Diario de Burgos

"El Mejor Burgos fue el del XV"

G.A.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad.La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla.Estos son algunos de esos hombres y mujeres y esta es (parte de) su historia

"El Mejor Burgos fue el del XV" - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Hay que aclarar, una vez más, que Lena Saladina son dos nombres [sus apellidos son Iglesias Rouco] íntimamente ligados a la Universidad y a esos primeros pasos que recordamos por sus siglas (el CUA, el CUI...); a la docencia e investigación de altura sobre el pasado, el patrimonio, el urbanismo y la arquitectura de Burgos; a la Catedral y a una mujer singular, progresista, incómoda (para algunos) y rabiosamente inquieta a sus 73 años, bajo cuya sonrisa contagiosa se esconde una historia del exilio, como todas, triste y tremendamente humana. Ese doble nombre inolvidable marca su existencia y su diferencia, y le enraíza más si cabe con sus padres: Lena tiene un origen sueco y recuerda a un primer amor [falleció] que su padre, Jesús Iglesias Janeiro, tuvo en Nueva York, en sus tiempos de periodista [dirigió el periódico La Prensa, que aún se publica], editor y escritor. Saladina se llamaba su madre, nombre tomado de Saladino, el capataz de la finca que el abuelo regentaba en Brasil. Este trabajador era un hombre bueno y muy religioso que no tuvo descendencia y que estaba plenamente convencido en la transmigración del ser: a falta de hijos, legar su nombre era una forma de mantener su alma viva y reencarnada tras su muerte. "Mi abuelo tuvo la máxima de las generosidades, aunque no tuvo chicos...". Dicho y hecho, Saladina perdura hasta nuestros días a orillas del Arlanzón.    

Nacida en Buenos Aires, aquella capital cosmopolita, culta y divertida que acogió gentes de todos los exilios posibles, nunca se sintió plenamente argentina, pues su padre se cuidó mucho de que ella y su hermano mayor no olvidaran su origen: España. El periodista y su mujer huyeron de su Galicia natal poco después del inicio de la guerra, a comienzos del 37, gracias al salvoconducto que les facilitó un cura de la familia. Las ‘visitas’ a la finca familiar, muy próxima a Bayona, eran cada vez más habituales y virulentas... "La Guerra Civil se basó en el arma del terror, lo que habían aprendido en el norte de África...", recuerda su hija.   

Jesús Iglesias, que pasaría a la historia como escritor de libros de autoayuda y autor (en 1923) del primer libro en castellano sobre guiones cinematográficos, fue de los que creyó que terminada la Guerra Civil -y más aún la II Guerra Mundial- llegaría la reconciliación. "Mi padre quería ganar la paz después de haber perdido la guerra". Pero no fue así: envió a su mujer y a sus hijos a España en el 53 con la idea de regresar él más tarde y evitar lo que intuía como su paso inevitable por la cárcel. Murió en el exilio...

La hoy catedrática emérita de la UBU llego en barco al puerto de Vigo a los 8 años. "Lo primero que sentí fue un silencio estrepitoso, de muerte, y el color negro que vestían todos lo que me rodeaban... Llegué a una España en blanco y negro, aunque a algunos no les guste que lo diga". En los atardeceres argentinos de su niñez, su padre siempre le decía que el sol se iba para España "y creía, estúpidamente, que España era el país del sol...".

En la aduana ya chocó su nombre: "El policía me dijo que nada de Lena, que no tiene santa, ‘en España, Elena’, zanjó, por lo que al final todos me llamaban Saladina...".

santiago. Sus primeros años de escuela de señoritas, cómo no, vinieron marcados por su nombre: se sentía diferente y la hacían sentirse diferente. Ella, que siempre ocultó su condición de hija de exiliados, sabía leer perfectamente ("seseando"), las demás no. Y había una razón muy poderosa: su padre le seguía hablando en las cartas que llegaban a casa cada quince días. En una de ellas, le dejó claro que antes de estudiar Periodismo, como ella siempre quiso, cursase primero Filosofía y Letras. Y así lo hizo, en la Universidad de Santiago de Compostela, donde encontró su "hogar", conoció a Juan Manuel Bustillo (su marido, ya fallecido) y florecieron sus primeras inquietudes políticas.

Recuerda como uno de los momentos más felices de su vida el día en que persiguieron a los grises tras una visita de un ministro franquista a la capital del apóstol... "Les hicimos una emboscada y, por primera vez en la vida, corrieron delante de nosotros...".

No solo se licenció en Historia del Arte, sino que se "enamoró" del arte. "Y no es por la belleza en sí, el arte es la forma de comunicar los sentimientos más profundos de cada cultura y en cada momento de la historia". "El arte no el gótico ni el románico, es el patrimonio que hemos recibido: los paisajes, las piedras, los hombres...". 

El 27 de junio de 1970 se casó con Juan Manuel, que estudió químicas y con quien tuvo 3 hijos, a los que suma 4 nietos. El joven matrimonio se trasladó a Valladolid, donde Lena Saladina compaginó durante dos años la elaboración de su tesina con los trabajos de enseñanza en academias y en una escuela de Medina de Rioseco. 

el cua. La condición de profesor de Química Orgánica de su marido  fue el motivo por el cual el profesor Ángel Arbeloa les llamó para que ambos entraran a formar parte del primer claustro del Colegio Universitario Adscrito (a Valladolid) que dirigía, la semilla de lo que hoy es la UBU. Era el año 1972. "Mi director de tesina, Juan José Martín González, nos lo dejó muy claro para convencernos de dar el paso: dijo que Burgos es una tierra muy rica pero que nunca ha tenido universidad. De hecho, soñó con una desde el siglo XV y esa falta le ha dado una pobreza intelectual enorme...".

