Diario de Burgos
María Albilla

Plaza Mayor

María Albilla


Tiempos modernos

20/07/2023

En mi casa no hay más religión que la dylanita y por eso esto hoy va de homenaje. A mi consorte, porque lleva toda una vida descubriéndome a Dylan, y al propio Bob, que este verano ha estado en nuestro país en la que quizás haya sido la última oportunidad de verle por aquí. 12 conciertos en 17 días con 82 primaveras que le contemplan. Ahí es nada. Lo cierto es que ya nadie -o, bien dicho, casi nadie- espera escuchar de su boca Like a rolling stone o Forever young más allá de que algún músico callejero toque sus temas más famosos a la salida de los conciertos. Los suyos se han convertido en magníficos recitales con unos músicos de primer nivel que ejecutan a la perfección cada acorde rodeando al bardo de Minnesota a modo de ritual mientras él ocupa un escueto espacio en un escenario minimalista.

Pero hay quien ve incomprensible que no dé el espectáculo de masas que se esperaría de una gran estrella. Dylan, que probablemente sea el músico vivo más influyente y más reconocido del mundo -tiene en las vitrinas de su salón el Nobel de Literatura, el Príncipe de Asturias de las Letras, un Oscar, y una decena de Grammys, por citar solo los más significativos-, sigue teniendo detractores. 

Bueno, tampoco le entendieron en el 66, cuando en Mánchester un seguidor le gritó ese mítico «Judas» por tocar su repertorio acompañado de un grupo eléctrico. Entonces, como hoy, él siguió su propio instinto. Si hubiera hecho caso a esas críticas, se habría quedado anclado en sus canciones protesta en un formato acústico y nada en la música sería tal y como lo conocemos hoy. 

No, Dylan no toca en sus conciertos sus canciones más famosas, pero es capaz de hacer infinitas versiones de sus temas, y tiene más de 600. Para él la manera de adaptarse a estos tiempos modernos es regalar una experiencia única. Por eso prohíbe el uso de teléfonos móviles al público. Como ya cantaba en 1964... «que nadie critique lo que no puede entender».