Diario de Burgos

"A Burgos no le sacamos todo el partido"

A.M.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad.La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla.Estos son algunos de esos hombres y mujeres y esta es (parte de) su historia

"A Burgos no le sacamos todo el partido" - Foto: Alberto Rodrigo

Hubo un tiempo en el que el comercio burgalés tenía una voz de largo alcance. Cuando la levantaba, pocas veces pero de forma clara, los que mandaban menguaban algunas cuartas. Luego vino lo inevitable (liberalización, hipermercados, comercio electrónico, franquicias globales...) y fue la voz del sector, que ahora comienza a recomponerse no sin esfuerzo, la que se hizo pequeña. Ojeda estuvo doce años al frente de la patronal del comercio local (1999-2011), acaso los de mayor influencia social, y eso le convirtió en un personaje. La historia de la persona comienza tiempo atrás. En 1960, para más señas.

"Mis primeros recuerdos de esta ciudad están en La Quinta, en el entorno del Miraflores, que era un lugar mágico. Recuerdo el campo de Zatorre, que ya era una ruina, la calle San Pedro Cardeña y El Crucero... Yo crecí allí, en la margen izquierda. Dicen, y es una chorrada como un piano, que es la margen mala de la ciudad. Mi infancia tenía barrio, y no me refiero únicamente al espacio físico, y no te imaginas lo que me tira esa zona todavía hoy", rescata de su infancia.

Sucedía la vida en el seno de una familia de comerciantes. Su padre, del que heredó el nombre, tenía una fábrica de lejías (Los cuatro reyes, se llamaba la marca) en la esquina de la avenida del Cid con Francisco Sarmiento. "La convertimos en una droguería. Yo he envasado alpiste, cañamones... Vendíamos petróleo y colonia a granel, se cogían puntos de las medias... Iban señoras a la tienda a por 100 gramos de colonia. Era otra historia". Fue su primer contacto con el mostrador. Del tránsito a la adolescencia le quedan fotogramas del colegio y el instituto, tránsitos que vivió en contextos muy diferentes. "En el Generalísimo Franco tuve unos profesores extraordinarios, pero te daban una hostia a la mínima. Al instituto fui al Diego Porcelos y allí recuerdo a la policía aparcada casi siempre frente a la puerta". Eran los días de la Transición. 

Como hijo de la clase media, pudo ir a Valladolid a estudiar Económicas. Allí, por cierto, asistió a "manifestaciones multitudinarias exigiendo la capital de la región para Valladolid, cosa que no pasaba aquí".

Estaba en eso de terminar la carrera cuando su padre anunció que se jubilaba. Pese a que su hermana, "que ha sido una socia extraordinaria toda mi vida", ya estaba en los negocios de los Ojeda, "por aquello de que era chico parecía que tenía que decidir quedarme en el negocio". Y se quedó. Así que estamos ante un comerciante por vocación, ¿no? "En absoluto. Creo que ni siquiera me gusta demasiado el comercio en el sentido más tradicional". Glup. El ‘grupo’ Ojeda llegó a tener cinco puertas abiertas (barriada de la Inmaculada, calle Vitoria, Obdulio Fernández, avenida del Cid y Reyes Católicos) y una plantilla fija de más de 20 empleados. "Si algo vi venir de lejos desde la Presidencia de la Federación fue que el comercio, tal y como lo conocíamos, se extinguía. Nosotros fuimos cerrando tiendas porque comenzaron a dar pérdidas", continúa. Mantienen operativo el mostrador de Obdulio Fernández y su negocio está concentrado "en lo que siempre fue nuestra principal actividad, que es la venta de pintura industrial". Eso "sigue creciendo", puntualiza.

