En el golf, la posición lo es todo. Tener un buen swing es clave para superar la etapa de principiante, pero son muchos los detalles que hay interiorizar para que la ejecución se asimile a la idea. La apertura de las piernas, la inclinación del cuerpo, cómo flexionar las rodillas, la delicada posición de las manos... nada puede fallar y eso lo sabe muy bien Andrés García Bravo gracias a que su caddie, Luis, siempre está detrás, aconsejando. «Mi padre es quien me dice cómo tengo que hacerlo. Me dice dónde está la derecha y la izquierda, que pegue los brazos al cuerpo, que no mueva la cabeza... Me da buenos consejos», explica el nuevo subcampeón de España de golf adaptado, cuyo trabajo, rigidez y constancia le permiten destacar en el green.

La pasión de Andrés por el golf no es fruto de la casualidad. Su padre, su madre, su hermano y su hermana siempre han practicado este deporte, en el que hizo su primer intento allá por 1999, recibiendo unas clases. Sin embargo, durante mucho tiempo apostó por practicar diferentes deportes de equipo como el baloncesto o el fútbol, aunque también disfrutaba con la natación, el ciclismo o el esquí. No fue hasta la pandemia que se vio obligado a abandonarlos. La compleja situación social, sumada a sus problemas de visión, de oído y de equilibrio hicieron del golf la solución perfecta. 

«Aunque al principio le decía a mi padre que no me gustaba, ahora sí», confiesa Andrés, cuyas jornadas matutinas de práctica le resultaban maratonianas en un inicio. Sin embargo, las cuatro o cinco horas en las que cada miércoles entrena en Lerma ahora son inexcusables. Mucho tiene que llover o nevar para que posponga la sesión.Esa tenacidad es la que ha convertido a este burgalés de 39 años en medalla de plata a nivel nacional. 

(Reportaje completo, en la edición impresa de hoy viernes de Diario de Burgos)