Diario de Burgos
Editorial

Es necesaria otra política monetaria

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La moderación en crecimiento de los precios en España constituye una llamada de atención a los halcones económicos del Banco Central Europeo (BCE) sobre su hoja de ruta de aumento de los tipos de interés para contener las tensiones inflacionarias de la economía. Es cierto que los datos conocidos son insuficiente para un drástico cambio de rumbo, ya que se refieren únicamente a uno de los países grandes del euro y, además, revelan que la inflación subyacente se mantiene aún en niveles altos cuando no alarmantes. Pero también lo es que el encarecimiento de la vida no tiene tanto que ver con desajustes estructurales en el sistema productivo, especialmente falta de competitividad, sino en aspectos más coyunturales como es la falta de materias primas derivada de la guerra en Ucrania o de los cuellos de botella logísticos del mercado internacional.

Cualquier política contra inflacionaria tiene, entre sus efectos inmediatos, un enfriamiento de la economía y una ralentización o destrucción de empleo. Seguir aplicando en el contexto internacional las medidas drásticas tradicionales no puede, sino, debilitar a los estados europeos que en estos momentos libran un doble conflicto global: una guerra con Rusia, a través del apoyo a Ucrania, en la que se juega el futuro geopolítico de la zona; y una ofensiva industrial de su principal aliado, Estados Unidos, más ágil en la aplicación de medidas favorecedoras de la innovación y el desarrollo de los sectores productivos, que amenaza con hacer perder a los europeos el tren de la transformación económica.

El Banco Central Europeo se juega su credibilidad en el cumplimiento de su principal objetivo, que es el control de los precios, pero como cualquier medida de política económica, su actuación no puede separarse de su contexto – con algunos países como Alemania en recesión- lo que invita a una política monetaria con más matices y flexibilidad. También deben estudiarse las razones de la tardanza en trasladar a la economía real las decisiones del regulador, de modo que puede producirse la paradoja de que las subidas de tipos no tengan efecto en la inflación futura – que podría darse por controlada en unos meses – pero sí acentuar más la recesión económica que algunos países empiezan a vislumbrar, añadiendo a los problemas geopolíticos actuales otras dificultades de carácter económico y social.

Aunque la subida de tipos sea la medida más rápida y eficaz para contener la inflación, no es el único. En este sentido, cabe reprochar a la Comisión Europea, tan hiperactiva en otros aspectos de política económica, la falta de medidas dirigidas a la contención de los precios, tales como una estrategia ambiciosa de compras conjuntas (uno de los fracasos de la reacción a la guerra de Ucrania), la elaboración de directrices que introduzcan más competencia en los mercados y el planteamiento de mandatos claros y contundentes a los estados miembros para adoptar medidas que favorezcan la competitividad de los sectores.