Diario de Burgos

"Burgos no es una ciudad de derechas, es conservadora"

A.G.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Ignacio Palma es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Palma eligió fotografiarse en la calle Corral de los Infantes, en cuyos portales dejaba propaganda antifranquista durante su militancia en la Joven Guardia Roja. - Foto: Patricia González

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 17 de agosto.

Dice que el día que nació, el 25 de julio de 1957, sonaron salvas en el Castillo, aunque enseguida aclara, entre risas, que no por ese acontecimiento sino porque en algún momento de aquella jornada en la que se celebraba al patrón de España, Franco pasó por la ciudad camino de otro destino y era la forma en la que Burgos le saludaba. Ignacio Palma Barcenilla, profesor -ahora recientemente jubilado-, activista de los derechos humanos, impulsor del antirracismo en Burgos, sindicalista y militante de izquierdas tanto en la clandestinidad durante la dictadura como en democracia, llegó al mundo en pleno franquismo, en aquellos años grises en los que ya se había perdido completamente la esperanza de que el régimen cayera y todo era pleitesía a los representantes del orden establecido: "Me acuerdo perfectamente de ver desde mi colegio, el Generalísimo Franco, los desfiles que celebraban los famosos 25 años de paz y de asustarme con lo que retumbaban las pisadas de los caballos y los soldados".

La memoria le trae la urbe de su infancia como un lugar "triste, serio y rígido", donde no se oían muchas risas "ni siquiera cuando veíamos los teatrillos los domingos en la Flora, donde todo el mundo era muy formal", con los hombres en los bares -"paradójicamente había muchísimos bares de putas por el centro con un farolillo rojo en la puerta, algo que los niños vivíamos con bastante normalidad"- y las mujeres en casa, y con unas calles muy descuidadas y sucias para el parámetro con el que se mide hoy la imagen de las ciudades. Era, en definitiva, el ‘famoso’ Burgos oscuro de los curas y militares "que iban vestidos de curas y de militares" y de las niñeras que paseaban a las criaturas de las familias pudientes, que no era el caso de la suya.

Palma nació en la clínica Rica Cámara, en la calle Molinillo, "que era de pago pero nos salió gratis porque la comadrona vivía en casa de mi abuela y eran amigas" y es hijo de dos personas procedentes del mundo rural -su madre de Sedano y su padre, de La Bureba-, que se conocieron en la Sesa (hoy Barrio del Pilar), el singular asentamiento que se originó alrededor de la empresa Sociedad Española de Seda Artificial, que se había mudado de Valdenoceda a Burgos en la década de los 30. Una vez casada, la pareja se trasladó a una buhardilla de la calle Hospital de los Ciegos y fue por el centro por donde Ignacio jugaba y veía el incansable trabajo de su padre: "Era contable y, como tantos en aquellos años, estaba pluriempleado. Muchas veces le pagaban en especie, recuerdo que en una zapatería de la calle San Pablo le daban pares de zapatos y en la Librería Arce, un montón de libros, que por eso en mi casa siempre hubo muchos".

Reconoce que fue un niño atípico, que prefirió siempre la compañía de las niñas, jugar con muñecas y leer el TBO que compraba por una peseta en un portalillo de la calle Avellanos: "Era callado, tímido e introvertido -algo que se me fue con la entrada en la política- por lo que sufrí mucho bullying. Y quizás por este carácter, los hermanos de La Salle hablaron con mis padres sobre la posibilidad de que fuera al seminario. Reconozco que en aquella época me sabía la misa entera y se la cantaba a mi hermano poniendo un altarcito, era muy religioso, muy espiritual".

Entre sus virtudes no estaba la de ser un buen estudiante, no tiene ningún empacho en reconocerlo, y fue el interés de su padre por que siguiera adelante lo que le hizo compaginar la realización de cursos de Formación Profesional (primero en lo que se conocía como La Filial 2 y luego en el Padre Aramburu), con los de Bachillerato en el colegio Juan Yagüe: "Los amigos me llamaban ‘el balanzas’ porque llevaba en cada brazo los libros de uno y otro centro y estaba todo el día de un lado para otro. Como no podía con todo, finalmente me quedé en el Padre Aramburu haciendo Electrónica".

Es en esa adolescencia tan ajetreada cuando empieza a nacerle la inquietud política, lo que ocurrió de una forma un tanto singular: "Para nosotros, al principio, era como un juego, sin ninguna conciencia, un juego en el que los amigos nos repartíamos los ministerios en los bares -me acuerdo, por ejemplo, de El Abrigaño-, algo que nos hacía ligar mucho con las chicas". Un día, una de aquellas muchachas, de nombre Ana, que resultó que hacía política de verdad (nada menos que en el Partido Comunista Marxista Leninista), le presentó a Valentín Merino, conocido como el Chino Merino, un burgalés que hacía Derecho en Valladolid con el que comenzó a hablar mucho. Varias conversaciones por la Quinta después, Palma se integró en la Joven Guardia Roja (JGR), el ala juvenil del PCE (i), que luego sería el Partido de los Trabajadores de España (PTE).

"Lo primero que me dice -rememora- es que me tengo que buscar un alias y no se me ocurría ninguno. Por decir algo, dije Donato y de apellido me puse del Río, en homenaje a un guerrillero de la sierra andaluza, y así fui el camarada Donato. Repartíamos propaganda política que se imprimía en una casa de la Barriada Inmaculada, tirábamos panfletos en las piscinas, junto a las fábricas, en aglomeraciones como la de la Cabalgata de Reyes, en los Soportales de Antón...

