Diario de Burgos

Redefiniendo el procés

Roger Mateos (EFE)
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Con el socialista Salvador Illa disparado en las encuestas, el independentismo aparca las proclamas a favor de otra declaración unilateral para intentar ganar votos con la gestión interna

El expresidente catalán Carles Puigdemont aspira a conseguir una ventaja suficiente para que no se discuta la hegemonía de su formación - Foto: David Zorrakino (E.P)

A falta de una semana para que Cataluña decida su futuro en las comicios del 12 de mayo, el independentismo está experimentando una paradoja: carece de fuelle para culminar el procés que quedó encallado en 2017 pero nadie ha conseguido enterrarlo por completo hasta ahora. Una situación que está obligando a JxCat y a ERC a inclinar su hoja de ruta hacia un mayor gradualismo para adaptarse a la desmovilización.

Uno de los eslóganes más repetidos por el candidato del PSC a la P?residencia de la Generalitat, Salvador Illa, es su apuesta por «pasar página» y «dejar atrás 10 años perdidos». Una idea que firman también -aunque con recetas muy distintas de las de los socialistas- el PP, Vox y Ciudadanos.

¿Servirán las elecciones catalanas del 12-M para finiquitar el procés? ¿O pueden representar su relanzamiento de la mano de un Carles Puigdemont decidido a volver a Cataluña en junio o de ERC?

Tras unos años de resaca por los acontecimientos de 2017 y sus consecuencias judiciales y ante la paulatina desmovilización del independentismo en la calle, las proclamas a favor de una declaración unilateral de independencia (DUI) han desaparecido de los programas de ERC y JxCat. Tampoco la CUP insiste en ello, ya que prefiere marcar perfil con otras reivindicaciones como las socioeconómicas.

El 12-M, Puigdemont aspira a conseguir una ventaja suficiente para que no se discuta la hegemonía de Junts y, a partir de ahí, tender la mano a ERC para recoser la unidad. Las tensiones entre las dos principales fuerzas independentistas vienen de muy lejos y con el procés se intensificaron porque ambas luchaban por el dominio de este espacio, pero la cuerda que las unía por su objetivo común se rompió en octubre de 2022, cuando JxCat abandonó el Govern de Pere Aragonès. En las filas republicanas no se creen las apelaciones a la unidad de Puigdemont y el aún líder de la Generalitat, que siempre rehuía el choque con JxCat, ahora se prodiga en reproches hacia el candidato de Junts por centrar la campaña en su retorno a Cataluña y no ofrecer propuestas tangibles.

Una vez pactada la Ley de Amnistía en Madrid, el cabeza de lista de ERC a la reelección hace hincapié en dos propuestas que a finales de 2017 se consideraban casi heréticas, pura pantalla pasada: un acuerdo sobre las bases para celebrar un referéndum de autodeterminación pactado con el Estado y una financiación autonómica singularizada para Cataluña.

Pese a las apelaciones retóricas a no renunciar a la vía unilateral, lo cierto es que Junts también la ha aparcado: invistió con sus votos a Pedro Sánchez y, para las elecciones del 12-M, aunque la independencia sigue siendo su horizonte, Puigdemont promete una mejor gestión del autogobierno y plantea propuestas más gradualistas, como cancelar la deuda pública de la Generalitat con el Estado.

¿Hacia un cuarto espacio?

Hasta ahora, los intentos de consolidar un cuarto espacio independentista -más allá de ERC, JxCat y CUP- no han acabado de cuajar, a excepción del breve paso de Solidaritat Catalana per la Independència por el Parlament entre 2010 y 2012.

Quien quiere intentarlo el 12-M es la exconsellera y eurodiputada Clara Ponsatí, que se presenta por Alhora tachando de «autonomistas» a Esquerra y JxCat a pesar de que las encuestas vaticinan que se va a estrellar.

En cambio, los sondeos sí detectan que quien puede dar la campanada es Aliança Catalana, formación de extrema derecha independentista liderada por la alcaldesa de Ripoll (Girona), Sílvia Orriols.

Dos escenarios endiablados

Después de lograr un hito en las elecciones de 2021 -mayoría absoluta de votos (52 por ciento) y escaños (74)-, el independentismo podría perder la mayoría en el Parlament catalán, según manifiestan varios sondeos, entre ellos el último del CIS. Este panorama abriría las puertas de la Generalitat a un PSC que podría buscar un pacto con ERC y comunes.

Por otro lado, también existe otro escenario hipotético que sería endiablado para las fuerzas independentistas: disponer de mayoría absoluta, pero que quede supeditada a los diputados de Aliança Catalana, lo que de facto haría inviable esta mayoría, ya que Aragonès se negaría a ser investido con sus votos y Puigdemont, casi con toda seguridad, tampoco podría serlo porque ERC y la CUP rechazarían formar parte de la ecuación.

Mientras, la incertidumbre se cierne sobre la región a solo unos días de conocer su nuevo dirigente.