Diario de Burgos

"Estoy aprendiendo muchas cosas, como un niño de Primaria"

A.G.
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Óscar Medel, de 46 años, tuvo en abril de 2019 dos ictus seguidos y tras nueve días en coma salió adelante. A día de hoy ha recuperado ya el 75% de sus capacidades pero sigue en terapia en la Asociación de Daño Cerebral Adquirido (Adacebur)

Óscar Medel y su mujer, Lorena Rodríguez. - Foto: Luis López Araico

Fue el 4 de abril de 2019. De eso sí se acuerda, pero de poco más. Como todos los días, cargó el camión y empezó a repartir cervezas en los bares de las Llanas. Hasta que empezó a sentirse mal, mareado, con sudores y una fuerte presión en el pecho. Fue justo en el acceso de la Llana de Afuera a la Llana de Adentro, también lo rememora con precisión. "Ahí empecé a notar que algo no iba bien y le pedí al dueño de un establecimiento que llamara a una ambulancia", explica Óscar Medel, de 46 años, ahora bastante recuperado de las secuelas de dos ictus que casi le cuestan la vida. Su mujer, Lorena Rodríguez, recoge en este punto el relato: "A partir de aquí lo cuento yo porque no se acuerda de nada. En aquel momento le atendieron en el hospital de lo que pensaban que había sido un ataque epiléptico porque le hicieron todo tipo de pruebas y no vieron nada en el cerebro. Le dejaron en camas y mientras estaba allí me llamaron para decirme que había sido una disección de la aorta y que había que llevarle a Valladolid urgentemente a operarle de vida o muerte. Como tenían que desconectarle el corazón y conectarle a una máquina, en ese momento tuvo otro ataque". Dos ictus le dieron, el primero por falta de riego y el segundo, por una parada cardiorespiratoria.

Estuvo en coma nueve días durante los cuales Lorena recibía todo tipo de mensajes y no demasiado positivos. "Me decían que no sabían cómo iba a despertarse -de hecho, creo que no se esperaban que lo hiciera tan bien- ni cómo se quedaría pero cuando lo hizo, estaba en bastantes buenas condiciones, recordaba cosas, nos reconocía, tragaba... y de ahí fue todo a mejor", recuerda mientras no puede evitar un suspiro de alivio.

Pero como ocurre en un elevadísimo porcentaje de casos, esos ictus dejaron una huella y no pequeña y no buena en su cerebro. Por eso, Óscar lleva ya un tiempo recibiendo ayuda de la Asociación de Daño Cerebral Burgos (Adacebur) de cuyas terapias se está beneficiando para seguir recuperando memoria, reforzar más aún la atención, mejorar el lenguaje y poder aliviar unos molestos hormigueos que aún le acompañan en las manos.

"En el Hospital San Juan de Dios, al que fuimos cuando le dieron el alta, porque físicamente estaba bien pero se encontraba muy alterado, nos recomendaron ponernos en contacto con Adacebur y ha sido una de las mejores cosas que nos ha pasado. Le recomiendo a todo el mundo que lo haga, para mí fue muy importante cuando pasó todo aquello poder hablar con personas que habían vivido lo mismo y que me entendían perfectamente. Que la gente no se crea que va a estar sola, que no tenga miedo en acercarse a la asociación ", insiste.

Antes de empezar con este trabajo que le está recuperando pasó una larga temporada en el Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral: "Fuimos afortunados no solo porque nos llamaron enseguida, ya que suele haber mucha lista de espera, sino porque estuvimos muchos meses, algo que no suele ser habitual. El ictus le dio en abril y en julio ya estaba rehabilitándose". Y en esas se encontraba -cada vez yendo a mejor- cuando llegó el fatídico mes de marzo de 2020, la pandemia por coronavirus y el decreto de estado de alarma que confinó a todo el país y devolvió a Óscar a su casa. La educadora social de la Adacebur, Mónica Alba, se lamenta en este punto de que con motivo de la pandemia ya no ingresan a nadie allí. "Es una lástima porque se trata de un recurso buenísimo".

