Acabo de terminar de leer Casi, de Jorge Bustos. Ha sido como abrir una ventana a esas realidades paralelas que nos obstinamos en ignorar a diario, pero que están ahí, invisibles porque la vorágine del día a día nos empuja y porque no tenemos interés en investigar o reflexionar sobre otros mundos.  

Precisamente la lectura de este excelente y crudo relato de los sintecho, narrado con una precisión de cirujano, ha coincidido con el boom informativo de la situación de la vivienda, los alquileres, los apartamentos turísticos… Y de nuevo siento que tratamos siempre los temas que nos afectan con demasiada prisa y ligereza. Los periodistas nos centramos cada vez más en crear titulares que enganchen a la audiencia y escribir textos cortos y llamativos, para que nadie se canse demasiado pronto o pierda la atención; prima la inmediatez, destacar rápido sobre la competencia. Hay poco tiempo y espacio para las historias, la investigación, los matices, la lectura y el sentido crítico. Los formatos de consumo de noticias que están en vigor ahora lo impiden; las noticias se van a consumir principalmente a través de la web o las redes sociales.  

También hay poco interés en las audiencias en profundizar y tener una visión crítica. Tenemos trastorno de déficit de atención sobre la realidad que nos rodea. Consecuentemente, nuestras reacciones como sociedad responden a esa situación. 

Y vuelvo al inicio de la columna: en el libro de Bustos queda claro que está aumentando el número de personas sin hogar en este país; al mismo tiempo, se han incrementado las inversiones de la clase media en inmobiliario para rentabilizar.

Vale, hay muchas casuísticas en la exclusión social: adicciones, prostitución, migración, víctimas de violencia de género… Nada que no se pueda abordar y mejorar. 

Pero difícilmente podremos cambiar el mundo si no nos molestamos en conocerlo y entenderlo mejor.