Diario de Burgos

El sueño de comprar un pueblo abandonado

Nerea Díaz (EFE)
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Un conjunto completo en Ribeira Sacra se vende por solo 39.000 euros, muchísimo menos que un apartamento en Madrid

Vista del antiguo poblado del Salto de Castro, en Zamora. - Foto: M. A. Montesinos (EFE)

Son muchos los que se han planteado en alguna ocasión comprarse no una casa en un pueblo, sino la aldea entera o al menos un conjunto rural completo. Llevados por los bajos precios de estas edificaciones en la llamada España vaciada en comparación con los altos costes de solo un apartamento en las grandes ciudades, las zonas abandonadas viven una cierta revolución inmobiliaria.

La realidad es que por bastante menos dinero que un piso en Madrid o Barcelona es posible adquirir una villa segoviana e incluso un municipio completo en la Ribeira Sacra (Lugo).

De hecho, cada cierto tiempo, saltan a las redes sociales ejemplos como el de Matandrino (Segovia), una aldea a la venta por 180.000 euros; pero no es la única, en internet se pueden encontrar otros muchos ejemplos como pueblos enteros en León por 420.000 euros o conjuntos rurales en sitios idílicos como la Ribeira Sacra por solo 39.000 euros.

La España despoblada está en venta, pero lo hace con condiciones, y no está disponible para todo el mundo. Algunas de las aldeas y pueblos abandonados, muchos en ruinas pero otros restaurados, se venden en portales clásicos como idealista.com y también en webs especializadas en activos rurales como la inmobiliaria Aldeas Abandonadas.

La gerente de esta empresa, Elvira Fafián, explica que estos activos tienen su mercado y en la última década se ha cuadruplicado el interés por los mismos. Según sus datos, se ha registrado un crecimiento en las compraventas cercano al siete por ciento en una década, mientras que los precios no escapan a la subida general del país, pues han aumentado más de un 30 por ciento en tres años.

En gran parte, estas propiedades provienen de herencias, aunque también de promotores y cooperativas. La experiencia de Fafián indica que los compradores de estos complejos son muy variopintos y abarcan desde empresas, autónomos, particulares y fundaciones a fondos fondos de inversión.

No obstante, «de 20 llamadas que se reciben finalmente se queda en tres interesados, porque la gente desconoce lo que es el mundo rural», reconoce.