Diario de Burgos

La importancia de un buen comienzo

M.H. (SPC)
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La calidad de la simiente condiciona todo el ciclo del cereal, desde la germinación y nascencia hasta el rendimiento, pasando por el desarrollo vegetativo o la resistencia a plagas y sequías. Por eso es tan importante utilizar semilla certificada

La importancia de un buen comienzo

La campaña de cereal concluida hace apenas un mes ha estado marcada por la grave sequía que sufrió la práctica totalidad de la geografía nacional, así como por los altos precios de los insumos y los condicionantes establecidos por la nueva Política Agraria Común. En circunstancias como estas, los rendimientos finales son más importantes si cabe que otros años para conseguir hacer frente a los gastos extra y conseguir rentabilidad en las explotaciones.

Esos rendimientos finales son el fruto de muchos meses de trabajo, pero todo empieza en un momento clave: la siembra. Y el agricultor sabe que la semilla que se utilice va a condicionar inevitablemente todo el ciclo posterior. Según explican desde la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE), los profesionales del campo son cada vez más conscientes de esta realidad y optan por las garantías que ofrece la semilla certificada. Y eso se ve reflejado en datos inequívocos: en 2010 se registró el dato más bajo desde la campaña 2005/06, con un 20,5% de semilla certificada, y desde entonces las cifras han mantenido una sostenida tendencia creciente hasta alcanzar el 39,8% sembrada en la pasada campaña.

Los agricultores reconocen que la semilla certificada es «garantía» y por ello son cada vez más los que la eligen. Garantía en lo que se refiere a su origen, trazabilidad, homogeneidad, pureza específica, pureza varietal, germinación, ausencia de otras semillas no deseadas en la siembra, sanidad o humedad… Estas características ofrecen al productor algo muy valioso: seguridad. «El uso de semillas certificadas es sinónimo de seguridad a la hora de producir», afirman desde ANOVE, una seguridad que se traduce en «fuerza varietal, elevado nivel de germinación, sanidad de la semilla, trazabilidad, sostenibilidad de los programas de I+D y homogeneidad del lote y de las propias cosechas».

La importancia de un buen comienzoLa importancia de un buen comienzoAdemás, la semilla certificada supone una serie de ventajas económicas y agronómicas importantes para los agricultores. Desde ANOVE explican que «se pueden utilizar menores dosis de siembra gracias a la garantía de una mínima germinación, se invierte menos tiempo en la preparación de la semilla y, principalmente, se hace evidente un aumento del rendimiento, ya que se asegura una buena implantación del cultivo y la reducción de malas hierbas. Y -lo más importante- la semilla certificada es la única que tiene garantizada su calidad por medio de los controles oficiales que realizan las autoridades competentes, lo que permite asegurar su trazabilidad y pureza varietal».

Por el contrario, la adquisición de materiales para la siembra que no están sometidas a ningún control de calidad y sanidad «representa una amenaza y un fraude para los agricultores, ya que no garantiza ni la calidad ni la sanidad de la semilla, comprometiendo la sostenibilidad de la producción cerealista. Además, perjudica a todo el sector al frenar el avance de los programas de mejora para la obtención de nuevas variedades más productivas, más resistentes y adaptadas a las condiciones de cultivo de las diferentes regiones». Por todo esto, «se hace necesario el cumplimiento de la legislación vigente por todos los agentes del sector, evitando que llegue al agricultor material para la siembra que no reúna las condiciones óptimas y que ponga en riesgo la inversión en el desarrollo de nuevas variedades y la producción profesional de semillas certificadas», aseguran desde la asociación de obtentores.

Aparte de la tendencia positiva del porcentaje de uso de la semilla certificada, también viene aumentando año tras año la declaración por parte del agricultor del volumen de grano de reempleo, que él mismo produce en sus propias explotaciones a partir de esa semilla certificada y que utiliza para la siembra de la siguiente campaña. De esta forma, se ha logrado incrementar el porcentaje de material para la siembra cuyo origen es trazado. Los datos ofrecidos muestran la madurez de este sector y la conciencia de cada vez más profesionales en la necesaria investigación, que redunda en la obtención de nuevas variedades.

 

Se retroalimenta.

Un aspecto muy importante del empleo de semilla certificada por parte de los agricultores es que se trata del principal camino para sostener el coste de los programas de mejora de variedades vegetales de cereales en España. Con este incremento en el uso de semilla certificada se potencia el desarrollo de nuevas variedades adaptadas a las condiciones climáticas que se están dando en los últimos años y que no parece que vayan a cambiar. Al comprar semilla o sembrar con lo obtenido el año anterior se paga una pequeña cantidad, en forma de derechos o canon, que se destina a la investigación.

