Diario de Burgos

"El emérito tuvo mucho que ver en que se hiciera el HUBU"

A.G.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. César Casado es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Como símbolo de todas las manos que ha salvado en su vida profesional, César Casado tiene varias esculturas que las representan en el despacho de su clínica de Madrid - Foto: Patricia

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 1 de febrero.

Nadie diría que ya ha cumplido 70 años. César Casado, el médico que puso al Hospital General Yagüe de Burgos en el mapa nacional e internacional de la sanidad gracias a la excelencia que consiguió su servicio, el de Cirugía Plástica y Reparadora, además de estar físicamente impecable tiene una hiperactividad que agotaría a cualquier residente de primer año. Hace un par de meses se jubiló como jefe de servicio en el Hospital La Paz, pero lejos de descansar y dedicarse al ocio sigue trabajando en la sanidad privada, con clínicas propias en Burgos y en Madrid, además de colaborar con otros hospitales, tener un proyecto nuevo en marcha y haber pasado la covid con una cierta complejidad: "Pedí el alta voluntaria, soy un mal paciente", explica sin andarse por las ramas y ya completamente recuperado.

Casado (Aldeadávila de la Ribera, Salamanca, 1950) es el tercer hijo y el único varón de un empresario dedicado a los negocios de la harina y a las panaderías en aquella provincia, y su vocación médica le viene porque fueron galenos tanto uno de sus abuelos como varios de sus tíos y primos en cuyas consultas y quirófanos ayudó muchos veranos desde primero de carrera. "Mi infancia fue muy feliz. La gente dice que había penurias en aquella época pero yo no fui consciente, quizás porque era hijo de un panadero y no pasábamos hambre. Iba a la escuela, donde fui muy feliz, de verdad, y donde sacaba buenas notas... hasta el bachillerato. En esa época me dedicaba a hacer gamberradas y por eso me metieron interno". Una de las más gordas que recuerda consistía en mezclar agua con un producto que provocaba explosiones y hacía que se rompieran las farolas: "Me acuerdo que una vez aquello saltó antes de tiempo y le voló toda la dentadura y media nariz a un amigo. Ahí nos descubrieron".

La disciplina que se respiraba en cada una de las esquinas de aquel internado -no religioso, sino del Estado- hizo que al joven César no le quedara otra opción que hincar los codos: "Solo podíamos estudiar e ir a ver algún partido de fútbol.

Las mejores notas del instituto de Ciudad Rodrigo eran las nuestras. Recuerdo que en aquella época leí muchísimo, desde el Quijote a Calderón de la Barca, y es que eran tan exigentes que solo te dejaban ir a la biblioteca cuando acreditabas que habías aprobado todos los exámenes con buena nota y que te sobraba tiempo. Si no llego a ir a ese internado probablemente no hubiera hecho nada de provecho".

En ese momento ya tenía clarísimo que era Medicina la carrera que quería hacer -"me costó más decidirme por la especialidad"- y en ella se matriculó en la Universidad de Salamanca en 1968: "En aquel tiempo la universidad estaba llena de gente -solo en primero éramos 1.400- y muy revolucionada. Por ejemplo, conocí a gente que se dedicaba a traer a personas de Cuba a que nos dieran charlas pensando que aquel país iba a ser lo que no ha sido, cuando Fidel Castro prometía tanto y luego ha sido todo un desastre... Las huelgas y las asambleas estaban a la orden del día, los grises nos sacudían estopa pero bien y en muchas facultades, como la de Valladolid, se perdió el curso, a nosotros sí que nos dejaron examinarnos". Aún así, nada de lo que él hizo tenía un tinte político y reconoce que su objetivo no era acabar con el régimen de Franco: "Nosotros éramos felices, protestábamos porque había que protestar. En aquellos años coincidí con mucha gente del PCE y de CCOO y conozco y me hago muy amigo de José María Fidalgo, que es traumatólogo y que sería después secretario general del sindicato. Fueron años muy bonitos, los años de los cantautores, del cine de arte y ensayo, de los coloquios después de las películas...".

