Diario de Burgos
Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Israel y Palestina

16/10/2023

Es verdaderamente lamentable contemplar que, pasando lo que está pasando en Oriente Medio, en este reciente y dramático episodio del conflicto entre israelíes y palestinos en la Franja de Gaza y su entorno, haya quienes ponen por delante preferencias supuestamente ideológicas para introducir matices a lo que es una terrible evidencia y, de esa manera, evitar una reacción contundente de condena.

Los atentados llevados a cabo por Hamás merecen la más dura de las repulsas; constituyen una expresión particularmente cruel de terrorismo y esa debe ser la primera reflexión, porque siempre la primera reflexión debe ser la que resulta favorable al respeto de la vida humana. Que la estrategia, tan prolongada en el tiempo, que ha seguido el Estado de Israel de oprimir y acosar a la ciudadanía palestina concentrada en la Franja de Gaza, hasta convertirla en una especie de reducto apretado, merece también rechazo, no cabe duda. Hasta ahí llegaría esa equidistancia razonable que no se aprecia demasiado estos días. Pero que esta actitud opresora pueda justificar las acciones inhumanas que hemos podido contemplar, no es de recibo. Cada cosa, efectivamente, en su sitio. Como tampoco será de recibo ese tipo de venganza que tiene por objeto privar a la población civil de medios imprescindibles de vida, si es eso lo que pretende hacer Israel contra el enemigo. Una cosa será el derecho de defensa de sus ciudadanos frente a un ataque tan cruel como el que han sufrido, y otra bien distinta la reacción desproporcionada contra personas a las que no se puede imputar una especie de culpa colectiva que lo justifique.

Sería bueno que la comunidad internacional, y especialmente los principales países con influencia directa, jugara a favor de esos mínimos de equidistancia, con exigencias claras de respeto a ambas partes. Pero no es esto lo que suele ocurrir; enseguida se colocan las alianzas estratégicas y los intereses por encima de la razón. Y también en seguida se reconduce el conflicto a la simplificación inútil de buenos y malos, siendo los buenos nuestros aliados, aunque no tengan la razón, y los malos nuestros enemigos, aunque la tengan. Pero en este conflicto no hay buenos y malos; más bien diría que todos son malos, aunque haya ocasiones en que la maldad de uno alcanza cotas tan elevadas que no pone fácil distinguir. Y algo de eso ha ocurrido esta vez.