La importancia de un buen comienzoLa importancia de un buen comienzoUna muestra de la importancia que tiene el incremento del uso de semilla certificada por parte del agricultor, que trae como resultado un impulso en el desarrollo de nuevas variedades, se puede visualizar al comparar la evolución en el porcentaje de utilización de semilla certificada con la de la edad media del catálogo varietal español de las dos especies de cereal más cultivadas en España, teniendo en cuenta las 20 variedades más sembradas de estas dos especies. Esta tendencia es similar en especies como la avena, cebada, triticale, guisante, etc.

En el caso de la cebada, se ha pasado en 11 campañas de un 14% de semilla certificada a un 35%. Esto ha supuesto que la edad media de las variedades ha descendido de 16 años a 8, es decir, se ha reducido a la mitad. Algo similar ocurre con el trigo, en el se ha pasado de un 19% a un 36% de semilla certificada mientras la edad media de las variedades usadas bajaba de 14 a 7 años.

Se puede apreciar que, cuanto más usan los agricultores semilla certificada, más jóvenes son esas variedades, es decir, más se investiga y más tipos de semilla nuevos y adaptados salen al mercado. Ambas cosas se retroalimentan, ya que si muchos agricultores utilizan estas semillas, aportan más dinero que destinar a la investigación y hay más centros, públicos y privados, interesados en trabajar en ello dado que el mercado aumenta. Y al aparecer cada vez más nuevas variedades se van desechando antes las más antiguas, cuyas cualidades son mejoradas por las más recientes con el consiguiente incremento de los rendimientos económicos de las explotaciones agrarias.

Esta es la prueba más palpable de que el incremento del consumo de semilla certificada redunda en una mayor inversión en los programas de investigación y desarrollo de nuevas variedades y, por consiguiente, en la aparición de nuevas y mejores variedades que aportarán mayores beneficios a la rentabilidad de los cultivos de cereal. Y ello gracias a las aportaciones de los propios agricultores al comprar semilla certificada o reutilizar la simiente obtenida en la campaña anterior pagando el consiguiente canon.

Aunque estos pagos puedan parecer una zancadilla más en una actividad ya muy ahogada por las circunstancias (costes de producción, bajas cotizaciones...), lo cierto es que apenas suponen un 0,45% de la inversión por hectárea que realiza un cerealista. Según aclaran en ANOVE, de todo lo que se invierte al sembrar trigo o cebada el 37% se lo llevan los fertilizantes; un 21% es para las labores de cultivo (amortización de maquinaria y combustible); un 15% se gasta en herbicidas y fitosanitarios; un 12% en la cosecha y el transporte; y el 15% que queda se lo lleva la compra de semilla. Pero de ese 15%, solo un 0,45% corresponde a esos royalties que van destinados a la investigación y desarrollo de la industria obtentora.

Y en el caso de que en vez de comprar se reutilice parte de la cosecha del año anterior, el canon que hay que pagar es de 14 euros por tonelada usada; teniendo en cuenta que para una hectárea hacen falta unos 200 kilos, sale una cifra de 2,8 euros por hectárea. No parece un precio alto, sobre todo teniendo en cuenta que la semilla certificada da garantías de germinación, rendimiento y resistencia a determinadas adversidades y que además se colabora con todo el sector a través de la obtención de nuevas y mejoradas variedades de trigo y cebada.

 

Más alimentos para todos.

Como consecuencia de la mejora genética realizada por los obtentores vegetales, en los últimos 50 años se ha producido un aumento medio en los rendimientos de las cosechas del 40%-67%, según las especies. Solo en la Unión Europea y a lo largo de los últimos 20 años, a las mejoras aportadas por la obtención de plantas y semillas se debe el 67% del crecimiento anual de la productividad. Para seguir consiguiendo este tipo de mejoras es fundamental dar continuidad a los programas de investigación y desarrollo de nuevas variedades, siendo su eje vertebrador el respeto de los derechos de obtención vegetal que promueve el uso de la semilla certificada y el reempleo legal de granos para siembra.

 

Nuevas técnicas de obtención vegetal.

Respecto a la obtención de nuevas variedades, el sector está expectante. Durante este semestre de Presidencia española de la Unión Europea el Parlamento comunitario debería dejar enfilada la aprobación de nuevas técnicas genómicas. No parece que vayan a poder emplearse en el campo hasta 2026, pero aún así es una buena noticia, ya que esa aprobación generará varias ventajas. En primer lugar, y dados los menores costes de esas nuevas técnicas, abrirá las puertas a este tipo de investigación a laboratorios y centros más reducidos que hoy en día no se pueden plantear afrontar las inversiones necesarias. Como consecuencia de ello, seguramente aumente el número de variedades que salgan al mercado, lo cual supone una buena noticia para el agricultor. Y además esas nuevas variedades tardarán mucho menos en estar disponibles, con lo cual se podrá hacer frente a plagas o enfermedades emergentes que afecten a los cultivos de manera rápida y eficaz.