Diario de Burgos

Rebelarse por el acuerdo y la concordia

J.M.P. / Burgos
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El expresidente del Senado Juan José Laborda deja su puesto en el Consejo de Estado a los 75 años. Compañeros de partido, rivales y periodistas bregados en la crónica parlamentaria loan su talla intelectual y su afán por el consenso

Juan José Laborda, fotografiado junto a la entrada al campus del Hospital del Rey de la Universidad de Burgos. - Foto: Alberto Rodrigo

En estos tiempos, en los que sólo se acentúa la polarización y la diferencia entre ciudadanos y territorios, es oportuno escuchar a todos aquellos que pretenden reconstruir los puentes que un día hicieron posible unir orillas separadas por un mar de recelos y de odio. Cuando España recuperó las libertades, tras cuarenta años de dictadura, fueron necesarios muchos arquitectos que se encargaron de poner los cimientos de un nuevo país sobre los pilares del acuerdo y el respeto al diferente. Entre esos edificadores de consensos brilla la figura de Juan José Laborda. El político socialista, bilbaíno de nacimiento, pero arraigado en Burgos -provincia por la que fue senador desde la primera legislatura, en 1977, hasta 2004-, ha dejado, a sus 75 años, su cargo en el Consejo de Estado. Una excusa para que compañeros de partido, rivales ideológicos y periodistas, representantes todos ellos de la 'Generación de la Transición', invoquen su figura y su trayectoria. 

Alianza entre desiguales. 150 personalidades; políticos (expolíticos para ser más concretos) de diferentes partidos, representantes del mundo de la comunicación, catedráticos de universidad y juristas, participaban hace unos días en un homenaje al expresidente del Senado. Un encuentro donde se ensalzó de Juan José Laborda su tenaz y decente defensa de la Constitución, además de ponerle como ejemplo de bonhomía y responsabilidad institucional, esa que en la España de 2023 muchos consideran que urge rescatar. 

Entre las participantes se encontraba la exministra de Asuntos Sociales Matilde Fernández. La política socialista, además de presumir de amistad con Laborda, destaca de él que es una persona muy rigurosa, «algo que es muy importante en el mundo en general y en la política en particular. Es alguien que guarda silencio, que escucha y que cuando habla lo hace con argumentos. Siempre le he visto rodeado de colegas del mundo de la judicatura, del derecho, historiadores... Ese era su mundo y la experiencia de trabajo con ese mundo la trasladaba y compartía con los demás».

El carácter de políticos contemporáneos de Laborda se forjó en una España gris, donde la libertad estaba secuestrada. Fueron dirigentes que cuando comenzó a amanecer la democracia se propusieron romper con el pasado, con la dictadura; gente que sabía que para conseguirlo tenían que dialogar, escuchar y consensuar. Tres verbos que conjugaba de corrido el exsenador burgalés para después convertir los acuerdos en leyes, normas que fuesen respetadas en aras a garantizar la convivencia. 

Para Matilde Fernández, es importante que los políticos que están ahora en vanguardia echen una mirada al pasado y tomen nota del buen hacer de aquella gente, «que en lugar de encrespar los ánimos vean que lo importante es reducir el conflicto y buscar el pacto a través de la alianza entre desiguales». 

Desde la discrepancia ideológica, el expresidente del Senado y de la Junta, Juan José Lucas, destaca que su tocayo Laborda representa lo mejor del socialismo de la Transición. «Es un hombre que ha aportado mucho, no solo al Senado y a España, también a Castilla y León, donde fue redactor del primer proyecto preautonómico y tuvo una participación muy activa en el propio Estatuto de la comunidad. Nuestra tierra le tiene que estar profundamente agradecido». «Es un buen político y una mejor persona», afirma Lucas, quien pone a Laborda como ejemplo de alta política y de servicio a la sociedad frente a los políticos actuales «que son amigos o enemigos».