la efervescencia. Ojeda había salido de España cuando pocos lo hacían. "Mis padres me enviaban los veranos a Francia desde que tuve 16 años", concreta. Aquello le permitió ver un mundo en color con el que "las distancias eran brutales". Acaso a Burgos le costara sacudirse algo de caspa por aquello de que estaba bien incrustada, pero llegó el momento de caminar con paso firme. Ocurrió en los años 90. "Había mucha gente con ganas de hacer cosas. Esta ciudad se dio cuenta de que podía ir más allá del Polo de Desarrollo, la morcilla y esas cosas. Así contacté con la Federación: quería hacer cosas pero colaborando con más gente. Para hacerlas yo solo ya tenía mi negocio". Al frente de la FEC estaba el histórico Julián Campo, que dio el relevo a Carlos Olivares, con quien Ojeda tenía amistad. El advenimiento de las grandes superficies se veía como el Gólgota desde el comercio más ‘conservador’, pero un grupo de minoristas federados intentaron convencer a sus colegas de que lo que hoy es el Centro Comercial Camino de la Plata "era una oportunidad única para hacernos con la gestión de todo el espacio, a través de una sociedad, los propios comerciantes de Burgos". No lograron el apoyo pretendido ("hubo quien lo veía como una amenaza y bombardearon la idea") y al final Auchan se hizo con todo. El cociente de la historia fue que la sede de los comerciantes de Burgos acabó emplazada en un hipermercado. Una cosa muy suigéneris.

La guerra de los hipermercados fue larga y cruda. "La oportunidad de meter un centro comercial en el centro de la ciudad, caso del Camino de la Plata, nos parecía buena. Era suelo comercial, de la Junta, no había que recalificar nada ni problemas con los accesos. Lo que nos daba miedo eran los privilegios, que torcieran las cosas... En definitiva, lo que pasó con otros casos. Nuestro discurso no era contra las empresas, era contra la forma de ordenar. O, mejor dicho, de desordenar la ciudad".

Olivares (Carlos, no Ángel, su hermano, a la postre alcalde de Burgos) se hizo a un lado pero la Ejecutiva de la FEC siguió adelante. "La verdadera potencia de la Federación se la dio un comité ejecutivo" en el que también estaban "Gregorio González, Alfredo Medel, Rafael Pizarro y Lucio Merino". Cuando votaron, decidieron que Ojeda fuera el presidente. "Yo era partidario de una Presidencia colegiada porque soy muy tímido y me daba pánico", pero no hubo salida. "Había gente muy implicada y teníamos un discurso".

Se abrieron otros frentes. Por ejemplo, las manifestaciones contra la Ley del Comercio de José María Aznar. "Sacamos a 8.000 personas a la calle, que no es poca cosa para tratarse de Burgos". Lo dicho, la FEC era un agente social de primer orden. Ya en sus últimos años en la Federación llegó otro asunto espinoso, uno que les enfrentó al poder político más allá de lo que lo habían hecho las circunstancias previas: el proyecto de fusión de las cajas de ahorro de Castilla y León.

"Nos decían que la fusión era un clamor en la región, pero aquí el único clamor que hubo fue el de la gente. Recogimos 40.000 firmas contra ese proyecto que todavía están guardadas en la Federación. Nunca había recibido presiones tan directas como las que recibí aquellos días para que me callara, pero resultó que nosotros no teníamos filiación política e hicimos lo que consideramos que teníamos que hacer". Lo que no evitaron fue la desaparición de Caja de Burgos y Cajacírculo, hoy convertidas en un paquete de acciones de CaixaBank e Ibercaja. "No fue sólo la pérdida económica, que también. Fue la pérdida de la capacidad para retener talento, para ofrecer trabajo cualificado a personas muy válidas. El roto es enorme. Con todo, quiero recordar que sigue existiendo una caja burgalesa que mantiene aquí su sede operativa: Caja Viva".

postales de ciudad. Tiene Ojeda algunas cualidades que seguramente le hayan provocado más migrañas de las necesarias. Por ejemplo, una tendencia irrefrenable a la independencia y a decir lo que piensa. El muy insurrecto. Pero cuando quiere jugar, juega. ¿Cuántas veces te ofrecieron entrar en política? "Es que no me lo han ofrecido". Sí, sí lo han hecho. "Pues tenemos distintas fuentes". Ríe y después admite el juego. "Cuando estás en una cosa de estas (la FEC, se entiende) siempre tienes a alguien que te toquetea, pero nada más". Y hasta ahí.