Teníamos un estilo muy depurado y aunque éramos pocos los que hacíamos activismo antifranquista en Burgos -no más de setenta personas-, como nos movíamos un montón y hacíamos de todo parecía que éramos muchísimos". En aquellas hojas volanderas se llamaba a la huelga general política, se explicaba que en otros lugares de España los campesinos protestaban o se levantaban por diferentes causas... "Pero el objetivo último era que se supiera que aquí había gente que se estaba moviendo para que empezaran a cambiar las cosas".

Como consecuencia de esta militancia, absolutamente absorbente, que no dejaba tiempo para nada más y que incluía formar en marxismo a un grupo de chicas "sin ninguna intención de ligar porque eso era pequeñoburgués", ironiza, le expulsaron dos veces del Padre Aramburu, fue detenido en multitud de ocasiones y llegó a pisar la cárcel. "La primera vez que me echaron del colegio fue por declararme marxista cuando un profesor, que era jesuita, me quiso involucrar en la Vanguardia Obrera Juvenil, a lo que me negué y organizamos una asamblea en protesta por el caso de José Luis Cancho Beltrán, el estudiante antifranquista al que la policía tiró por una ventana en Valladolid. La segunda, porque me metieron en la cárcel".

En aquellos tiempos convulsos tuvo la oportunidad de conocer a Antonio García Trevijano, con quien se reunió en Burgos junto a otros miembros de la JGR: "Pretendía que los jóvenes apoyáramos a la Junta Democrática de España, que después se uniría a la Plataforma de Convergencia Democrática dando lugar a la famosa Platajunta. Fue un encuentro muy cordial". Otro de los objetivos de la organización comunista era crear organizaciones legales "para abrir brechas", razón por la que se puso en marcha la Asociación Democrática de la Juventud, bajo cuyas siglas repartía propaganda: "En una ocasión apareció la policía, en concreto el ‘Ojos Lindos’, un secreta que era un cabrón, que nos llevó a la comisaría, donde nos llovieron palos por todas partes aunque luego nos dieran bocadillos del Garilleti. El juez decretó nuestra prisión, creo que porque quería irse de puente. A los 15 días salimos".

Muerto Franco comienza la carrera de Ingeniería Industrial en Valladolid -"un profesor nos dijo que desde la FP podíamos ir a la universidad, creo que fuimos la primera generación que lo hizo"- y se mantiene en el PTE hasta su desaparición, tras lo que deja la política al sentirse "huérfano" y lamentar "el enorme esfuerzo personal que se hizo para que luego aparecieran de la nada otros que se llevaron el rédito electoral; el coste personal de aquello fue muy alto para mucha gente".

Inicios como docente. Vuelve a Burgos y comienza a trabajar en la docencia, además de abrirse a otros amigos, al margen de las militancias: "A partir de ahí generé otras relaciones. Aprobé las oposiciones y me enviaron a Santoña, donde pasé tres años muy felices. Y allí, ya en los años ochenta, fue donde me dio la cosa romántica y me afilié al PCE, de donde llegué a ser secretario provincial aquí". Consiguió su plaza definitiva en el Simón de Colonia.

Tantos años, desde los 15, dedicándose a la política de una manera o de otra, incluso formando parte de listas electorales aunque nunca en puestos de salida -"yo siempre he estado en la cocina"- le dan una perspectiva y un análisis muy interesante de la ciudad: "Burgos no es una ciudad de derechas. Es conservadora, que no es lo mismo. Lo que es de derechas es la representación de la ciudad, la capa externa, los que tienen más relevancia social. En esta ciudad hay muchos movimientos sociales, mucha gente comprometida que no ocupa esa capa tan visible. Burgos es conservadora y ese conservadurismo le viene, probablemente, de la religión y su concepto de la caridad y de ayuda al prójimo, lo que hace que sea una de las más generosas y solidarias de España a pesar de que casi siempre han gobernado partidos situados a la derecha del espectro político".

En los 90 y ya responsable del área de Paz y Solidaridad de Izquierda Unida, es la cara visible de la Plataforma contra el Racismo y la Xenofobia, un colectivo que surge a imagen y semejanza de los que empiezan a aparecer en Francia para frenar los conflictos que provocan las primeras llegadas masivas de inmigrantes: "Hicimos un papel de sensibilización y de vigilancia aunque lo cierto es que Burgos ha sido siempre una ciudad integradora, algo también vinculado a esa forma de ser cristiana y no muy ideologizada de una mayoría de la gente, que es muy tranquila".

Esta labor la compagina con la actividad en CCOO (en cuya ejecutiva estuvo muchos años), la de IU, donde se situaría en Nueva Izquierda -"aunque voté que no a incorporarnos al PSOE porque sabía que nos iban a engullir, como así fue; otros compañeros pensaban que iban a cambiar algo pero el PSOE de Burgos es muy conservador, poco audaz y valiente"-, y la cooperación al desarrollo, en cuyo consejo sectorial municipal estuvo mucho tiempo. Allí pasó de discutir a voz en grito con la concejala del PP Gema Conde a considerarse su amigo. "Este ha sido siempre el gran punto fuerte desde que lo pusiera en marcha Valentin Niño y hemos sido todo un referente que espero que no se pierda. Me dejó preocupado que el otro día en el Pleno el PP se abstuviera porque este partido ha sido siempre el artífice de la cooperación".

Palma -que sigue atento a la actualidad y militando políticamente, ahora en Podemos- llega a la conclusión, tras echar la vista atrás, de que Burgos ha cambiado mucho y que "aunque sigue teniendo sus señas de identidad, como nuestra Catedral y nuestro himno", es una ciudad "más inteligente, más tolerante y a la que ya no se le vende la moto fácilmente".