Diario de Burgos

Un torbellino que agitó la vida cultural briviescana

S.F.L. / Briviesca
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Violeta Odriozola fundó hace 46 años la Asociación de Amas de Casa, hace 40 se convirtió en la primera presidenta del AMPA del instituto e impartió talleres para niños. Ahora es grafitera y crea piezas de cristal Tiffany

Violeta ha devuelto la alegría a rincones apagados de Briviesca con sus dibujos.

Su estatura y elegancia no pasan desapercibidas. Tampoco su buen gusto por la moda ni el color morado de su cabello, que le ha acompañado a lo largo de los últimos ocho años y que no tiene un significado concreto. Si bien, se identifica con el tono y de ello uno se puede hacer idea según atraviesa las 29 puertas de su casa. Paredes, cojines, adornos y prendas de ropa que combinan la calma y estabilidad del azul con la tremenda fuerza y energía del rojo. Las mismas características que han marcado una intensa vida entre el País Vasco, Miranda y Briviesca. 

Hija de Loren 'El Rojo' y Anita 'La Francesona' y fan incondicional de la mexicana Frida Kahlo, símbolo artístico de la liberación de la mujer a nivel mundial, esta ciudadana del mundo de armas tomar que desconoce el año exacto en el que llegó al mundo -algunos documentos dicen que nació en 1943 y otros en 1944 y, ante la duda, pretende celebrar su 80 cumpleaños dos veces, este y al que viene- se asentó en la capital burebana cumplidos los 21 con su enamorado Mariano, al que conoció en Quincoces de Yuso mientras pintaba un lienzo. 

Desde niña derrochó creatividad con la canción, el dibujo y la interpretación, y mientras se bañaba con sus abuelos en la playa de La Arena de Somorrostro soñaba con terminar retratando en los rincones más pintorescos de París. Porque ella nunca se planteó casarse y formar una familia, ella quería emanciparse, ser libre y asentarse en Notre Dame a morirse de hambre a la vez que plasmaba en un cuadro sus sentimientos. Quería ser bohemia y, aunque de distinta manera a la esperada, lo consiguió.

Estudió peritaje mercantil en Burgos «obligada por papá porque vio en mi el hijo que nunca tuvo para llevar la contabilidad de un negocio que costó mucho esfuerzo sacar adelante. Yo lo odiaba y acabé por dejarlo. Una servidora no estaba para eso, más bien lo estaba para fumar de vez en cuando un cigarrito, pintar o cantar, esas eran mis pasiones», rememora. Si bien, nada salió como lo imaginado y un vendedor de licores le robó el corazón en una cita en el monumento al Pastor en plena celebración de las fiestas de San Juan del Monte de Miranda, donde ella residía por aquel entonces. Su rumbo cambió, de las callecitas de la ciudad del amor a las de la capital burebana, que «tampoco estaban mal», comenta entre risas. Durante los primeros diez años se dedicó exclusivamente al cuidado de sus tres hijos, Ana, Mariano y Violetina, y a la tienda. 

Si bien, el nacimiento de su tercer retoño llegó de la mano de un paso muy importante en su trayectoria. Educada en un entorno de respeto y libertad, desde muy joven luchó por las causas justas y en 1977, tras escuchar la conferencia impartida por Carmen Pascual, presidenta de un colectivo de Burgos que trabajaba por los derechos de las mujeres, y con el apoyo de otras compañeras como Concha Vélez, Tere Bárcena o Eli Gómez, fundó la Asociación Amas de Casa. «Mi pensamiento buscaba hacer que la vida en Briviesca fluyera con más naturalidad y que la gente que se inscribía en la agrupación contara con un foro donde hablar. Comenzamos unas 25 y recibimos palos. Nos tachaba de que lo miércoles, día en el que nos juntábamos, nos arreglábamos e íbamos a la peluquería para hablar de anticonceptivos y trapos», narra.

Seis años después se involucró de lleno, al igual que el resto de vecinos de la localidad, en las reivindicaciones para que inauguraran el instituto. «Costó un esfuerzo tremendo pero logramos alcanzar la cifra de 100 alumnos que nos exigían para abrirlo buscando también alumnos en los pueblos de la comarca», añade. En ese momento emergió la Asociación de Madres y Padres de Alumnos, de la que ella también fue su «primera presidenta», grita a los cuatro vientos llena de orgullo, acompañada por Fernando del Campo, Elías Canal y María Antonia Avezuela, entre otros.

Asimismo, participó en la formación de la Coral Virovesca y junto a su amiga del alma, Mariló, formó un gran grupo de más de un centenar de niños ansioso por aprender diferentes disciplinas artísticas. Fueron pioneras y entre las dos impartían clases de pintura, costura, idiomas o manualidades durante más de dos décadas que sus antiguos alumnos todavía recuerdan con cariño. Cantó el famoso Himno de Briviesca un 16 de agosto de 2004 pero no repitió.

Ahora, con unos cuantos años más pero con las mismas ganas e ilusión que siempre por hacer las cosas bien, continúa cantando en el coro y participando en todas las propuestas interesantes que le llegan. Se ha hecho con el título de la única grafitera septuagenaria que ha decorado un muro triste de la ciudad y una ventana vieja con el rostro del gato de su hija pequeña, sigue restaurando muebles y piezas de arte sacro de la iglesia y ha descubierto una interesante afición artística: crear piezas de cristal Tiffany, una actividad que le provoca relajación y saca de su interior la mayor de su creatividad, sin dejar de lado, como no podía ser, el cuidado de sus plantas en la impecable galería de arte oculta entre las paredes de su hogar.