Diario de Burgos

"Las escisiones políticas son siempre por tonterías"

A.G.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de la ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Pepe Moral, es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Pepe Moral. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

* Este reportaje se publicó en diciembre de 2019 en la edición impresa de Diario de Burgos

stá envejeciendo bien Pepe Moral. Quien fuera durante su etapa de político ejerciente una suerte de enfant terrible para lo que entonces se estilaba en el Ayuntamiento y sobre todo en la Diputación, que en los años 90 del siglo pasado era un espacio profundamente mojigato, gris y clientelar al que él epataba citando en el Pleno frases de canciones de Silvio Rodríguez o de películas como Un lugar en el mundo, de Alfredo Aristarain, o poniendo contra las cuerdas a su presidente, el ya fallecido Vicente Orden Vigara, hablándole de derechos humanos, se ha convertido en un jubilado feliz y reflexivo y en el orgulloso abuelo de Aitana, una parisina preciosa a la que va a ver siempre que puede y con la que indisimuladamente se le cae la baba. Conserva la larga melena, ya completamente blanca, la carcajada sonora y limpia, los ojos seductores y chispeantes, su eterno balanceo "que significa que estoy bien, que estoy feliz" y, como siempre, bajo un aspecto de bohemio y despistado, sigue estando el tipo listo, afilado y al tanto de todo lo que se mueve que siempre fue. El pasado sábado se cumplieron 67 años desde que llegó al mundo en el pobrísimo barrio del Sarchal, en Ceuta, donde viviría apenas unos meses antes de que las circunstancias familiares le llevaran a Tánger (Marruecos), donde creció.

Hijo de Carmen, una malagueña de Ronda, y de Nicanor, un minero asturiano y republicano que estuvo preso en una cárcel que había justo encima de la casa ceutí en la que vivió la familia, Moral perdió a su madre a los pocos meses de nacer, víctima de un tumor cerebral, y también a su padre, que marchó a Asturias con la intención de buscar un futuro para él y volver a por sus hijos, algo que nunca se sustanció por diferentes razones. Quedaron Pepe y su hermana Carmen al cuidado de los abuelos, muy mayores ya, quienes decidieron que los pequeños se criaran con diferentes familias: la de él fue la de sus tíos Salvador y Paca, que se habían exiliado en Tánger con sus dos hijas y a los que siempre consideró sus padres. No fue hasta los 18 años cuando se enteró de que realmente no lo eran, una noticia ante la que aún hoy dice que no sabe cómo se sintió: "Es algo que tengo pendiente".

Su infancia en el barrio tangerino de Dradeb la evoca como un tiempo feliz: "Recuerdo que yo era el único niño español que sabía árabe y que jugaba más tiempo con los marroquíes". En aquella ciudad tan internacional -"una de las más relevantes del mundo, una ciudad- estado, algo inimaginable hoy"- convivió con gentes de todas las nacionalidades y esa mezcla, de alguna manera, creó al hombre que luego ha sido Pepe Moral: "Era un espacio cosmopolita, abierto, plural, sin tabúes y con una moral muy tenue y un ejemplo es que era referente para la comunidad homosexual. Allí fui muy feliz y si volviera a nacer quisiera la misma familia".

Pero lo cierto es que en cuando supo que era adoptado quiso conocer sus orígenes asturianos, en la cuenca minera, en una aldea llamada Carbayín. Para ello marchó primero a Irún, donde vivía una de sus hermanas, para trabajar y ganar dinero con el que poder desplazarse después a Asturias. Fue la primera vez que salía de Tánger, "recorriendo el país entero en un Peugeot 203 como el de Colombo", y la primera vez también que su destino que se encontraría con Burgos: "Desde el barco en Algeciras no paramos hasta Burgos donde comimos en un restaurante que se llamaba La Abadesa, que ahora es un puticlub". Era 1973.