Óscar se afanó durante aquellos meses en el centro de referencia en recuperar su vida terapia tras terapia. "Todo el tiempo estaba haciendo algo, ha sido como si fuera un niño que va a Primaria, que tiene que aprender todas las cosas. He ganado mucho en atención, por ejemplo, que es una de las cosas que más me fallaba, que estoy hablando y las cosas se me van; también me trabo todavía mucho y me cuesta encontrar las palabras pero sigo trabajando con ganas". Tercia Lorena para añadir que es muy difícil de explicar qué es lo que le pasa y le echa un cable Inma García, la neuropsicóloga de la asociación: "Todos los movimientos para llevar a cabo una acción que los demás hacemos sin darnos cuenta porque los tenemos interiorizados él los tiene que pensar con anterioridad para hacerlos bien. Tiene que recuperar la función ejecutiva, que es esa capacidad de planificar los pasos secuenciales para llegar a un fin y eso es en lo que estamos trabajando porque conlleva muchas cosas de la vida cotidiana". "Es como si fuera a cámara lenta", apostilla Óscar, que también recibe ayuda del Programa Individualizado de Recuperación e Integración Social de Personas con Discapacidad Sobrevenida (PIRI) de la Junta de Castilla y León y desarrollado por la asociación Aspaym.

Después del susto y a pesar de lo duro de la enfermedad, de sus secuelas y de que aún continúan peleándose contra ellas, esta pareja ha sabido ponerle al mal tiempo buena cara y se ríen cuando recuerdan anécdotas como que Óscar se puso en la cabeza la crema de afeitar: "Yo he tenido que aprender a lidiar con sus peculiaridades, como que nunca tiene prisa", reconoce Lorena, que afirma que su marido ha cambiado... para bien: "Antes tenía mucho genio y era muy impulsivo, ahora es más relajado, no discute tanto, te entiende mejor y se toma las cosas de otra manera. Es como si esto le hubiera apaciguado. Además, nunca ha necesitado un psicólogo, él dijo que se tenía que poner bien por su familia, por su mujer y su hijo -Bruno, de 7 años, que se ha portado fenomenal durante todo el proceso- y nunca se ha venido abajo. Está siendo muy positivo porque siempre lo ha sido".

Esta actitud es una ventaja, sin duda, pero puede no ocurrir en todos los casos. "La mayoría de la gente no suele tener la actitud de Óscar -reconoce Inma García- porque como ocurre con todo, depende mucho del carácter que se tenga previo a la lesión. Por eso cada persona tiene que abordar su rehabilitación desde su realidad y con sus capacidades y llevar a cabo las terapias, porque son las que les ayudarán a salir adelante y a mejorar mucho su calidad de vida".

Lo que más echa de menos Óscar es conducir, por la independencia que le daba y que le permitía hacer lo que más le gusta: ir a su pueblo, a cazar o pasear por el monte sin que nadie estuviera pendiente de él. Pero prefiere pensar en lo de positivo -alguna cosa hay- que le ha traído todo esto.

Ha sido todo un aprendizaje de vida, reconocen tanto Óscar como Lorena. Después del ictus valoran el hecho de estar vivos, la suerte de haber podido solucionar buena parte de los problemas de salud de Óscar y solo piensan en seguir adelante: "Ya no le damos ninguna importancia a las cosas que no la tienen, no hacemos caso de las tonterías", comenta Lorena, muy emocionada y agradeciendo todo el apoyo familiar y de amigos que tuvo en esos días tan duros: "En unos momentos muy difíciles estuve muy acompañada".

El estigma de la covid-19. El daño cerebral adquirido, cuyo día se celebra mañana, es, según explican desde la Asociación Daño Cerebral Adquirido Burgos (Adacebur), una lesión que sobreviene de forma repentina como consecuencia de un accidente o una enfermedad y que irrumpe de forma "súbita y agresiva" en la vida de las personas. La consecuencias son diversas y pueden tener carácter físico, psíquico y sensorial, "desarrollando anomalías en la percepción sensorial, alteraciones cognitivas, en la memoria, o en el propio plano emocional".

Las principales causas de esta enfermedad son traumatismos craneoencefálicos, ictus, tumores cerebrales, anoxias, infecciones y desde hace unos meses, las secuelas neurológicas que deja la covid-19 aunque, como explican tanto la educadora Mónica Alba como la neuropsicóloga Inma García, salvo algunas llamadas que se han recibido no se ha podido trabajar más a fondo. "Solo estamos atendiendo a una familia y nos consta que hay muchas personas". Creen estas profesionales que quizás los afectados y sus entornos no se animan a acudir a la asociación porque cada vez más se está viendo que hay una especie de estigma alrededor de esta nueva enfermedad "que habría que empezar a superar antes de que se extienda".