Diario de Burgos

Postales de África

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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La asociación Arlanza y el colegio Campolara realizan por primera vez un voluntariado para chicas en Uganda. Las adolescentes dieron clase en un colegio, repartieron comida y visitaron un centro oncológico y un orfanato

Postales de África - Foto: db

La idea de que se hiciera un voluntariado en el extranjero partió del capellán del colegio Campolara, Javier Vega y primero se la propuso a las alumnas de 1º de Bachillerato para el verano del 2024. Pero a las chicas les gustó tanto que le contestaron que no esperaban, que ellas querían hacerlo este mismo verano. Después se sumaron las de 2º y se coordinaron con la Asociación Arlanza, cuya directora, la enfermera Elena Sánchez, también formó parte de la expedición. 

En total, 14 estudiantes y las cuatro adultas que las acompañaron han vivido unos días que califican de «extraordinarios» mirando a la pobreza de frente. «Cuando empezó a perfilarse el proyecto se habló de ir a Perú pero todas teníamos muchas ganas de ir a África y, al final, con la ayuda de la Fundación Kyoga, el destino fue Uganda porque en su proyecto de allí hacían falta manos», cuentan Marta Gutiérrez, Natalia Chomón y Adriana Ortega, tres de las adolescentes que durante algo más de un par de semanas cambiaron la privilegiada rutina del primer mundo y se remangaron para ayudar.

Su destino fue Entebbé, una localidad de más de 90.000 habitantes, cerca del lago Victoria y de Kampala, la capital del país. Por las mañanas daban clase en un colegio de Primaria enseñando al alumnado «cosas que allí no suelen ver, porque solo dan materia referida a Uganda y nosotras les ofrecíamos un contenido más general y universal sobre geografía, matemáticas o ciencias naturales», recuerdan. Todo, por supuesto en inglés, idioma en el que todas se manejan estupendamente.

Las tardes las reservaban para visitar a las familias de sus alumnos que tenían más necesidades económicas, con las que charlaban y a las que les hacían llegar bolsas con comida para varios días. María García, una de las voluntarias adultas, explica que los 3.000 euros que se recogieron aquí para ayudar se emplearon para hacer gasto en el comercio local de donde se proveían de productos para colaborar con la economías domésticas. 

Adriana Ortega, de 17 años, aún está conmocionada por lo vivido: «Ha sido como un sueño, me lo he pasado genial. Te das cuenta de todo lo que hay fuera de Burgos, que vivimos en un sitio muy pequeño... Era todo tan distinto que nos ha chocado mucho a todas pero lo que más, la alegría que tenían los niños, que estaban deseando vernos y que les diéramos clase, lo felices que son con lo poco que tienen, una pelota, un poco de comida, un abrazo les hacían súperfelices».

Todas están de acuerdo en que, de alguna manera, ya no son las mismas que se marcharon y saben que todo lo experimentado les va a influir en su vida. De hecho, ya lo está haciendo. «A mí me ha hecho reflexionar -dice Marta-. Cuando llegué a mi habitación me di cuenta de que era como una casa de las de allí... seguramente nos va a influir también en consumir menos».

Después de la jornada de trabajo, que era muy intensa, descansaban en una residencia donde la misma fundación forma a mujeres para que se desempeñen en un empleo: «No teníamos casi tiempo libre. Cuando llegábamos, oíamos misa, hacíamos un poco de tertulia y dejábamos que las niñas aprovecharan para mirar el móvil», comenta María. Las chicas no echaban mucho de menos el aparato durante todo el día. «Se puede vivir sin él aunque no perfectamente», comentan, entre risas.

Durante su estancia también visitaron a los niños ingresados en un centro oncológico: «El recibimiento que nos hicieron fue increíble, como si aquí viniera Messi a un hospital, era una fiesta, una alegría». Pero lo que les marcó de una forma especial fue el orfanato de la orden de la Madre Teresa de Calcuta donde cuidan de niños con grandes dificultades físicas y psicológicas que han sido abandonados por sus familias. «Es muy duro verles allí, además lo que tienen no son discapacidades como el síndrome de Down, que son cariñosos, muy pocos hablaban o se movían. Eso sí que conmovió a las niñas», relata García, que quiere animar a toda la ciudad de Burgos a que se implique en esta iniciativa del colegio Campolara y la Asociación Arlanza, ambas entidades vinculadas al Opus Dei.

Porque esto no ha hecho más que empezar. La idea es que la relación con el proyecto en Uganda u otros que puedan surgir se mantenga en el tiempo y que para el curso que viene se pueda preparar con menos premura y tener la posibilidad de recaudar más fondos. En cualquier caso, el grupo de las 14 no se fue con las manos vacías ya que varias entidades -a las que están muy agradecidas- colaboraron con esta iniciativa: Clínica Duero, Colegio Oficial de Ópticos de Burgos, Farmacia Martínez Zaldo, Farmacia Maite Urbano, Farmacia Marta del Álamo, Farmacia Bellido, Carling, Grupo Antolin, Jana Producciones, CSIF Palencia, colegio Jesuitas de Burgos, familias del Colegio Urdaneta de Bilbao, San Pablo Burgos, Burgos Club de Fútbol y la empresa Xiosi.