Diario de Burgos

Aranceles de EEUU, un obstáculo más para el campo

M. H. (SPC)
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Conflictos que nada tienen que ver con el mundo agroalimentario han provocado restricciones que ahogan aún más a agricultores y ganaderos

El olivar es uno de los sectores más castigados por estas tasas.

Que el campo español no pasa por un buen momento no es ninguna novedad. La pandemia, con el confinamiento que acarreó en primavera, paralizó a la fuerza movilizaciones generalizadas en el sector agropecuario, que se levantaba ante la dificultad cada vez mayor de hacer rentables sus explotaciones: gastos de producción, seguros, precios en origen, aumento del salario mínimo interprofesional, cambio climático…

Esas tractoradas y manifestaciones que se extendieron por toda España durante el mes de febrero y los primeros días de marzo dieron fruto. A finales junio, en Consejo de Ministros, se aprobaba el anteproyecto de Ley de Reforma de la Ley de la Cadena Alimentaria, encaminado a proteger a agricultores y ganaderos y asegurarles precios de venta que, al menos, cubrieran los gastos de producción. Algo se ha conseguido, aunque no siempre se cumpla.

Sin embargo, los problemas del campo no se quedan aquí y, actualmente, uno de los más acuciantes para algunos subsectores son los aranceles que Estados Unidos impone para la importación de ciertos productos de la Unión Europea desde hace aproximadamente un año. España es uno de los países más perjudicados en esta guerra comercial, ya que el aceite, la aceituna de mesa, el queso o el vino envasado son algunos de los productos que más se ven afectados por estas tasas.

Los aranceles consisten en que el país de destino, Estados Unidos en este caso, obliga a pagar al importador un porcentaje en impuestos sobre el precio del producto importado, que hablando del vino o el aceite asciende a un 25%. Es decir, si una empresa estadounidense quiere adquirir vino español por valor de 100 euros, tendrá que abonar 25 más a la Hacienda norteamericana. Y esto, evidentemente, tiene unas consecuencias.

El comprador puede optar por encarecer el vino a sus clientes, con lo cual es posible que pierda algunos; aunque también, y aquí está la clave, puede decidir hacerse con otro producto similar a mejor precio gracias a la ausencia de los aranceles, léase vino argentino, australiano o chileno, por ejemplo. Lógicamente, esto pone en clara desventaja a los productores españoles frente a otros, algunos incluso de la propia Unión Europea, ya que no todos los países de la UE están sometidos a esta decisión de la administración de Donald Trump.

En el caso del vino, todos los de graduación inferior a 14º (excepto los espumosos) comercializados en envases de dos litros o menos procedentes de España, Francia, Alemania y Reino Unido están gravados con ese 25% extra. Según datos del Observatorio Español del Mercado del Vino, Estados Unidos (el comprador más importante de caldos nacionales) ha disminuido de manera sensible sus importaciones de este producto desde el pasado mes de octubre, cuando entraron en vigor estas tasas, y notablemente en marzo (-34,2%), abril (-22,8%) y mayo (-20,8%), aunque es factible que la pandemia tenga algo que ver con estas cifras.

Hasta tal punto es serio este asunto que el sector se ha puesto de acuerdo a ambos lados de Atlántico. El Comité Europeo de Empresas del Vino (CEEV) junto a otras 17 organizaciones más de EEUU y la UE que representan al comercio minorista, la restauración y a distribuidores y productores de vino, bebidas espirituosas y cerveza, dirigieron a principios de este mes de octubre una carta a las autoridades norteamericanas y europeas instando a apostar por la negociación y alcanzar un acuerdo que permita eliminar los aranceles. La misiva está respaldada también por las principales asociaciones norteamericanas del sector vitivinícola, como son Wine Institute, Wine America, la US Wine Trade Alliance, National Association of Wine Retailers o Wine&Spirits Wholesalers of America, entre otras. Todas ellas han puesto de manifiesto que una escalada de aranceles en los sectores del vino y bebidas espirituosas solo aumentaría el daño generado a una industria que ya de por sí está sufriendo un impacto muy negativo con el cierre y las restricciones a los establecimientos de hostelería motivados por la crisis del Covid19.

Algo similar, también este mes, ha ocurrido con el aceite, aunque esta vez sin apoyo del otro lado del Atlántico. Representantes del sector español del aceite de oliva y de la aceituna de mesa han exigido a Bruselas que pida «la suspensión inmediata» de los aranceles de EEUU a productos agroalimentarios de la UE. El director adjunto de la Asociación Española de Exportadores e Industriales de Aceitunas de Mesa (Asemesa), José Manuel Escrig, recalcaba que solo en los tres últimos años han supuesto pérdidas de 100 millones de euros. «Vamos a ser muy exigentes con el Gobierno, cada mes que pasa se pierden contratos con distribuidores americanos y nuestras ventas bajan».

Sin embargo, las empresas exportadoras han dado con un modo de seguir enviando aceite de oliva a Estados Unidos: recurrir al extranjero. Dado que el gravamen solo afecta al producto de origen español, se han disparado las compras a Túnez y Portugal de manera que ese aceite se envasa aquí y se exporta sin aranceles. Es un alivio para algunas compañías, pero la pega es que no soluciona nada a los olivareros españoles.

 

¿Por qué aranceles?

El origen del conflicto está en 2004. Estados Unidos acudió a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para denunciar que la Unión Europea estaba dando trato de favor a la empresa aeronáutica Airbus en perjuicio de su competidora Boeing, de matriz estadounidense. Tras un largo litigio, hace dos años se le dio la razón al país norteamericano y en octubre del año pasado la OMC dio luz verde a la administración Trump para imponer aranceles por el mismo valor que el daño que sufrió su industria aeronáutica y el resultado es el que se está sufriendo actualmente.

Aunque parezca imposible, una disputa en un sector completamente diferente ha terminado por apretar la soga al campo español, como si las circunstancias actuales no fueran suficientes. Mientras tanto, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, anunció la pasada semana la posibilidad de que la Comisión Europea dé luz verde a la posibilidad de imponer aranceles a productos estadounidenses. Un «y yo más» que poco va a ayudar al campo español cuando lo que se debería tratar de conseguir es la retirada de las tasas por parte de los norteamericanos por la vía del diálogo.