Diario de Burgos

"El fútbol me hizo hombre. Me lo dio todo para vivir feliz"

R. PÉREZ BARREDO
-

No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. - José Antonio Zamanillo es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Zamanillo (20 izda. de pie), junto a Di Stéfano, en el Bernabéu en 1962.

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el 10 de agosto de 2020. 

"Yo he sido todo fuerza", dice José Antonio Zamanillo remangándose el pantalón y mostrando una pantorrilla que es la cartografía exacta de un futbolista de los años 50 y 60, época en la que los campos eran más barro que césped, no había televisión -ni VAR- y las patadas podían ser calificadas de salvajes y criminales, siendo benévolos. A Zamanillo, leyenda del Burgos CF, le dieron unas cuantas en su dilatada carrera deportiva, como atestigua esa pierna; él también propinó algunas: váyase una cosa por la otra. "Era otro fútbol", reconoce sonriendo este hombre de 82 años al que le brillan los ojos cuando recuerda sus tiempos mozos. Nació en Gerona por esas cuestiones azarosas de la vida: era plena Guerra Civil y sus padres trataban de cruzar la frontera con Francia. No pudieron, y emprendieron regreso a su localidad de origen, Castro Urdiales, en Cantabria. Allí creció, entre pescadores y labradores. Se recuerda siempre jugando al balón. Cualquier sitio era bueno. Incluso junto al mercado. "A veces las mujeres que iban a comprar se enfadaban. Armábamos cada lío con la pelota...", evoca.

Pronto comenzó a tomar parte en equipos de la zona con los que disputaba torneos de barrio, como se llamaban entonces. Patrocinados por empresas o comercios, a veces llegaban a jugar hasta en plazas de toros. Aquel muchacho bajito y fibroso era un fiera. Un verdadero superdotado físico. No en vano, antes de destacar y proyectarse como futbolista profesional brilló como atleta en una disciplina que hoy se llama triatlón y a la que entonces nombraban ‘ciclonatacross’. En un campeonato se proclamó ganador. Era un portento. Compaginaba el deporte con echar una mano en casa, claro. Especialmente a su padre, chatarrero, panadero y estraperlista, como tantos en aquella famélica España de posguerra. "Le echaba una mano y ganaba algo de dinero para ayudar en casa".

El que fuera jugador del Burgos, Atlético de Madrid y Racing de Santander, entre otros, en una imagen de archivo. El que fuera jugador del Burgos, Atlético de Madrid y Racing de Santander, entre otros, en una imagen de archivo. - Foto: Alberto Rodrigo

"Me gustaba mucho el fútbol, pero me gustaba el deporte en general, el ejercicio. Era muy rápido y resistente", señala. Su primer equipo fue el Mioño; de este pasó al Castro Urdiales; y de ahí, a la Gimnástica de Torrelavega, en Tercera División. Aunque su puesto era defensa, en ocasiones podía jugar de medio e incluso de extremo porque sus condiciones físicas se lo permitían. Zamanillo era una bala. Allí, en Torrelavega, llamó la atención. José Luis Preciado, el hombre que habría de cambiar la historia del fútbol burgalés, había llegado a la presidencia del Burgos CF con mucha ambición. Tras una primera temporada discreta, para la 59-60 dio un golpe de timón y cambió prácticamente a todo el equipo. Diecinueve fichajes nuevos. Uno era Zamanillo. "Yo siempre fui un lanzado. Quería mejorar. Y la oferta del Burgos era buena, me iba a permitir ganar dinero. Confiaba en mi fuerza. Yo nunca fui muy técnico; mi gran virtud era la fuerza".

En la primera temporada de nuestro protagonista con la equipación blanquinegra se rozó el ascenso, truncado por el Pontevedra. Zatorre fue una fiesta cada domingo. Se llenaba hasta la bandera. "Era una maravilla ver el campo lleno, con toda la gente animando. Una verdadera maravilla", subraya Zamanillo. No fue a la primera, sino a la segunda. Hay quienes dicen que Zamanillo, y él mismo lo defiende, fue el primer defensa que se atrevió a salir con el balón controlado hasta el centro del campo e incluso más para sorprender al equipo rival; era una época en la que los defensas eran como los del futbolín: no se movían de su línea. "Recuerdo que a veces algún compañero me gritaba: ‘¿Dónde vas? ¡Vuelve!’. Yo fui el primer carrilero del fútbol español. Aquellas carreras mías enloquecían al público. Siempre fui valiente", apostilla sonriendo. Enseguida se adaptó a la ciudad y a su gente, a la que se metió en el bolsillo por su esfuerzo y pundonor y por su carácter abierto y afable. Charlaba con todo el mundo, siempre tenía un chiste al borde de la boca, le gustaba cantar y estar con los compañeros.

