Diario de Burgos

La Brújula se muere

S.F.L. / Briviesca
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La gasolinera del área de servicio de Monasterio de Rodilla -la única de la N-I entre Rubena y Briviesca- baja la verja al no soportar la pérdida del 90% de clientela en los últimos años; solo el club, un restaurante y el desguace resisten

La Brújula se muere - Foto: S.F.L.

El viento mueve de un lado a otro, sin destino final, las bolsas y botellas de plástico vacías que algunos de los viajeros que decidieron hacer un alto en el camino en el área de servicio de La Brújula no se molestaron en depositar en las papeleras que aún aguantan en pie. Como si de bolas del oeste se trataran, dicen mucho más que cualquier diálogo. Describen un lugar abandonado, triste, desolado, que no invita a detenerse. Atrás quedaron esos años boyantes en los que este punto estratégico ubicado en plena N-I en el que todo burgalés y transportista ha parado alguna vez a comer, comprar, descansa o repostar, perdió su alma a la par que liberalizaron de peajes la AP-1.

Antaño, una estampa habitual del lugar correspondía con los inmensos aparcamientos repletos de camiones, furgonetas y turismos aparcados, una extensa cola de vehículos esperando su turno para reponer de gasolina o gasóleo los depósitos o simplemente familias, grupos de amigos o individuos solitarios disfrutando de un buen almuerzo en los locales de hostelería que funcionaban o en las zonas destinadas para ello. Esto solo se mantiene vivo en el recuerdo de los empresarios que gestionaban los negocios que entonces operaban, ya que a más de la mitad fueron condenados a muerte, el último, la gasolinera. 

Después de tiempo de luchas incansables, la carretera quedó libre. Fin a los gravísimos accidentes registrados y a las retenciones provocadas por los miles de conductores que a diario circulaban por ella. Pero fin también a las ilusiones de los emprendedores que durante años trabajaron y pelearon por sacar adelante sus negocios, a pesar de que acechaba una muerte anunciada. José María, empleado de la estación de servicio, finalmente ha perdido su empleo después de una caída en picado sin remontada que comenzó hace más de cinco años.   Los más de 300 clientes que atendía a diario previo a la apertura de las barreras de la autopista se redujeron como mucho a 30, un cambio de tendencia que le ha resultado imposible soportar. En su momento destacaba la cantidad de camiones que llegaban a reponer combustible, en torno a 50 diarios, a diferencia de los transportistas que paraban en los últimos tiempos a descansar o utilizar el baño.

A finales del verano de 2019, los trabajadores del área de servicio ya calculaban que el 80% de los empleados se habían quedado sin empleo tras el estallido de la crisis económica española en 2008 y comentaban que en una década habían pasado de estar aproximadamente 130 contratados repartidos en seis establecimientos a 28. El remate llegó el 1 de diciembre de 2018, pero el hostal-restaurante Hermanos Gutiérrez, que mantiene su fiel clientela, el desguace y el club para adultos han conseguido esquivar los 'baches' de una silenciosa carretera.

Un deterioro progresivo. Con solo desviarse unos metros de la N-I y estacionar durante pocos segundos uno es consciente de la situación de abandono que presenta el desangelado lugar. A las papeleras repletas de residuos depositados desde hace meses se unen las pocas zonas verdes que lo rodean. Restos de comida, latas, bolsas de basura, material de obra e incluso lo poco que queda de un inodoro serán los acompañantes de aquellos que apuesten por estirar allí las piernas, aunque deberán tener cuidado. Corren el riesgo de meterlas dentro de uno de los grandes socavones que invaden la calzada y de los que solo se ocupan los dueños de los más cercanos a sus locales.

«Siempre paro porque aquí se come muy bien». Javier monta en su camión aparcado en las inmediaciones del hostal-restaurante Hermanos Gutiérrez con la energía suficiente para continuar con los kilómetros que le quedan por delante antes de acabar la jornada laboral. Es de los muchos transportistas que siempre que puede entra a degustar uno de los sabrosos y económicos menús que elaboran en el único local de hostelería que ha sobrevivido a los duros varapalos generados tras la liberalización de la AP-1, el 1 de diciembre de 2018. 

«Siempre paro porque aquí se come muy bien. Ofrecen variedad y el trato es buenísimo. Vengo desde hace muchísimos años y me siento como en familia con los dueños. Palabra de camionero», declara con gracia antes de emprender el viaje. 

Los años de servicio garantizando siempre la mejor opción hacen que el negocio mantenga la clientela de hace décadas, cuando cocinaban cientos de platos diarios, y el aparcamiento siempre está repleto de camiones, furgonetas y coches en las horas puntas del día.