Otro expresidente de la Cámara Alta y ex secretario general del Partido Socialista en Álava, Javier Rojo, que ha compartido muchos años de vida política con el exsenador burgalés, lo tiene claro: «yo a Juanjo le tengo respeto, admiración, y sobre todo me parece una buenísima persona. Ha sido alguien que ha defendido sus ideas con mucha vehemencia, pero siempre ha guardado el respeto, entendiendo que la libertad de uno termina donde empieza la del de enfrente». El exparlamentario vasco echa de menos en estos tiempos tan convulsos a gente como Laborda, que se dedicaba «a poner puentes de entendimiento para la convivencia». Rojo no quiere dejar de lado su gran preparación intelectual. «Es una persona muy respetada por todos. Algo que no es muy común».

Su labor de análisis, de estudio y propuestas sobre los distintos problemas territoriales de España y de reforma e impulso del funcionamiento de las instituciones ha sido encomiable, tal y como destaca María Antonia Martínez, la primera mujer que presidió una comunidad autónoma en España. La expresidenta de Murcia, trabajó codo con codo con Laborda durante muchos años y destaca, por encima de todo, su calidad humana. «Es una persona entrañable en la cercanía, cariñosa y considerada como fue su compañera de vida durante tantos años, su esposa Ana Martínez, pues ha sido un fuerte pilar que le ha sostenido, junto a su familia, y le ha permitido tan intensa actividad política». 

La exdirigente socialista valora asimismo su capacidad y eficiencia en la dirección y gestión de los distintos equipos humanos que le ha tocado desempeñar, como portavoz de los grupos parlamentarios socialistas en las Cortes de Castilla y León y en el Senado -con gobiernos del PSOE y del Partido Popular- y como presidente de la Cámara Alta. Aunque a Juan José Laborda no le gusta ser ejemplo para nada, apostilla Martínez, «sin duda lo ha sido en el Senado para toda una generación de hombres y mujeres dedicados a la política, pues ha sido todo un maestro en la forma y el fondo de tratar los asuntos políticos y parlamentarlos». Hoy, añade, no abundan especímenes políticos como él. «Aunque no soy de las que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor sino, bien al contrario, que cada tiempo político tiene sus propias dificultades y que hay que ser respetuosos y solidarios con quienes les toca gestionarlas, políticos del talante de Juan José Laborda Martín podrían contribuir a mejorar el clima político actual».

Al asistir a la deriva que ha tomado en los últimos tiempos la política patria, y en especial el rumbo de aquellos partidos nacionalistas que un día fueron moderados, es relevante prestar atención a las opiniones de Miquel Roca. El que fuera líder de Convergencia, y uno de los padres de la Constitución, considera que Juan José Laborda «es un claro referente de lo que representó la Transición en España. Su estilo dialogante, su capacidad para atender posiciones diversas, su obsesión en construir puentes, lo definieron como una voz clave en todo lo que representó aquella época». Aunque no coincidió con él en el ejercicio de su condición de presidente del Senado, es consciente de que desarrolló su función «con un talante integrador, respetando los derechos de las minorías». Reconoce que «sería muy conveniente que en la actualidad se dieran más perfiles como el de Laborda. Lo importante no es la diferencia, lo importante es saberla respetar. Discrepar, pero hacer posible la expresión de la discrepancia».

Olvidar el cainismo. Los años en los que Laborda y otros políticos como él tuvieron que trabajar por afianzar las estructuras democráticas en España fueron contados y diseccionados por periodistas que también forman parte de la 'Generación de la Transición'. 

Eran tiempos apasionantes, sobre todo para cronistas como Miguel Ángel Aguilar. Historia viva del periodismo español, Aguilar destaca la capacidad probada del exsenador burgalés de atraer a gentes de diferentes orígenes ideológicos y políticos que construyeron «un nuevo orgullo para nuestro país, que no estuviera basado en la humillación de nadie. Esa es la base de la Transición, cuando dejamos de afiliarnos al cainismo y empezamos a afiliarnos a la concordia y la reconciliación. Fue entonces cuando terminó de verdad la Guerra Civil. La paz no llegó en el 39, empieza con la Constitución del 78». 

«Yo creo que de ese espíritu de reconciliación, de concordia, de entendimiento, de consenso, de sumar voluntades, está muy provisto nuestro Juan José Laborda, no del encabronamiento colectivo, que es lo que se nos da tan bien a todos», apostilla el veterano columnista, curtido en mil batallas parlamentarias.