El CUA nació sin sede. La primera clase la impartió (como ayudante "y en minifalda") en Obras Públicas y, recuerda, tenía un alumnado muy diverso. "Franco estaba en declive y todos los trabajadores en puestos públicos, muchos sin estudios primarios, ingresaron en la Universidad para tener un título. Recuerdo que más de la mitad del aula era gente mayor".

El matrimonio también impulsó el primer cineclub de la ciudad, en la sala de la Caja en  la Alhondiga. Se inauguró con la película El Hueso, de Antonio Giménez Rico. Lena Saladina lo recuerda perfectamente. Ella se quedó en casa cuidando a su hijo pequeño. Llamaron a la puerta y abrió creyendo que era el pastelero. Ante ella apareció un perturbado que casi la mata a golpes. "Aún tengo secuelas. Pasé tres meses en San Juan de Dios y algunos creyeron que no salía... En la trifulca me entró el pánico y el atacante me empujó contra la pared cayéndome en la cabeza un plato de Talavera del siglo XVIII. Perdí el conocimiento, un hijo que esperaba y posiblemente salvé la vida, porque el perturbado, que no cesó de darme patadas, me creyó muerta...".

tesis. El desarrollo urbanístico y arquitectónico de Burgos entre 1747 y 1898 fue el título de la tesis doctoral de aquella profesora de 30 años. El tribunal de Valladolid calificó el trabajo y la exposición con sobresaliente Cum Laude. Afortunadamente fue el primero de muchos estudios dedicados a la arquitectura, el urbanismo y la historia local, un esfuerzo en el que todavía anda y cuyo próximo fruto, el centrado en el Burgos de entre 1940 y 1950, será presentado el miércoles. 

Pese al rechazo que encontró en la ciudad, su tesis se editó y transformó en libro gracias a la mediación del gobernador civil de entonces, Antolín de Santiago, amigo de uno de los profesores de la nueva doctora. "Recuerdo que cuando el trabajo se presentó en sociedad, el gobernador civil, que no me conocía, se sorprendió de que el autor fuese una mujer y además joven. ‘Está escrito por una mujer, pero usted escribe como un hombre’, me soltó el señor...". Es una anécdota que ha tenido muy en cuenta en los siete libros propios que ha publicado y que volvió a recordar cuando se presentó la guía Burgos: ciudad, mujeres y sociedad de la Casa de la Mujer. "Con este trabajo descubrí que la Catedral no era un mundo de hombres sino todo lo contrario:  estaba consagrada a gran cantidad de santas", ironiza.

"Viví una sociedad en transformación, aunque mucho más lenta de lo que hubiésemos querido. Ahora, el feminismo, tal y como lo enfocan algunas feministas, es una estupidez, es lucha de sexos. No es así, las mujeres estamos transformando la sociedad y también a los hombres. Es más, veo más beneficiados a los hombres que a las mujeres por este cambio, porque estas aún tienen que hacerse valer y demostrarlo. No obstante, todos salimos beneficiados".  

la UBU. Lena Saladina ha dedicado 47 años a la docencia y la investigación. El 3 de marzo de 2017 se jubiló, aunque sigue acudiendo cada día a un despacho en el Hospital Militar, desde el que se mantiene activa estudiando y dirigiendo estudios de sus alumnos, hoy profesores en colegios e institutos o doctores en la UBU. "No veo a la Universidad anquilosada. Burgos no te permite anquilosarte, te pincha, y a nuestro favor está el tiempo. Es un proyecto que arrancó en el año 72 y que tiene todas las limitaciones, sus luces y sus sombras, lo mismo que el día de 24 horas...". 

Para esta inquieta investigadora, los vaivenes son una ventaja: donde no se trabaja siempre hay espacio para desarrollar un proyecto. "Mis dinámicas docentes creaban un ámbito de libertad para los alumnos y chocaban con aquellos  que eran ‘los de las cosas son así’". "Yo era enemiga de aquel orden establecido y reconozco que muchos alumnos me odiaban por eso". Hoy sigue plenamente convencida de que estas dos visiones distintas de la enseñanza y la investigación no contradicen la historia del arte.

Prueba de ello es que  esta pionera en la docencia y la investigación tuvo el honor de ser la primera académica de la Fernán González, institución en la que ya ocupaban sillón compañeros de claustro con los cuales no compartía ni métodos ni manera de entender ni la vida y sus saberes. No obstante, como ella defiende, las diferencias enriquecieron este foro del saber, al igual que a la UBU.

Burgos. Las investigaciones sobre Burgos y su provincia fueron casi obligadas para una profesora universitaria que aspiraba a hacer su vida aquí. De hecho, el tiempo le ha permitido realizar un concienzudo trabajo sobre nuestra historia a lo largo de los siglos que, como ella dice, abrirá caminos para que otros historiadores indaguen sobre nuestro rico pasado. "Tras todo lo estudiado, tengo claro que el momento dulce de Burgos se vivió en el XV, porque los burgaleses fueron mercaderes, aprendieron idiomas, tenían que ir a otros países y otros venían aquí. La ciudad se abrió al mundo, a Santander y a los puertos del norte de España. Era una sociedad abierta que veía que el progreso y la riqueza venían del contacto con los diferentes".

Curiosamente, ironiza, en el Espolón nunca se hablaron tantos idiomas como en la Guerra Civil, cuando bajo los uniformes militares se escondían gentes procedentes de todo el mundo. Una etapa siniestra y que considera que debe ser investigada hasta sus últimas consecuencias por justicia histórica.

Fue el peor momento, aunque algunos se lo pongan en duda. La guerra y el siglo XIX, cuando la provincia se quedó sin mar, sin Santander. "Nos co