Comienzo esta columna septembrina con una declaración de principios, aun a riesgo de ser lapidado por blasfemo: me aburren los partidos de fútbol femenino. Me parecen un tostón. Disfruté, eso sí, de la victoria de España en el Mundial de Nueva Zelanda y Australia, como disfruto cuando algún compatriota gana una medalla de oro en la prueba de doma clásica de unos Juegos Olímpicos. Pondero, por supuesto, el esfuerzo, la calidad y el compromiso de nuestras representantes para lograr imponerse en una competición tan disputada después de años de duro trabajo, sin que nadie las haya regalado nada, más bien al contrario. Y es ahí donde me sobra el patán de Rubiales con su beso y la legión de opinadores y políticos que han hecho causa ideológica de un triunfo deportivo.
Entre todos, no solo han conseguido dejar en un segundo plano una gesta balompédica, sino que también han contribuido a hacer luz de gas sobre otros campeonatos y medallas olímpicas donde las féminas españolas han triunfado; ya sea en deportes colectivos o individuales. Al mismo tiempo que la selección de fútbol ganaba su primer Mundial, María Pérez ganaba dos oros en el de atletismo, por ejemplo.
La magnitud del escándalo ha sido de tal calibre que ha quitado foco -¿algún interés malintencionado?- a la almoneda del Estado por parte de los partidos independentistas para investir presidente del Gobierno al mejor postor. Este martes, 5 de septiembre, Carles Puigdemont será la estrella en todos los medios de comunicación, cuando dé a conocer las exigencias de Junts para esa investidura.
Antes de que el expresidente catalán comparezca desde Waterloo, el PNV intentaba mover el árbol del modelo autonómico tras comprobar que ahora las nueces las recoge Bildu y no los herederos de Sabino Arana. El lehendakari Urkullu ha propuesto un plan para reinterpretar la Constitución y construir un futuro plurinacional. Eso sí, como en Rebelión en la Granja, donde todos los animales seremos iguales, pero algunos serán más iguales que otros. No hace falta que les diga quiénes son esos algunos, pero si quieren que les dé una pista, suelen llevar txapela o en su defecto barretina.