Diario de Burgos

"La familia es cosa de dos, no debe frenar tu carrera"

G. Arce
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Josefa García Cuesta es una de ellas y esta es (parte) de su historia

Josefa García Cuesta. - Foto: Patricia González

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el 22 de junio de 2020

Nació "en los años 50" en el corazón de La Bureba. Allá arriba, en Santa Casilda, en la hostería y luego hostal que regentaron sus padres Eladio y Nieves. De hecho, es una de las últimas personas que han venido al mundo en el Santuario ("con mis abuelas de parteras") y forma parte de la séptima generación familiar cuyo oficio y ocupación fueron, desde hace siglos (estiman que desde finales del XVIII), recibir, atender y dar servicio a devotos y viajeros. "Esto imprime un carácter", reconoce orgullosa esta mujer de eterna sonrisa, hoy protegida por la obligada mascarilla.

Su infancia y la de sus cinco hermanos (ella es la tercera) transcurre en este abrupto y bello paisaje, bajando y subiendo a pie todos los días hasta el pueblo cercano de Buezo, donde estuvo la escuela de sus primeras letras. Durante los veranos, era una integrante más del negocio familiar, echando una mano en toda aquella tarea que se requiriese: bodas, bautizos, comuniones y mucho veraneante. "Crecí estudiando en invierno y trabajando en verano. Todos los hermanos tuvimos la oportunidad de conocer y relacionarnos con gente muy diversa y todos los estatus sociales y educacionales. Nuestros padres nos transmitieron la responsabilidad con el trabajo, la importancia del cliente, del respeto y la flexibilidad".

Josefa García Cuesta recuerda que su abuela atendió al conde de Romanones y que no era difícil ver durante los veranos a ilustres ministros y presidentes de las Cortes con sus hijos de visita. El Santuario siempre fue un rosario de gentes de todo tipo y condición.

Además de hospedero, su padre Eladio poseía la licencia de transportista y era el que llevaba y traía a los niños de la comarca a la escuela.

Pese a tener un trabajo heredado de varias generaciones familiares, sus padres dieron por finalizada la tradición con ellos y siempre tuvieron claro que aquello era una vida muy dura para sus hijos, para los querían otro futuro.

Josefa estudió en Burgos, en las históricas aulas del Cardenal López de Mendoza, y lo hizo por sus buenas notas. "Si no, no había beca y era imposible". "Cuando llegaba el Pilar, para mí era como una fiesta porque estaba deseando volver al instituto y cambiar... Luego me ocurría lo contrario en verano".

Entre Santa Casilda y Burgos transcurrieron los años de escuela y llegó el salto a la vida universitaria: la joven estudiante se matriculó en Valladolid. Estamos en los 70. La tradición y también su gusto y facilidad para la enseñanza le inclinaban hacia el magisterio, pero eligió un camino diferente: la ingeniería técnica química. "En clase éramos ciento y pico alumnos, tres de ellos chicas y acabamos la carrera dos. Nunca me sentí diferente, tuve unos compañeros excepcionales, siempre atentos y amables. Valladolid fue una gran experiencia".

Eladio y Nieves se sentirían orgullosos: los seis hijos siguen tan unidos como en las labores de la hospedería y han hecho su futuro sin perder su origen: Ángel es sacerdote y ahora misionero en Cuba; María Jesús ha estado toda su vida laboral en el laboratorio de L'Oréal; Nieves es catedrática de Inglés en el López de Mendoza; Vicente, abogado en la Junta y Juan se ocupa de la administración y gestión en distintas empresas de Martínez.

Pepsico. Terminados los estudios universitarios, vino el periodo de adaptación a la vida profesional de Josefa, que dedicó un año a dar clases particulares de recuperación a alumnos de institutos de Burgos. "Entonces ya estaba obsesionada en trabajar en un laboratorio y me pateé todos los polígonos y presenté muchas solicitudes. Todos me decían que mi currículum era muy interesante pero, en realidad, era muy difícil que me aceptasen".

La puerta al mercado laboral se la abrió Pepsico, la antigua Matutano. "Realmente fue mi gran universidad. Allí tuve mi querido laboratorio, donde analizaba aceites, todo tipo de materias primas y producto terminado...". Empezó como analista y terminó asumiendo la dirección de Calidad e I+D de la fábrica. "Tuve unos jefes y unos colaboradores excepcionales que me enseñaron y a los que enseñé, aprendimos juntos durante los 15 años que estuve en esta empresa. Trabajé mucho pero recibí mucho: viajé por el mundo, conocí culturas, sistemas, a los accionistas...". "Hasta los últimos cuatro años en Pepsico, todas las reuniones de dirección era yo la única mujer. Lo mismo en las convenciones, en los viajes...".

Todo ese crecimiento profesional lo comparte con Enrique, un médico gerundense que conoció en Valladolid y con quien se casó un año después de entrar en el laboratorio. Tienen dos hijos -Jordi y Elvira- y tres nietos ("todos chicos").

Martínez. En el año 90 recibe la llamada de los hermanos Martínez (Jesús, Epifanio y Nicanor) gestores de una de las empresas alimentarias más sobresalientes y populares del pasado siglo; a su manera, el corazón industrial y laboral de La Bureba. Le ofrecieron, principalmente, "toda la libertad para desarrollar y aplicar todos los sistemas de calidad e I+D que había aprendido y desarrollado en Pepsico".