Enseguida destacó Casado entre el resto de los estudiantes y fue designado en primer curso ‘alumno jefe de mesa de anatomía’ encargado de coordinar las prácticas, preparar las clases y disecar los cadáveres, y en cuarto, ‘alumno interno’, "que eras como el machaca de todo el mundo, te decían ‘escribe esto en la historia’, ‘cambia ese tratamiento’... y tú lo hacías". Fueron esas dos experiencias, dice, las que le dejaron claro que lo suyo era la cirugía; más tarde, conocer que los pacientes con grandes quemaduras apenas tenían atención, "prácticamente se les desahuciaba", le hizo decantarse por Plástica: "Un buen cirujano plástico, más que buen pulso tiene que tener un cerebro bien amueblado, que nada te descoloque, que nada te sorprenda. Lo más difícil es hacer una correcta indicación quirúrgica y luego ya, ejecutarla".

En 1975 comienza la residencia en el Hospital de La Paz y enseguida se gana el primer expediente: "Me echan de allí siendo R-1 porque impulsamos una huelga para que a los residentes nos hicieran contrato y dejáramos de ser alumnos becados. En junio nos echan y nos inhabilitan para ejercer la Medicina pero tuvimos la suerte de que en noviembre se muere Franco y todo aquello se anula. Nos admitieron otra vez pero con la condición de no volver al mismo hospital. Y me voy al Centro Nacional de Especialidades Quirúrgicas, que es el origen del Ramón y Cajal. Aprendí mucho en las guardias, que eran tremendas, no paraba de sonar el busca, y en las que tenías que resolver los problemas procurando no despertar a los de arriba. Desde entonces hasta ahora nunca he dejado de aprender de todo aquel que ha estado a mi lado".

Aquel expediente del 75, si bien no le expulsó del ejercicio de la profesión, sí le colocó la etiqueta de conflictivo, "que aún me acompaña", y le puso las cosas muy difíciles. Tanto, que a pesar de obtener una plaza en el hospital La Fe, de Valencia, y estar publicada, "al día siguiente la habían borrado": "Hay una llamada por la noche que dijo ‘a ese, ni agua’. Los grandes jefes me tenían enfilado. Por eso, al mes me examino en Sevilla, saco la plaza y el jefe, que era un caballero, me dice que si la ocupo era para olvidarme de todas las broncas y para trabajar. Tenía una fama tremenda de ir contra el sistema pero le dije que no se preocupara. Así que en 1979 empiezo a trabajar en Sevilla".

Estando allí, se entera de que sale una plaza de cirujano plástico en Burgos y se presenta al examen "para entrenar de cara a ir a Madrid, que era lo que yo quería, pero resulta que saco esa plaza y justo desde el Fondo de Investigaciones Sanitarias hacen una dotación económica para montar el servicio de Plástica en el Yagüe". La primera impresión que recibe de la ciudad es la de tantas otras personas que llegan por primera vez y lo hacen en invierno: Un frío horrible y un viento tan intenso que hizo salir volando el cristal de una farmacia que había cerca del hospital.

"Aquello estaba superviejo, muy descuidado y me dije ‘yo de aquí me voy pronto’... Y estuve 22 años y ahora me siento muy unido a esta ciudad y me siento burgalés de corazón. Al principio solo éramos dos plásticos y hacíamos ciento y pico guardias al año, así que les denunciamos y nos tuvieron que pagar un pastizal por sentencia judicial", recuerda. A los dos años, el servicio empieza a crecer con la incorporación de más profesionales y con el inicio de técnicas novedosas, los primeros reimplantes, la microcirugía: "El primero fue el de un niño que se había cortado en el colegio y nos trajeron el dedo en una cajetilla de Ducados; luego vinieron pacientes con cánceres muy grandes de cabeza y cuello a los que había que reconstruir muchas partes. La Plástica no había existido hasta entonces y eran otras especialidades las que hacían cosas: el otorrino, las narices; Traumatología, las manos; Dermatología y Cirugía General otras intervenciones..., así que poco a poco fuimos cogiendo cosas y cuando nos quisimos dar cuenta teníamos ya mucha patología: la mano, cabeza y cuello y necesitábamos gente y empezaron a salir más plazas".

