Diario de Burgos

Adiós con el corazón

DIEGO PÉREZ LUENGO / Burgos
-

El Cordobés se despidió de su plaza a hombros después de una tarde llena de homenajes y tributos a uno de los grandes héroes del pueblo

Los Gamones no faltaron a su ya tradicional entrega de tarta de cumpleaños a El Cordobés, que invitó a salir a Fandi y Cayetano para acompañarle. en su homenaje. - Foto: Jesús J. Matías

Entró como un héroe. Like a Rolling Stone. Como quien entra en su casa sabiéndose el camino. Y en ese camino le esperaban todos los amigos que había ido sumando a lo largo de los años. También conocidos. Curiosos. Simpatizantes. Personas que tienen un pedacito de El Cordobés en su corazón. Y que Manuel guarda también en algún lugar especial. Porque al final son muchos años. Muchas alegrías. Mucho cariño. Y es un burgalés más. Hace años que no conoce su cumpleaños lejos de esta tierra. Y eso marca. 

El Cordobés ha sido el reclamo absoluto en los carteles de esta feria que se va. Todos querían estar en su adiós y en el patio de cuadrillas eso se notaba. El lleno de no hay billetes hacía complicado moverse con soltura. Y cerca de Manuel era una locura. Una nube de cámaras le acompañaba allá donde iba. Había ansia por pararle. Por desearle suerte. Por tocarle. Por recibir una mirada del que ha sido uno de los matadores más carismáticos de las últimas décadas. Para poder contarlo. Para poder sentirlo. Y ahí caminaba con su traje tabaco y oro, porque Manuel siempre ha sido torero. Quizá no sea el que convenza a los puristas, ni al aficionado, pero va mucho más allá. Trasciende mucho más.

Desde el primer olé con el capote se vio que se le quería sacar a hombros. Qué menos. Y se fue al calor de las peñas. A los tendidos de lo que antes era el sol. Al bullicio. A la fiesta. Donde él se gusta de verdad. Donde hace disfrutar. Reír y llorar. No se guardó nada. Hizo hasta el salto de la rana. Ese que la edad le había ido coartando, hasta que ayer volvió a explotar. Tenía que ser ayer. Y tenía que ser en Burgos. El destino le había preparado un toro con el que despedirse por todo lo alto. Porque a veces, ese ser misterioso y caprichoso tiene sensibilidad. Y las dos orejas, pese al pinchazo, no las discutió nadie. Porque aquí, Manuel, es como Morante en Sevilla. Pero más de espectáculo. Más en la idiosincrasia de una plaza que necesita de estos toreros para sobrevivir. Porque el toreo es del pueblo y  él es el héroe del pueblo. 

La vuelta al ruedo fue un clamor. Un adiós con el corazón después de comer la tarta que le habían preparado los Gamones. Porque las buenas costumbres no hay que perderlas. Acompañado de su cuadrilla, paseaba las dos orejas. A cada paso le caía una flor. O un ramo. O las gracias desde el corazón. Y por la puerta grande Manuel, dejaba a Burgos huérfana de El Cordobés.