Diario de Burgos

Marcada por la historia y el clima extremo

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La Denominación de Origen Protegida Valdepeñas, que ya se registra en 1932, produce unos vinos de gran calidad que además están amparados por la marca Campo y Alma

Marcada por la historia y el clima extremo - Foto: Rueda Villaverde

La variedad vitivinícola de Castilla-La Mancha es un hecho evidente, como no podía ser de otra manera en una región que es considerada como el mayor viñedo del mundo y cuenta con casi dos docenas de figuras de calidad entre denominaciones de origen protegidas y vinos de pago. También lo es el carácter internacional de su producción, con numerosos premios cosechados en los concursos más prestigiosos y millones de litros exportados cada año, además de los que se consumen dentro de España.

Su historia es otro de los valores más destacados, y en ese ámbito tiene un lugar destacado la Denominación de Origen Protegida (DOP) Valdepeñas, que además está amparada por la marca de calidad Campo y Alma (campoyalma.com), impulsada por el Gobierno regional para promocionar los mejores productos agroalimentarios de la comunidad dentro y fuera de nuestro territorio. Un yacimiento ibero (el más importante de este tipo en Castilla-La Mancha) situado en lo que hoy se conoce como el Cerro de las Cabezas, a unos siete kilómetros al sur de la localidad de Valdepeñas, y datado entre los siglo VIII y VII antes de Cristo, muestra vestigios que prueban que el vino era ya conocido y apreciado en la zona por aquella época, gracias probablemente a las visitas que griegos y fenicios realizaron en siglos anteriores.

Diferentes documentos acreditan que el cultivo de la vid se mantuvo durante la presencia de romanos, visigodos e incluso árabes, a pesar de que la religión de estos últimos no permite el consumo de vino. Llegó la reconquista y el viñedo continuó teniendo una presencia importante, que no ha decaído hasta nuestros días. A mediados del siglo XIX la vid alcanzó la categoría de monocultivo y se convirtió en la columna vertebral de la economía. Máxime porque el vino de Valdepeñas sirvió de contrapeso a la falta del vino francés, que hacia mediados de esa centuria sufría la guillotina de la filoxera que azotó al viñedo galo; esto sentó las bases de una gran demanda de vinos de los demás países productores, entre los que se encontraba España y, lógicamente, la zona de Valdepeñas.

Marcada por la historia y el clima extremoMarcada por la historia y el clima extremo - Foto: Pablo LorenteLa demanda de vino de estos años trajo consigo la industrialización del sector. De hecho la industria más desarrollada de este siglo, en la provincia de Ciudad Real era la vinícola, que destinaba a la exportación la mayor parte de la producción, no sólo de vino, sino también de alcohol. Por lo tanto, Valdepeñas entró en el mercado de la industrialización, del comercio y del capital de la mano del viñedo.

El mazazo de la filoxera llegó a Valdepeñas en 1900, 30 años después que al resto de Europa, lo cual no impidió que causara una tremenda catástrofe, al igual que en otras zonas vitícolas españolas. Inmediatamente se procedió a repoblar los lugares dañados con cepas americanas, inmunes a la enfermedad, pero obviamente grandes extensiones de viñedo se perdieron. Sin embargo, y aprovechando el auge que trajeron consigo las nuevas plantaciones, el vino de Valdepeñas adquirió carta de naturaleza propia y se instaló cómodamente en las mesas de las tabernas de Madrid.

La crisis causada por la filoxera llevó a un empuje tecnológico y científico. Por ello, y dada la notoriedad de los vinos de la zona, el entonces Ministerio de Fomento creó en Valdepeñas la primera Estación Enológica y Campo de Experimentación. Así es como, en 1925 y bajo la presidencia del marqués de Casa Treviño, se crea la Federación Regional de Viticultores. Además de estas acciones, y para defensa y promoción de los vinos de Valdepeñas, se crea en 1928 el Círculo Mercantil Vitivinícola. Sus diversas acciones dieron lugar a que el 1 de mayo de 1930 la Junta Regional Vitivinícola fije su capitalidad en Valdepeñas y, aunque la consideración actual de la Denominación de Origen es posterior, el primer Estatuto del Vino, que data de 1932, ya recogía la Denominación de Origen Valdepeñas. Esta figura sería definitivamente ratificada por la Unión Europea en 1986, el mismo año en que España ingresó en el club comunitario.

Marcada por la historia y el clima extremoMarcada por la historia y el clima extremoEl cielo y el suelo.

