En el último rumor, es lo último que se transmite desde Moncloa y sus aledaños. ¿Teatro? ¿Estrategia para ver si cede Puigdemont ante la posibilidad de que unas nuevas elecciones abran la puerta del gobierno a Feijóo, que no debe ser el presidente más deseable para el independentismo?

Los interrogantes son muchos y solo se despejarán con el transcurso del tiempo, que no será mucho. En dos semanas se celebra la sesión de investidura de Feijóo, que se presume fallida, y se iniciaría entonces el proceso de la investidura de Sánchez, con fecha marcada por Francina Armengol en función de lo que le pida el candidato y esté dentro de los límites que marca la Ley electoral. En este caso además, la fecha que pida Pedro Sánchez vendrá condicionada por las exigencias de Puigdemont, que se incrementan a medida que se acerca el momento definitivo y de momento insiste en que no habrá apoyo de Junts mientras no se aprueba una ley de amnistía.

Dicho que estamos en pleno periodo especulativo en el que hay que tomarse la rumorología con la máxima cautela, no se puede descartar el escenario de unas nuevas elecciones.

En el PSOE de Sánchez se advierten síntomas de nerviosismo. Preocupa el movimiento de quienes creen que el socialismo auténtico era el que representaba Felipe González, un socialismo de Estado, Para abortar posibles iniciativas en las que expresen su disconformidad con Pedro Sánchez y su equipo, el gobierno ha anunciado que los acuerdos a los que lleguen con Puigdemont -a los que ya habían llegado, pero ahora Puigdemont marca distancias- serán consultadas con la militancia. La "fórmula Pablo Iglesias" con las que el líder de Podemos intentaba justificar decisiones que provocaban malestar profundo, como por ejemplo la compra del famoso chalet de Galapagar.

El futuro por tanto se presenta cargado de incógnitas, pero si hasta hace nada se daba por hecho que Feijóo no salvaría su investidura, que a continuación el PSOE presentaría la proposición de ley de amnistía que exigía Puigdemont y después se celebraría con éxito la investidura de Sánchez, ahora aparece la posibilidad de unas nuevas elecciones. Solo posibilidad, no certeza. No se puede descartar que Sánchez pretenda borrar su imagen actual de político genuflexo ante un tránsfuga buscado por la justicia, y quiera ganar puntos de cara a unas nuevas elecciones; o que pretenda enviar al prófugo el mensaje de que no apriete demasiado con la ley de amnistía no vaya a ser que en unas nuevas elecciones se encuentre con un Feijóo en Moncloa que ponga pie en pared a la amnistía.

En la trastienda de la política actual, en la que se decide quién va a gobernar España, se vive un juego de pillos en el que nada es lo que parece, con filtraciones interesadas con las que se pretende sumar apoyos en la investidura e impedir que los rivales puedan ganar la batalla.

Es el momento de los estrategas.