Recuerda el Burgos de 1982 -que fue el año que llegó- como un sitio "muy provinciano", con muchas partes "a medio construir" y un concepto según el cual "eras de Burgos o no eras de Burgos, con lo que eso significaba, pero yo pasé olímpicamente". Enseguida tuvo privada y a pesar de trabajar por la mañana en el Yagüe y por la tarde en su consulta le daba tiempo a disfrutar de la noche, que en esos años era mucho más animada que ahora. Recuerda cenas en Don Jamón y sesiones en la discoteca Pentágono, donde iba con otros colegas estando de guardia localizada. "He cerrado los bares de Burgos muchas veces. En Pentágono dejábamos los abrigos en el guardarropa y le teníamos dicho a la chica que si sonaba el busca nos avisara. Y alguna vez pasó, que se apagó la música y nos llamaron por megafonía diciendo que teníamos un aviso".

La expansión del servicio de Cirugía Plástica se hace cada vez mayor hasta el punto de que Burgos se convierte en centro de referencia nacional e internacional de reimplantes: "Empezamos a recibir pacientes de todas partes de España y muchos lo hacían ya sin muchas posibilidades, porque se tardaba muchas horas en llegar. Entonces hablo con Rafael Matesanz y pone la logística y el transporte de la Organización Nacional de Transplantes a nuestro servicio. Firmamos un convenio a tres bandas entre el Insalud, la ONT y el Yagüe y se queda todo el mundo descolocado porque nos nombran centro de referencia. Al principio los enfermos llegaban al aeropuerto de Vitoria y una ambulancia les recogía y les llevaba a Burgos; luego, ya lo hacían al aeropuerto de Villafría y alguno también llegó al helipuerto del Divino Valles".

Miles de pacientes pasaron por allí al año: "Estábamos todo el día operando, eran épocas de muchos accidentes de tráfico y todo eso lo hacíamos de urgencia. Hay muchas cosas que me dejaron impactado pero una de las que más fue un hombre partido literalmente por la mitad al caerle el volquete de un camión. La gran suerte para nuestra especialidad fue que vivimos la gran época de la evolución de la anestesia, de los antibióticos y de las UCI, las lleven anestesistas o intensivistas", afirma, consciente de meterse en un jardín dada la rivalidad histórica de ambas especialidades: "No me da miedo decirlo: a nivel nacional llevan más covid los anestesistas que los intensivistas".

Otro de los hitos de su trayectoria es el haber sido pionero en España de la cirugía de reasignación de sexo para las personas transexuales, lo que le costó algún disgusto en el Burgos de entonces, como que le rayaran un insulto de los gordos en el coche. "Yo siempre les he operado tras dos años de hormonación, dos años de acompañamiento psicológico y dos de haber pasado el ‘test de la vida real’, es decir, que una mujer transexual viva como mujer. Y sigo haciéndolo, en la pública y en la privada, pero jamás lo haré en menores: estoy completamente en contra de la cirugía de reasignación en menores, es un error, a pesar de la presión que hay por parte de gestores y familias para que se haga".

Casado fue también una de las caras visibles de la Plataforma por un Nuevo Hospital formada en 1999 por un grupo de médicos que se oponían a la reforma que el Insalud había planeado para el viejo Hospital General Yagüe. "Tuvimos reuniones aquí en Madrid muy importantes, llegamos a estar con el máximo responsable del país; hubo gente que vino a Madrid a estar con el rey, yo en esa no estuve, y de ahí sale que se hace un nuevo hospital. El emérito, junto con varios empresarios a los que movimos por otra vía, tuvo mucho que ver en que se hiciera el HUBU". Pero en este hospital, el cirujano plástico nunca llegó a trabajar. En 2005 anuncia que se marcha: "Hubo quien nos dijo que aquí, en Burgos, no íbamos a tener futuro, nos pusieron un techo, por eso se fueron también otros compañeros de la Plataforma y a otros les hicieron la vida imposibles. Los gestores de entonces tuvieron la mirada muy corta y a base de recortar presupuestos boicotearon a la gente".