel que muta a gesto de general cuando se pone al frente de ejército. Esta raza «busca una energía tranquila, calmada pero firme», que no ejerce con fuerza bruta, sino «poniéndoles normas y siendo muy firme con ellos. Por ejemplo, no dejarles entrar en casa. Así ya saben que estoy por encima de ellos», desgrana mientras les da a cada uno su premio, tras una mañana de entrenamiento.

Back, Maya, Kenai, Max, Kay, Grey Wind y Summer -en un orden de jerarquía, al que se acaba de incorporar Arwen- remolonean por el jardín de la casa paterna, con unas maravillosas vistas, y buscan mimos entre sus piernas y las de los invitados, sin que se oiga un ladrido o se intuya un gesto hostil. Pese a su imponente aspecto, los husky «no son agresivos con nadie. Son muy primitivos, muy cercanos al lobo, y tienen una jerarquía muy marcada. Yo la respeto y ellos me obedecen a mí, que soy la que les da de comer». Hoy el jefe es Back, como antes lo fue la añorada Kira, no por su fuerza física, sino porque estaba investida de lo que los romanos llamaba auctoritas, el poder moral. 

Hay quien piensa que estos preciosos ejemplares sufren atados a un trineo, a un quad, a una bici. Elena responde sin pensarlo. «Es imposible que un perro corra delante de ti si no quiere», convencida de que sus animales «disfrutan» tanto o más que ella cada vez que salen a entrenar o a competir. Una vez le escribió por internet un chico que pensaba lo contrario y ella le invitó a Huerta de Arriba. «Vino y ahora es uno de mis seguidores en las redes sociales», donde se llama Mushing You. 

«Mi tipo de vida va muy relacionado a cómo son mis perros. Activa, aventurera, en el campo... Al final, la gente que me rodea también me acompaña a las carreras y comparte mis gustos deportivos», que aquí aún se toman casi por una excentricidad mientras en otros países tienen una tradición de generaciones. No es muy distinta de otras deportistas, más en categoría femenina, que sobreviven ignoradas por las administraciones públicas -solo el año en que se proclamó campeona de España recibió una subvención de la Junta- y gracias al apoyo de pequeños patrocinadores privados, en su caso las firmas burgalesas Fausto Motor, Piensos Vicario y Al límite Bicis, y dos marcas catalanas, Groc y Stangest.