La temporada 60-61 fue espléndida y tuvo el mejor colofón posible: el ansiado ascenso. La última eliminatoria se jugó contra el Sporting de Gijón. Los burgalesistas ganaron 2-3 en El Molinón. En casa la victoria fue por 2-1. Aquella tarde en la que se desató la locura formaron en Zatorre: Asenjo, Monasterio, Pestaña, Carmelo, Zamanillo, Resque, Girón, Martínez, Ceresuela, Argos y Fausti. "Aquello fue una locura, la ciudad entera se echó a la calle", evoca Zamanillo. Guarda un gran recuerdo, cómo no, de su querido amigo, y años después socio en una tienda de deportes, Víctor Pestaña. Y del resto de compañeros de aquella primera etapa en el club burgalés, como Ribón, del que se hizo íntimo. "Fui muy feliz. El fútbol me lo ha dado todo, ha sido mi vida".

José Luis Preciado. Otra persona que le marcó a fuego fue José Luis Preciado, el hombre que le fichó. Habla maravillas. "Lo mejor que he visto yo como presidente y mandatario. Y gracias a él, que era teniente coronel, no me mandaron a África a hacer el Servicio Militar. Pude quedarme en Burgos y seguir entrenando y jugando". El equipo se asentó en Segunda. Y tras su cuarta temporada de blaquinegro empezó a ser pretendido por algunos de los equipos más grandes de Primera: el Real Madrid, el Sevilla y el Atlético de Madrid, que acabaría fichándolo junto a otros dos burgalesistas: José Luis y un jovencísimo Olalde. Según algunas crónicas, el triple fichaje le reportó al Burgos pingües beneficios, mucho más que si Zamanillo hubiese sido traspasado a otro equipo en solitario. El Madrid pugnó de lo lindo, porque ya tenía en sus filas a un nutrido grupo de cántabros que conocían bien a Zamanillo -los Gento, Pachín, Marquitos, Miera...-.

El Atlético de madrid. Con todo, fichar por uno de los grandes de Primera fue un aldabonazo en su carrera. En una entrevista publicada en Diario de Burgos tras conocerse el fichaje, Zamanillo se mostró muy agradecido al club blanquinegro, a su afición y a toda la ciudad. Y fue absolutamente humilde, que ha sido siempre otro de los rasgos de su personalidad: "Nunca imaginé llegar hasta aquí". En declaraciones a Marca el día de su presentación (en la que tuvo que llamar la atención a los periodistas, que se sólo se habían fijado en sus compañeros José Luis y Olalde, diciendo que él era el tercero de aquel traspaso), Zamanillo se mostró ambicioso: "Es la meta soñada. Mi intención es triunfar aquí", dijo. No pudo.

Durante las dos temporadas en las que militó en el club colchonero apenas jugó unos pocos partidos. Aún no se habían incorporado los cambios y Zamanillo tenía por delante a futbolistas fabulosos, jugadores que son leyenda como Rivilla, Calleja o Griffa, con quien tuvo gran amistad. Era un Atlético ganador, el Atlético de Collar, de Jones, de Adelardo... Un Atleti que al año siguiente, en la segunda temporada de Zamanillo, incorporó a otros tantos fenómenos: un tal Luis Aragonés, Eulogio Martínez, José Ufarte...

"Jugué poco, pero lo acepté. No podía hacer nada. Aquel era un equipazo. Ufarte era buenísimo", señala. En la segunda temporada, el club del Manzanares se hizo con la Copa del Generalísimo, venciendo en la final por un gol a cero al Zaragoza de los Cinco Magníficos (Canario, Santos, Marcelino, Villa y Carlos Lapetra). Curiosamente, durante sus años en Madrid se relacionó más con los jugadores del Real, por cuestión de paisanaje, aunque compartió pensión con Griffa. No ha olvidado el carácter juerguista de Luis Aragonés, "que era fabuloso".