En la localidad guipuzcoana trabajó duro como peón de obra y en un gran almacén "del que se surtían los Pryca de la época" hasta que su hermana decide instalarse en Burgos, circunstancia que él aprovecharía no aún para venir a la ciudad donde luego haría toda su vida sino para dirigirse hacia Asturias, "donde nadie de mi familia sabía que yo existía". Aún así, le recibieron con los brazos abiertos y durante un tiempo se instala allí, comienza su compromiso sindical (en CCOO), vive dos huelgas y es perseguido por la policía. Fue el cura de Carbayín quien en aquellos días le ofrece un escondite y le regala un libro sobre la teología de la liberación para que matara el tiempo leyendo. Le resultó tan sugerente que el religioso le habla de un grupo que en el seminario se estaba preparando para ir a misiones a países empobrecidos y a él se incorpora enseguida: "Así que yo trabajaba en un almacén y estudiaba Teología a la vez porque me quería ir a Nicaragua o a El Salvador. Hasta que me toca ir a la mili, algo que era inconcebible para mí, que era antimilitarista. Así que en el seminario se crea un debate con los curas que estaban allí, que eran progres pero pragmáticos y me decían que tenía que ir porque la condena por objeción de conciencia era de seis años y un día y aquello me hizo romper mis relaciones con ellos, no me parecía de recibo". Aún así siguió siendo creyente, y aún lo es: "No soy ateo, soy un creyente pero particular, creo en lo que fluye de la gente, que lleva a un sitio utópico y el cristianismo es eso, llevar a la sociedad a una construcción utópica, de dignidad, el comunismo de los primeros cristianos".

Después de pasar año y medio vestido de verde en los Regulares de Ceuta se plantea su futuro profesional y a través de su cuñado, que se dedicaba a la compra de grano en los pueblos de Burgos, entra en contacto con unos transportistas de Briviesca: "Me dieron un camión y a correr. En Briviesca teníamos un pequeño grupo del PCE del que yo era el secretario político y llevaba también CCOO. Al poco tiempo se legaliza el partido y me vuelco en la actividad política y sindical. El primer domingo siguiente a la legalización salimos a distribuir un periódico con el titular ‘El PCE, legal’ y la foto de la Pasionaria y me detiene la Guardia Civil, me lleva al cuartelillo y empieza el interrogatorio. Yo les decía que éramos legales, que el periódico también y que llamaran al Gobierno Civil para constatarlo, lo que hicieron después de mucho tiempo; eso daba una pista de lo alejados que estaban ya de la realidad".

Reconoce mucho shock cultural de pasar de la internacional Tánger a la Briviesca de finales de los 70 con dos breves estancias en Asturias e Irún: "Yo vengo de Marruecos y no era de la cultura de la taberna, el vinillo, la partida de cartas, la misa, la Semana Santa, las campanas de la iglesia todo el rato... A ver cómo lo digo, a mí no me entendía ni Cristo pero yo entendía a todo el mundo. Fueron unos años de mucha libertad, de mucho sexo, droga, rock and roll... y política. Montamos unas movilizaciones del carajo allí reivindicando viviendas sociales, el instituto, que no llegaba... y la noche mágica fue ya el 3 de abril de 1979, que el PCE sacó tres concejales y el PSOE, ninguno, un caso único en el mundo mundial (risas) y esto se debió al curro que hicimos en todas partes".

Los años de concejal se le quedaron a medias porque, recuerda, llegó la crisis del partido comunista, la ruptura de Carrillo y fue liberado: "Me hizo permanente del partido, uno de los más jóvenes de la historia, y me hicieron venir a Burgos. Aún así la experiencia de Briviesca fue espectacular porque era un pueblo de 5.500 habitantes entonces pero con una población flotante de casi 1.000 personas haciendo la autopista, con lo que disfruté de un pueblo pero también de la diversidad de la gente que estaba allí, que llegaba de todas partes de España. Aquello fue apoteósico: todas las casas alquiladas, los bares llenos... La época económica y socialmente más potente de los últimos 40 años".

En 1983 repite como candidato por el PCE en las primeras autonómicas pero no es elegido y se viene a vivir a Burgos con el encargo de dedicarse permanentemente a organizar el partido, y tras ocho años de trabajo que califica de "muy cercano a la gente y a las asociaciones", se presenta a las municipales de 1991 en las que sale concejal, ya por Izquierda Unida, junto con Luis Castro: "Por apenas 26 votos no salió Lourdes Martín, que iba de número tres, lo que le hubiera facilitado la alcaldía a Pedro Díez Labín, del PSOE".

