Diario de Burgos

Cuando el abuelo de Puigdemont trabajó en Burgos para Franco

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Francesc Puigdemont combatió con los requetés en la Guerra Civil y después pasó de la España republicana a la sublevada para terminar haciendo dinero siendo el encargado de llevar los alimentos para el rancho en el penal de la Cabeza de Castilla

Francesc Puigdemont, abuelo del expresident de la Generalitat de Cataluña, sobre el que sobrevuela la sombra de la amnistía.

De Amer, el mismo pueblo de la localidad gerundense en la que nacería años más tarde Carles Puigdemont, el sedicioso líder catalán que se halla fugado de la justicia española desde que huyera del país en 2017, escapó también por patas en el año 1939 su abuelo paterno, Francesc Puigdemont. Era otro tiempo, claro: plena Guerra Civil. Ese Puigdemont era pastelero en su pueblo natal, pero cuando se produjo la sublevación militar de julio de 1936 lo dejó todo para alistarse con el bando rebelde, ahí es nada, concretamente con esa suerte de grupo paramilitar que fue el requeté y que tanto apoyó desde el principio a los golpistas, según afirma la historiadora experta en carlismo Conxa Rodríguez. 

Así, como boina roja, participó en varias acciones militares en la zona del Ampurdán, defiende esta historiadora frente a teorías que lo sitúan en el otro bando. Pero lo cierto es que en Cataluña resistió la República casi hasta el final, y el abuelo del expresident de la Generalitat tomó una decisión drástica con tal de evitar regresar a su pueblo, donde temía que pudiera padecer represalias: como haría su nieto muchos años después, el carlista Francesc huyó. Lo hizo a Francia. O lo intentó al menos, ya que fue interceptado en la frontera, donde se le dio a elegir: regresar a la Cataluña aún en manos republicanas o volver por Irún, ya territorio conquistado los sublevados. Escogió ese segundo, destino, según ha contado siempre uno de sus familiares, y con la ayuda de un cura pasó primero a Pamplona y más tarde a Cádiz. 

Fue en tierras andaluzas donde, merced a un amigo que trabajaba en cárceles en las que se hacinaban presos republicanos, recaló en Burgos, Capital de la Cruzada, para hacer lo propio en su penal. Durante muchos meses, y a cambio de un sueldo estupendo, Francesc Puigdemont se encargó del rancho de quienes sobrevivían a duras penas tras los grises muros. Fue la persona que se dedicaba a adquirir los alimentos en la ciudad y llevarlos a las cocinas del penal. Tan bien le fue que, al concluir la contienda, se planteó la posibilidad de permanecer en Burgos y traerse a la ciudad a su familia, que había permanecido en tierras gerundenses. Pero en su ausencia el negocio familiar, la pastelería, seguía dando rédito, y ningún miembro de la familia había padecido represalias. Así que en 1940 regresó a su tierra natal y volvió a ponerse al frente de la pastelería -a la que dio un buen empujón con el dinero que había hecho en Burgos- en la que también llegó a trabajar de mozalbete su nieto Carles, que nunca ha ocultado los orígenes carlistas de su familia.

Francesc llegó a Amer con un buen dinero ahorrado gracias a sus servicios para con el naciente régimen franquista y con dos trajes de Falange para sus dos hijos varones, uno de ellos el futuro padre del expresident. Conxa Rodríguez asegura que Carles Puigdemont no es el único dirigente separatista que tiene familiares relacionados con el carlismo. «Hay familias catalanas que se dedicaron al carlismo durante todo el siglo XIX. Tanto en el carlismo como en el independentismo actual, en la Cataluña interior hay un carácter de linajes y de clanes que de una generación a otra persiste la línea política. Amer, donde nació, creció y se formó Carles Puigdemont había sido el cuartel general carlista en el conflicto bélico por el proteccionismo de la industria y la agricultura catalanas». Así pues, señala la historiadora, el independentismo anida en las zonas geográficas que en el siglo XIX fueron carlistas y se levantaron, al menos, en tres ocasiones contra el poder establecido de los liberales, y que esos vestigios carlistas fueron parte de la formación del expresident de la Generalitat, el hombre fugado a Bélgica tras declarar hace seis años la independencia de Cataluña y el que sobrevuela ahora una posible amnistía.