Pagó el precio de la vida pública, algo que entendió cuando regresó 24 horas al negocio del que tenía que seguir viviendo. "Me di cuenta de que había cosas de las que estaba descolgado, pero también es cierto que el hecho de ser un personaje público te abre puertas. Te da formación personal, aprendes muchísimo de cómo funciona la ciudad y también recibes tu propio pago en vanidad... Pero sí, pagas un precio".

Como amigo del verbo heterodoxo, no tiene problemas en reivindicar a algunos otros personajes públicos con los que compartió espacio en el Burgos de comienzos del siglo XXI. "Admiraba a Ángel Olivares. Y creo que hay una persona hoy muy denostada pero que tenía una visión de Burgos muy clara. Me refiero a José María Arribas, presidente de la patronal FAE. No tengo amistad con ninguno de los dos y Arribas, que no era una persona fácil, ahora está muy mal visto, pero los dos tenían una idea clara de ciudad, y eso es algo que se echa mucho de menos".

También le reparte a la sociedad burgalesa su porción de responsabilidad en cómo la va a la ciudad. Se pregunta porqué "callamos ante cuestiones trascendentales" y luego "por cosas de andar por casa quemamos contenedores, que es algo que a mí no me cabe en la cabeza". Años atrás ya firmó una tribuna en este periódico que ayuda a perfilar a Ojeda. Se anunciaba la deslocalización de TRW y el envío a la puñetera calle a más de 300 trabajadores, amén del daño hecho a dos docenas de empresas que trabajaban con o para la antigua ‘Repa’. "Sí, pregunté de qué nos extrañábamos. Si cuando alguien va a comprar compra lo más barato que puede, que no se extrañe de que cuando alguien vaya a producir intente producir lo más barato que pueda. Mira, la deslocalización del comercio burgalés nos la hicieron los propios burgaleses". Sírvanse ustedes mismos.

Acostumbrado a poner picas en multitud de frentes y coordenadas, este empresario es un notable embajador de las excelencias de Burgos. Se duele de su ciudad, sí. Porque la quiere. Cómo no dolerse pues. "Me encanta esta ciudad. Tiene una calidad de vida excelente, ahora ofrece una buena agenda cultural, una gran industria y una universidad propia, y todo a pesar de los ‘patas ‘de políticos que tenemos en muchas ocasiones. Es una ciudad con un potencial enorme y siento con una pena especial la pérdida de talento. Mira, ninguno de mis amigos de la universidad se ha quedado a vivir en Burgos. Mi hijo mayor ha terminado sus estudios y ya está trabajando en Madrid... Me da la sensación de que a esta ciudad no le sacamos todo el partido que podríamos porque los burgaleses no nos lo creemos. Vivimos un tanto resignados para las cosas importantes. ¿Cuál es nuestro proyecto de ciudad? Sí, tuvimos un Plan Estratégico que era una gran idea, pero si lo prostituyes, lo manoseas y lo instrumentalizas, lo estropeas". En esas suena Vetusta Morla de fondo en el bar en el que nos hemos quedado solos.  Cuadrar el círculo de esta obsesión. Asumir que rendirse no es una opción, proclama la banda madrileña. Cosas.

La invectiva final va de envejecer, de elegir Burgos o no para echar las próximas décadas en esta tierra que imanta y repele con la fuerza de sus ancianas pasiones. "Yo me quedaré, sin ninguna duda. Hay sitios en Burgos que en ciertas épocas me parecen insustituibles. Las dos márgenes del río en otoño, subir a la Cartuja a primera hora de la mañana, el Parral, las Huelgas, el Espolón... Eso no es negociable para mí. Y adoro el Burgos que retrata maravillosamente Óscar Esquivias en esa fantasía onírica que es La ciudad del Gran Rey (la segunda parte de la trilogía dantesca del escritor burgalés), el Burgos nocturno, nebuloso, frío... Eso sólo lo encuentro aquí". Diría Esquivias del otoño burgalés, que Ojeda adora, que ofrece paisajes druílicos. Cuánto de verdad hay en eso.

Y así, sin nostalgia ("veo fotos antiguas de Burgos y me hacen gracia, pero no echo de menos esa ciudad"), la vida sigue y el río fluye. En la margen izquierda como en la derecha.