Diario de Burgos

Los quijotes de los Páramos

R. PÉREZ BARREDO / Castrecías
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Los propietarios del molino de viento que hubo en Castrecías, uno de los cuatro que funcionaron en Burgos, reclaman ayuda para rehabilitar esta singular construcción, todo un exotismo en la paramera castellana

Ni torre vigía ni palomar: la ‘torre’ de Castrecías es un molino de viento. - Foto: Patricia

Es un habitante más del pueblo. Se mueve sin parar, con intensidad, barriendo todo el caserío, ululando entre sus calles, ingobernable. Es el viento. «Aquí siempre sopla, siempre. Entra por allí», dice Paz Herrero señalando el perfil abrupto y neblinoso de la Peña Mesa. En Castrecías, comarca de Los Páramos, el viento lo domina y lo condiciona todo. No es de extrañar que, hace al menos dos siglos, alguien decidiera construir allí un molino de viento a la manera de los que están diseminados por La Mancha entre Los Yébenes y el Campo de Criptana. Porque la construcción que aún se erige en este pueblo de la paramera burgalesa es idéntico a aquellos, aunque ya no exhiba las aspas que un día lo hicieron funcionar ni se halle encalado como aquellos, si bien lo estuvo en algún momento, como lo acredita una antigua fotografia en sepia que muestra Paz, en la que se ve esta construcción de todo punto blanquísima.

Es un fabuloso patrimonio etnográfico. De hecho, sólo hubo cuatro molinos de viento en la provincia de Burgos: dos en la capital, un tercero en Villaescusa del Butrón -que ha sido recientemente rehabilitado- y este de Castrecías, cuyos propietarios trabajan por restaurar dándole la importancia que para ellos tiene. Lo están intentando por todos los medios, pero dado lo quijotesco de la empresa, se están dando de bruces con la realidad. «No queremos por nada del mundo que el molino desaparezca. Al contrario, queremos rehabilitarlo», explican.

Sucede que las administraciones los están ignorando. Que no les dan ayuda alguna ni reciben ninguna facilidad para sentar las bases que permitan la restauración de esta edificación tan singular.«Estamos dispuestos a sufragar una parte de la reforma, pero todo no nos lo podemos permitir. Y nos da pena porque creemos que tiene valor patrimonial y etnográfico», subraya Paz. Son Quijotes peleando contra gigantes que no son precisamente molinos, sino esas maquinarias pesadas e insensibles que suelen ser casi siempre las administraciones. «Estamos luchando por ello.Y no vamos a dejar de hacerlo. Llevamos dos años intentando buscar ayudas, subvenciones. Lo hemos intentado con la Junta de Castilla y León, con la Diputación de Burgos. También con nuestro Ayuntamiento, pero nada».

Exhibe Paz un plano de principios del siglo XX (1919) en el que aparece referenciado el molino de viento, que se antoja un exotismo, a la vez que explica que en las últimas décadas el molino se convirtió en una suerte de almacén al que se añadió una nave en la que su suegro guardaba aperos; ahora de nuevo se encuentra el molino exento, si bien el interior del cubo se halla lleno de escombro, ya que todos sus elementos se hundieron hace mucho tiempo; sin embargo, aunque ninguno de los vecinos de Castrecías, ni siquiera los más mayores, recuerdan haberlo visto en funcionamiento, Juanjo Gutiérrez sí tiene memoria de su interior, al que se accede por la puerta de madera original, y de cómo había una escalera de caracol pegada al muro cilíndrico que ascendía hasta la techumbre, que era cónica a la manera de los molinos manchegos.

(El reportaje completo y las fotografías, en la edición impresa de Diario de Burgos de este lunes o aquí)

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