Pero más allá de la imponente historia de la DOP Valdepeñas, aquí apenas esbozada, hay dos factores que condicionan la enorme calidad de sus vinos: el clima y el terreno. Con una altitud media de 700 metros, los suelos son pobres en materia orgánica y de escasa fertilidad, circunstancia ideal para el cultivo de la vid. El origen geológico de la zona (relativamente pequeña comparada con otras DOP), la abundancia de terrenos calizos, arenosos y de yesos, más las tierras arcillosas de color rojo-amarillento, la hacen especialmente favorable para el cultivo del viñedo de calidad. Especialmente interesantes desde el punto de vista de la viticultura son las laderas de los montes, tapizadas con piedras de cuarcitas, bajo las que se conserva muy bien la humedad mientras que en su superficie se genera una gran diferencia térmica entre el día y la noche.

Y es que las oscilaciones de temperatura a lo largo del año van desde los diez grados bajo cero (o incluso menos) que se pueden alcanzar en invierno, hasta los 40, o más, que se registran sin demasiado problema en verano. Estas variaciones y la escasez de precipitaciones, siempre que se den en las épocas adecuadas, favorecen el desarrollo de la planta y la óptima maduración de la uva. Gracias a estas condiciones, los vinos que se obtienen, principalmente de airén (blanco) y tempranillo (tinto), son equilibrados en alcohol y acidez, aromáticos, muy estructurados y coloreados, por lo que ofrecen al consumidor una calidad indiscutible y son muy apreciados dentro y fuera de España.

La Guía Peñín, uno de los referentes internacionales en el mundo del vino, los describe así: «Los jóvenes de cencibel (tempranillo) presentan un color cereza granate con matices violáceos; ofrecen aromas afrutados, casi siempre de buena intensidad; en la boca poseen cierta frescura y carga frutal. Son vinos fáciles de beber y algo ligeros. En los criados en barrica se interceptan rápidamente los matices de la madera que irán del roble cremoso a la ebanistería dependiendo de la vejez de la barrica utilizada. En la boca son suaves, redondos y bastante sabrosos. Las largas crianzas desarrollan con cierta rapidez los matices de reducción como el cuero muy curtido o la presencia de aromas que recuerdan a puro o a tabaco».

Marcada por la historia y el clima extremo
Marcada por la historia y el clima extremo
Se trata, en definitiva, de vinos que llevan dentro un pedazo de la historia de la viticultura mundial y a los que las modernas técnicas de elaboración que actualmente se emplean en la DOP, unidas al saber tradicional, han convertido en caldos bien estructurados, complejos y elegantes que se revelan como un referente mundial.

 

El tren del vino y su importancia.

El punto álgido del siglo XIX para Valdepeñas lo puso la llegada del ferrocarril en 1861. Para entonces había adquirido tal importancia el mercado del vino que se creó el denominado Tren del Vino, que partía diariamente desde esta localidad a Madrid con más de 25 vagones de dos tableros móviles cargados con más de 100 pellejos de vino. A esta línea hay que sumarle la de los enlaces provinciales que cambiaron el transporte del vino a través de los puertos de Alicante y Valencia, desde donde Valdepeñas exportaba a Filipinas, Cuba y toda Centroamérica. Este auge comercial trajo consigo la creación de importantes bodegas cercanas al ferrocarril, alguna de las cuales todavía mantiene su antiguo asentamiento. De esta época data la que fuera la bodega más importante del momento: Luis Palacios, que llegó a enviar diariamente a Madrid 2.500 pellejos; o Bodegas Bilbaínas, que dispuso de un ramal férreo propio desde su muelle de carga a la estación. Otra bodega importante fue la de Tomás López Tello, a cuyos vinos dedica elogiosas palabras el escritor Joaquín Belda en 1929, junto con el blanco de la viña San Ramón o el coñac Canalejas.

 

Los mejores productos a solo un clic: market.campoyalma.com

Además de apoyar a los agricultores y ganaderos y colaborar en la promoción de los productos agroalimentarios castellano-manchegos con IGP y DOP, Campo y Alma cuenta con una plataforma de compras en internet. Se trata de market.campoyalma.com, a través de la cual los consumidores tienen la oportunidad de adquirir, directamente al productor, sin intermediarios y con solo un clic, un enorme abanico de alimentos: aceites, vinos, quesos, verduras y hortalizas, carnes, azafrán, miel, conservas, alimento ecológicos... En la plataforma se pueden encontrar tanto productos amparados por DOP o IGP como otros que no cuentan con esas figuras pero son también de altísima calidad y están cultivados, criados o elaborados en Castilla-La Mancha. Además, consumiendo alimentos procedentes de nuestra región se colabora en la lucha contra la despoblación y el cambio climático gracias a la manera en la que son producidos, siempre con respeto por el medio ambiente y en zonas desfavorecidas.