Diario de Burgos

Las bodegas subterráneas de Aranda languidecen

I.M.L. / Aranda
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Las peñas, principales responsables de su conservación, no se atreven a poner en marcha obras de mejora y ampliación de las galerías ante la carencia de una norma que establezca los criterios a seguir

Las galerías subterráneas son el principal atractivo patrimonial de la capital ribereña, y el corazón de sus fiestas. - Foto: Valdivielso

Allá donde hay una oportunidad para dar a conocer los atractivos turísticos de Aranda, las bodegas subterráneas son el recurso más utilizado y que, de hecho, más llama la atención a quienes visitan la capital ribereña. Pero esa red de galerías que recorre el casco histórico de la ciudad carece de una normativa propia para poder actuar en ella, lo que provoca que no se hagan mejoras significativas en ella y que muchos proyectos sigan en un cajón a la espera de que haya un reglamento municipal que garantice que se puedan ejecutar.

La declaración en 2015 de estas bodegas subterráneas como Bien de Interés Cultural trajo aparejada una mayor protección y, por lo tanto, un incremento de los trámites administrativos necesarios para realizar cualquier intervención en ellas. Para aliviar este papeleo, se elaboró en el ámbito municipal un Plan Especial de Protección de las Bodegas que, desde 2018 lleva sin tener la aprobación definitiva, tras pasar por un periodo de exposición pública.

Estos seis años sin noticias de este plan especial está provocando incertidumbre entre las peñas arandinas, principales promotoras de la recuperación de las bodegas hace ahora medio siglo y de su uso y conservación. «Debe estar a la espera de que lo aprueben en la Junta, porque ellos son los que tienen la última palabra, pero mientras tanto tenemos que seguir como hasta ahora porque en el Ayuntamiento no saben en qué punto se encuentra», apunta un peñista que se interesó hace semanas por este plan.

En el área de Obras y Urbanismo, después del cambio de responsable político, la acumulación de tareas ha relegado este asunto, apeándolo de los prioritarios a solucionar. «No hay ninguna novedad, debe estar en Contratación, pero no sabemos más», confiesa la concejala de Obras, Ana María Hervás. Un desconocimiento del estado de este Plan Especial de Protección de Bodegas que puede dilatar su aprobación durante meses.

Mientras, la conservación de las bodegas sede de las nueve peñas arandinas dependen de las subvenciones municipales, adecuándose a los complicados plazos administrativos. «Aquí no ha cambiado nada, la subvención nos llega tarde, cuando nos llega, con poco margen para poder hacer los trabajos y justificarlos antes de que acabe el año; por eso muchas peñas no se plantean hacer cosas grandes, vamos tirando con arreglos y mantenimiento», apunta el presidente de una de ellas la forma de afrontar la conservación de lo que son sus sedes. Es por eso que estas agrupaciones se limitan a hacer limpiezas parciales, intervenciones para evitar desprendimientos o mejoras en la decoración y el sistema eléctrico. Los mayores problemas llegan cuando se producen desperfectos por filtraciones de agua, como sucede en La Botica Vieja, o cambios en la ventilación por zarceras taponadas, porque las obras precisan más envergadura y las peñas no saben a qué atenerse.

La última intervención llamativa, con el desescombro y apertura de nuevas galerías, la llevó a cabo la peña Tierra Aranda hace más de ocho años. Desde entonces, ninguna agrupación peñística se ha atrevido a incrementar los metros lineales de galerías subterráneas de sus sedes.  

Más allá de la burocracia que deben seguir las peñas arandinas para llevar a cabo cualquier obra de conservación y mejora, la carencia de este plan especial ha dejado en papel mojado la creación de una red de bodegas interconectadas, que el propio plan dotaba de un «interés destacadísimo», apostando por su «potencialidad de cara a una propuesta de revitalización de la red». Tampoco se ha ejecutado uno de los proyectos estrella de la celebración de la Ciudad Europea del Vino, una serie de hitos interactivos para poner en valor las zarceras, que son los respiraderos de las naves subterráneas.