Fue la primera directiva que entró en la gran industria de Briviesca, que daba empleo entonces a unas 300 personas. "Los hermanos Martínez administraban la fábrica de Burgos, la de El Espinar (Segovia) y la de Santander, donde estaba la administración central". Josefa fue directora de Calidad e I+D del grupo repostero y en los últimos años -los más complejos- directora de Martínez en Briviesca.

En 1999 la fábrica de repostería es adquirida por Bimbo, de la multinacional Sara Lee. Curiosamente era una compañía con la que Josefa había mantenido una estrecha relación desde los tiempos de Pepsico. "Estuve mano a mano con ellos trabajando con el Ministerio de Sanidad y Consumo para hacer las reglamentaciones técnico-sanitarias de aperitivos en un primer momento y, posteriormente, de las industrias derivadas de harina (bollería, pastelería..). Fue una sorpresa tenerlos de propietarios. La integración fue dura".

Y no fue la única operación corporativa con Josefa al frente de la planta briviescana. En 2009, pasa a manos del Grupo Siro. "Cada compra implicaba nuevas readaptaciones y yo planteé que les ayudaba a hacer la transición de la propiedad y luego me iba". Es duro ser comprado y más con la crisis económica golpeado duro, reconoce.

"He disfrutado mucho de mi vida profesional, he dado mucho y también he recibido mucho. He tenido grandes colaboradores y también, todo hay que decirlo, muchos disgustos derivados de las relaciones humanas, que al final son las que dan los problemas".

Con Siro también encajó esta directiva pionera -no podía ser de otra manera- y el nuevo dueño de la empresa apostó por su continuidad, aunque jugando otro papel: como colaboradora del departamento de Responsabilidad Social y Relaciones Institucionales. Así transcurrió su última etapa profesional, entre 2011 y 2015, de la que también guarda gratos recuerdos, enseñanzas y gente de calado.

"Miro hacia todo lo que he hecho y pienso que tuve que dedicar muchísimo tiempo a mi vida profesional para no perder el tren de la empresa. Realmente, no me podía permitir que la vida familiar, el cuidado de mis hijos, me dejasen aparcada en lo profesional. No quise que la familia fuese un freno o una disculpa para poder hacer cosas en la empresa, para viajar, para mejorar y formarme. Si tenía que viajar un domingo por la tarde a Alemania no me lo pensaba dos veces... Siempre pensé que un padre y una madre tienen responsabilidades al 50% en la familia, he tenido ayuda en casa y la suerte de que mis hijos han asumido la parte que les correspondía".

En esa trayectoria como directiva también le han tocado todo tipo de jefes. "A veces pienso que si hubiera sido hombre hubiese subido más escalones. No lo sé, estoy satisfecha con lo que he hecho".

Secot. Su espíritu inquieto no paró con la jubilación, siguió plenamente activo. Encuentra lo que busca en Secot, Seniors Españoles para la Cooperación Técnica, organización que reúne a directivos jubilados que dedican su tiempo a asesorar y acompañar a los nuevos emprendedores. "Lo importante es no acomodarte y seguir aprendiendo, dando y recibiendo. No quiero olvidar toda la experiencia que llevo encima y si a alguien puedo ayudar con ello, pues que lo aproveche".

De la mano de Manolo Cantera y sus 13 compañeros de Secot centra su día a día con la UBU. "Siempre me ha gustado tener universitarios en prácticas desde Matutano. Creo que aportan la actualidad, el momento, y nosotros les aportamos lo duro que es la empresa".

En esa dinámica de trabajo con alumnos continúa su relación con la UBU. "La enseñanza te obliga a dar soluciones rápidas a los alumnos, a ser imaginativo al dar las soluciones a los problemas. A muchos les he tenido que decir que su empresa no va a funcionar, que no arriesguen su dinero".

De su paso por las aulas de la UBU, sobre todo de la Politécnica, siente pena "al ver las clases y los pasillos llenos de chicos y muy pocas chicas. En humanidades es todo lo contrario y siendo que estamos volviendo donde estábamos. No hay diferencia con lo que yo viví en mi etapa universitaria y esto me duele. Si no hay equilibrio en la universidad, no existirá luego en la empresa".

agroindustria. Se siente muy orgullosa, en cambio, del desarrollo alcanzado por la industria alimentaria en Burgos, uno de los referentes a nivel nacional e internacional de la provincia, ejemplo de gestión y buena administración durante la actual crisis. "Todos decían que el coronavirus marcaría un antes y un después, pero parece que los humanos somos muy reacios al cambio de hábitos y costumbres. Hay cosas que necesariamente tienen que cambiar...". "Los liderazgos y el trabajo en equipo han sido muy importantes, pero a partir de ahora son importantísimos y diría que imprescindibles".

No esconde su preocupación por el futuro de Briviesca. "La Bureba sigue siendo un gran granero pero su capital tenía que estar mucho más potenciada. Me da envidia el sur de la provincia, la mentalidad emprendedora y el riesgo que se estila en la Ribera del Duero".

Respecto a Burgos, su ciudad de residencia, se pregunta en tono crítico: "¿Cuántos profesionales de Burgos están expatriados en Madrid o Barcelona? ¿Cómo es posible que la mayoría de los hijos de mis compañeros de Secot y los míos estén fuera trabajando? ¿Por qué Burgos no es capaz de retener el talento propio? Algo nos pasa...".