De su paso por el equipo colchonero se queda con una experiencia única: haber podido jugar nada más y nada menos que en el estadio de Maracaná, en Brasil, conde el Atlético jugó un torneo con la selección de Alemania y el Flamengo. "Estuvimos allí una semana. Marcaraná es impresionante. Recuerdo que me dijeron que entrara a cambiarme para salir al campo. ¡Y aquello era tan grande que me perdí, hasta oí que el partido había empezado sin mí! No encontraba la salida al campo...". Aunque jugara poco, en el Atlético de Madrid "estuve en mi salsa. Por mi forma de ser me adapté, hice buenos amigos. Griffa me quería mucho. Y era un gran defensa. Daba patadas hasta a su padre".

Para Zamanillo, el mejor de aquel equipo, su jugador favorito, era Calleja. "Era buenísimo". De todos sus años como futbolista, admiró a muchos rivales. Aunque nunca llegó a jugar contra él, de Alfredo Di Stéfano asegura que era impresionante. "Era un jugador total, estaba en todos los sitios, ha sido el futbolista más completo que he visto nunca. Nunca me enfrenté con él, pero igual le hubiera secado. Yo era un perro de presa". Entre quienes jugaron en sus filas, destaca por encima de todos a Olalde. "Era bueno, pero un poco cojonazos. Yo le decía que corriera más. Fuimos muy amigos".

Quienes vieron jugar a Zamanillo hablan de un jugador velocísimo que era, además, todo pundonor. "Mi velocidad era tan superior a la de los demás que no di tantas patadas como se puede imaginar; llegaba bien a limpiar la pelota al rival", sentencia. Tras una segunda temporada casi en blanco en el Atleti, fue traspasado a Racing de Santander, donde jugó dos temporadas como titular indiscutible, incluso lesionado.

Lo mejor de su paso por el club cántabro tuvo que ver más con el cine que con el fútbol: participó en el rodaje de la película Volver a vivir, de Mario Camus, una cinta que cuenta la historia de un famoso ex jugador de fútbol (al que da vida el actor Raf Vallone) que regresa a España después de haber estado en América para jugar en un club de Segunda División. El equipo que salió en la pantalla fue el Racing de Zamanillo.

Hasta que en la 68-69 el Burgos volvió a llamar a su puerta. Y no dudó en regresa a la ciudad del Arlanzón, donde había sido tan feliz. Además, su amigo del alma Víctor Pestaña, ya retirado, era el segundo entrenador en un banquillo dirigido por Anselmo Elízaga. Aquella segunda etapa de blanquinegro también sería dichosa para Zamanillo. "Fue volver a casa. Burgos ha sido esencial en mi vida. Me siento burgalés. Es mi patria". Por eso, ya en el crepúsculo de su carrera, nada pudo hacerle más feliz a Zamanillo que tomar parte de la plantilla que logró el ansiado, soñado ascenso a Primera División. Fue en la temporada 70-71, ya en el estadio de El Plantío. Zamanillo explica muy gráficamente la alegría y la euforia de aquellas horas con una frase a propósito de la recepción municipal que se hizo al equipo en la Casa Consistorial: "Nos costó más subir al Ayuntamiento que a Segunda División...". En aquel equipo que logró la machada había jugadores que, como Zamanillo, son leyenda del Burgos: Olalde, Bilbao, Angelín, Requejo, los Alcorta...

Aquello fue un sueño hecho realidad, el broche con el que puso fin a su carrera. Siguió vinculado al Burgos entrenando a las categorías inferiores, pero tuvo sus más y sus menos con el presidente del momento, Martínez Laredo, y terminó dejando el club. Lo que no abandonó es la práctica del fútbol: jugó en el equipo de los veteranos muchísimos años. "He estado jugando hasta los sesenta", señala. Abrió con Pestaña aquella famosa tienda de deportes que permanece en la memoria colectiva de esta ciudad y durante unos meses se lanzó a conocer mundo a bordo de un barco mercante. No tardó en regresar. "Yo en la vida he hecho de todo menos casarme", dice con humor.

Ya no sueña con el balón, ni mira con nostalgia el pasado. "He asumido cada etapa de la vida con naturalidad. Yo siempre he sido sencillo. Me he sentido querido siempre. Y me acompañan unos recuerdos y unos amigos maravillosos. Todo me salió redondo. No tengo nada de lo que quejarme. El fútbol me dio todo para ser feliz en esta vida. Quiero que me recuerden como una persona que siempre quiso hacer el bien. Y, como futbolista, que fui un jugador que lo dio todo por su equipo". Grande, Zamanillo.