Convulsa legislatura. Recuerda que aquella fue una legislatura muy convulsa: "La concepción de la democracia de Peña era muy particular y restrictiva, así que tras la sentencia que lo inhabilita, llega Valentín Niño y el cambio es radical. Niño es de las mejores personas que he conocido en la Corporación: honesto, buena persona, fiable... Uno de los temas de entonces era el debate sobre el Teatro Principal, si convertirlo en oficinas o dedicarlo a la cultura y ahí Valentín dio un paso adelante".

También fue en esos años el único representante de IU en la Diputación: "Intentamos hacer una convivencia diferente, más abierta, más tolerante, más justa, más digna... incluso en las formas: éramos Luis y yo los únicos que no llevábamos corbata, que íbamos como la gente normal. La diferencia entre Vigara y Valentín Niño era enorme porque éste último representaba la derecha moderada, europea, la democracia cristiana, el humanismo...". La forma ‘distinta’ de hacer política de Moral fue premiada por la ciudadanía y en 1995 Izquierda Unida consigue cinco concejales, su techo hasta hoy y un inédito empate con el PSOE, que no le superó en ediles: "Lo más relevante de aquellos años fue el secuestro de Ortega Lara, que marcó la vida de la ciudad y nos tuvo a todos convulsionados, la ruptura de Izquierda Unida a nivel nacional y la creación de Nueva Izquierda, a la que nos pasamos Rosa Eva Martínez, Chus Klett y yo. Esto fue una ruina para la izquierda en el país: las escisiones políticas siempre son por tonterías estratégicas de poder, de protagonismo y lo hunden todo, además hacen rupturas personales, se pierden amigos y la gran familia que éramos se empobreció".

Su apuesta por Nueva Izquierda tiene que ver con el hecho de que él nunca entendió, afirma, "que el PP y el PSOE fueran iguales, como afirmaban las tesis oficiales de Izquierda Unida y que yo no compartía, sobre todo después del fin del felipismo". En las municipales del 99 ya van de la mano Nueva Izquierda y el PSOE y tras la división del voto de la derecha en Burgos por la irrupción del ínclito Álvaro Baeza la izquierda consigue el primer gobierno municipal desde el 79, presidido por Ángel Olivares y en coalición con Tierra Comunera e Izquierda Unida.

"Recuerdo aquella noche de junio como un éxtasis, la terminamos en el Mármedi a las tantas. Y al día siguiente ya estábamos organizando aquello, lo hicimos rápido, tanto, que a los pocos días Olivares -que es el tipo con más cualidades que he conocido yo en política, es inteligente y trabajador-, Diego López Garrido y yo nos hicimos una foto delante del solar de Caballería diciendo que allí iría el Museo de la Evolución Humana. En cualquier caso, no fue una legislatura fácil con cuatro partidos, pero fue bonito porque sobraban ideas, entusiasmo y ganas, a pesar de que se rompiera porque Tierra Comunera exigió más y más poder. Llegué al final exhausto e intelectualmente liquidado. No daba para más".

Los cuatro años siguientes -que serían los últimos que iba a decidar a la política institucional- los pasó en las Cortes como portavoz de las políticas de inmigración del PSOE, al que ya se había afiliado. Cuenta Moral que aún sigue en esa formación porque nunca se cerró el expediente que se le abrió tras ser acusado de doble militancia con Podemos ya que aunque Burgos retiró los cargos el procedimiento sigue abierto y no resuelto en Madrid. En cualquier caso, reconoce que no ha vuelto a pisar por allí. ¿Se considera de Podemos?: "Yo creo que Izquierda Unida, Podemos y PSOE es una misma familia en la que unos son más simpáticos o más listos que otros. Para mí el PSOE nunca ha sido el enemigo, es una parte fundamental de la izquierda, representa valores progresistas y es imprescindible para los cambios en España".