La ciudad amaneció ayer con la muerte de Juan Mons Revilla, quien siempre habló de sí mismo como de un pintor que había ejercido la Medicina y, más en concreto, la Psiquiatría. Nacido en Santander en 1947, eligió ser burgalés de adopción y en esta provincia desarrolló buena parte de su carrera, tanto la artística como la asistencial. De ahí que muchos médicos, tanto jubilados como en activo, lamentaran ayer su pérdida.

Mons ejerció en los años ochenta como médico rural en Oña, localidad en la que se especializó por puro interés y experiencia profesional como facultativo contratado por la Diputación. Un interés que, según psiquiatras que trabajaron con él, partió de su sensibilidad  artística, que le ayudaba a aproximarse a las personas de una forma especial. Y de ahí que siempre, durante toda su vida, compaginara la pintura (con un estilo también muy personal) con la dedicación al sistema sanitario, aunque no siempre de la misma manera: a la clínica sumó experiencia en gestión.

De hecho, la Diputación lo puso al frente del Hospital Provincial a comienzos de los años ochenta, por lo que en 1985 se encargó del traslado al recién estrenado Divino Valles. En 1993, sin embargo, presentó la dimisión y optó por dedicarse en exclusiva a sus pasión: la pintura y el alma humana. Primero como psiquiatra en nómina de la Diputación y, una vez que se creo el consorcio hospitalario y se integraron plantillas, como especialista del ya desaparecido Insalud.

Quienes lo trataron lo definían ayer como una persona con «una inteligencia muy elevada y con una cultura extraordinaria». Algo que también manifestó en su larga trayectoria como columnista de Diario de Burgos. Otros añadieron a esto su lealtad y compromiso con los amigos y, también, un sentido del humor «un poco británico».