El rey no pudo mantenerse erguido cuando accedió a la recreación exacta del zulo en el que ETA sepultó en vida al burgalés José Antonio Ortega Lara durante 532 infernales e inimaginables días con sus noches, aunque para el funcionario de prisiones siempre fuera de noche. No pudo ponerse de pie porque Felipe VI es alto y porque aquel inmundo agujero tenía unas medidas perversas, diseñadas para el sufrimiento más salvaje. Lo que el monarca pudo sentir ayer, durante la inauguración del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, fue una elocuente y vívida impresión de agobio y asfixia; en algún momento su rostro, y el de la reina doña Letizia, delataron estupor y espanto. Acaso incredulidad. La víctima del secuestro más largo de la historia reciente de España tiene un enorme protagonismo en la exposición permanente del Memorial, y el zulo es el principal icono, posiblemente el símbolo más poderoso de cuanto en ella puede contemplarse.

Pero aunque el de ETA haya sido el terrorismo que más víctimas se ha cobrado, el que más dolor ha generado y el que mayor impacto político ha tenido en España, este centro nacional es el ‘banco de la memoria’ de todas las víctimas de todos los terrorismos, como explicó su director, Florencio Domínguez, durante el acto oficial presidido por los reyes de España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el Lendakari, Íñigo Urkullu.

(Reportaje completo y fotografías, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)