Diario de Burgos

«Me da mucha pena decirlo: Burgos no nos ofrece oportunidades»

G. ARCE / Burgos
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La burgalesa Jennifer Ibáñez, de 29 años, se trasladó a Salamanca a estudiar un máster y allí ha encontrado empleo como educadora social

Jennifer Ibáñez, de 29 años, se trasladó a Salamanca para estudiar un máster y allí ha encontrado empleo como educadora social.

Jennifer Ibáñez, 29 años

Burgalesa de Gamonal y graduada en Educación Social, Jennifer empezó a trabajar en Burgos como cuidadora, pero se trasladó a Salamanca para estudiar un máster y, finalmente, ha sido allí donde ha encontrado empleo como educadora social. «A mis 29 años he conseguido firmar mi primer contrato a tiempo completo e indefinido. Empiezo a encontrar la estabilidad». Gana 1.300 euros al mes, cantidad insuficiente para lanzarse a comprar un piso en Burgos, donde le gustaría regresar algún día. «Vivo con mi pareja en Salamanca y eso te permite compartir gastos. Con contratos a tiempo parcial es imposible pagarte una vivienda sola, una espinita que me queda...».

Jennifer lamenta que haya más jornadas completas para hombres que para mujeres. «Es el techo de cristal para las jóvenes, para las que es más difícil llegar a puestos de coordinación o dirección». «La Educación Social está mal pagada, es un trabajo con personas que debería estar mejor remunerado».

Cristina López, de 33 años, nació y estudió en Belorado. Ahora trabaja en Burgos cubriendo bajas en algunas escuelas infantiles mientras oposita para optar a una plaza fija.Cristina López, de 33 años, nació y estudió en Belorado. Ahora trabaja en Burgos cubriendo bajas en algunas escuelas infantiles mientras oposita para optar a una plaza fija. - Foto: Valdivielso

Su futuro pasa por regresar a Burgos. «Soy una enamorada de mi ciudad y de mi barrio, Gamonal, pero necesito que me dé oportunidades laborales para poder regresar. Mi ilusión sería comprar una casa en Burgos. Intento ahorrar para ello, para estar cerca de mi familia».

En el entorno de amistades de Jennifer se dan todas las circunstancias. «Mi hermana tiene 25 años y trabaja a jornada completa en una fábrica, pero sigue viviendo con mi padre porque el sueldo no le da para irse a vivir sola. La mayoría de mis amigos y amigas comparten pisos con desconocidos, es lo que hay, aunque no sea la situación idónea».

Jennifer pide viviendas de protección oficial para jóvenes en su arranque de la vida laboral y, además, una regulación que permita proporcionar los alquileres de la vivienda a los sueldos de los jóvenes. «Burgos es muy caro para alquilar. ¿Quién se puede permitir 700 euros al mes...?». 

Cristina López, 33 años

«Me imaginaba mi vida de otra manera, pero todos estamos igual»

Nació y estudió en Belorado hasta segundo de Bach, cuando salió del pueblo, como la gran mayoría de sus compañeros y compañeras de estudios. En Burgos obtuvo los grados superiores de Animación Sociocultural y el de Técnica de Educación Infantil, pero desde hace 8 años solo trabaja cubriendo bajas en algunas escuelas infantiles mientras oposita para optar a una plaza fija en alguna de ellas. Actualmente da clases particulares y cuida niños. 

«Soy animadora sociocultural, pero me ofrecen contratos como monitora, mucho peor pagados. En las residencias de ancianos solo te quieren como gerocultora... En las escuelas infantiles hay poco movimiento, solo para cubrir bajas. Ocurre en Burgos, en Valladolid o en Salamanca... Soy una persona formada y cualificada, pero hoy me encuentro en tierra de nadie, mi perfil no está reconocido ni social ni laboralmente», sentencia.

El salario de Cristina es de unos 800 euros mensuales, 130 de los cuales destina a pagar el alquiler de una habitación a los que hay que sumar los gastos básicos. El piso lo comparte desde hace 5 años con otras tres chicas de entre 27 y 33 años. «Son como una familia para mí: una es una profesora de inglés interina en un instituto, otra es una emprendedora en psicología y otra es una profesora opositando y dando clases en la UBU».

Cristina solo tiene elogios para su casera, pues ha conocido auténticos usureros que le han pedido hasta 150 euros por un habitáculo sin ventilación que en su día se utilizó como despensa o trastero. En Burgos se pide entre 250 y 300 euros por una habitación en piso compartido. «Claro que no pienso en un piso propio, es inviable para mí y para todas mis compañeras. Lo primero que necesitas es un trabajo estable que te asegure que tienes ingresos todos los meses». «Sí, me imaginaba mi vida de otra manera, pero no me encuentro incómoda, todos estamos igual y no veo una mejora a corto plazo». 

Cristina, además, tiene el ejemplo en casa: la mayor parte de sus amigas de Belorado viven fuera; su hermana, en Londres, y su hermano, en el País Vasco. «Ninguno encontró trabajo de lo suyo aquí». 

«Necesitamos un alquiler adaptado a las necesidades de los jóvenes, el mercado inmobiliario lo debe tener en cuenta lo mismo que existe vivienda para personas en riesgo de exclusión social. Necesitamos poder empezar...».