Que dicen que ya se puede votar para elegir a la nueva gigantona de Burgos, elevado puesto al que concurren tres candidatas, dos reinas y una condesa, Berenguela de Castilla, Beatriz de Suabia y Mencía de Mendoza. Berenguela fue suegra de Beatriz, que en realidad se llamaba Isabel, y Mencía era hija del marqués de Santillana, el de la encendida serranilla a la vaquera de la Finojosa que aprendimos de memoria en Bachillerato, ya saben, Moza tan fermosa/ non vi en la frontera/ como una vaquera/ de la Finojosa, pero estos parentescos son curiosidades, sin más, porque sus méritos son otros. Las tres doñas no hacen campaña electoral, así que habrá que bucear en la Historia para saber cuál de las tres tiene más empaque para ser promovida a la altura de gigantona.

-«¿Y usted a quién va a votar?». 
-«Yo no voto, señora mía».

Pues bueno. Tampoco votamos que fuera gigantón Diego Rodríguez Porcelos y nos lo encasquetó la anterior concejala de la cosa festiva, que pretendía acompañarlo de su legítima, una mujer sin nombre ni historia conocida, dando por sentado el mensaje bíblico que dice que no es bueno que el hombre esté solo. Ahora la anónima costilla de Diego ha quedado en la penumbra de la que nunca salió, y se busca una gigantona de relumbrón, que nuestra historia es rica en mujeres que merecen acrecentar le hierática familia de gigantes de cartón piedra. Berenguela, Beatriz o Mencía, esta es la peliaguda cuestión, pues si magnífica reina fue la primera, no le van a la zaga en méritos la segunda y la tercera, aquella causante de la colocación de la primera piedra de la Catedral, y esta, artífice de la capilla de los Condestables. Difícil decisión.

-«¿Y usted a quién va a votar?». 
-«El voto es secreto, señora mía».

Pues bueno.

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