Diario de Burgos

Lo que el campo unió... que no lo separe la PAC

R.E. MAESTRO / Burgos
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Tres parejas que se dedican exclusivamente a la agricultura en Burgos cuentan el problema que supone para las familias que la rentabilidad de las explotaciones se haya desplomado y todas las dificultades que se encuentran en el día a día

Emilio Arreba y Montse del Amo; Sari Renedo y Poli Cuesta; y Javier Martín y Krasimira Ivanova. - Foto: Valdivielso

Emilio Arreba y Montse del Amo, de Carcedo de Burgos. 67 y 61 años

«Se trata de una empresa familiar y con estos ingresos no podemos vivir»

Que todos los ingresos de una familia dependan de la agricultura supone un quebradero de cabeza cuando se atraviesa una crisis como la actual. Emilio Arreba y Montse del Amo, que llevan 25 años casados y tienen dos hijos, reconocen que han trabajado toda la vida sin parar y ahora ven que la cosa está más complicada que nunca. «Estuve once años con él antes de casarme y le veía poco, solo por las noches, porque estaba todo el tiempo trabajando», dice ella sobre sus inicios. «Casi ni teníamos tiempo para casarnos», bromea él. Al final el campo les acabó uniendo más y ahora nadie les separa del tractor y la tierra.

«Al estar los dos en el mismo sitio y no trabajar ninguno de los dos fuera de este negocio lo hemos llevado bastante bien», explica esta pareja de Carcedo de Burgos. Siempre han visto como algo muy positivo poder dedicarse los dos a la agricultura, ya que consideran que una persona sola resulta muy complicado que pueda sacar adelante el volumen de negocio que exige en estos tiempos una explotación.

Eso sí, este matrimonio ayer salió a la calle a protestar y sus reivindicaciones no eran pocas. «No podemos seguir así, con estos ingresos no se puede vivir; tenemos que hacer muchísimas inversiones y los gastos son tremendos ahora», explican. Hasta hace tres años creen que se podía mantener la situación, pero ahora han visto cómo se ha disparado el gasoil o los abonos. A ello se suma que el tiempo tampoco ha acompañado y ha dejado unas nefastas cosechas.

«A veces los ingresos pues no llegan porque dependes de muchas cosas... hay años que lo sacas adelante y otros que no salen las cuentas», explican. No es oro todo lo que reluce en el campo. «Al fin y al cabo es mucho trabajo y muchas horas para sacarlo adelante, de otra forma resulta imposible, ya que se hacen inversiones muy fuertes», comentan. 

Saber que no estás solo para afrontar las labores del día a día resulta algo esencial. «Yo no cojo el tractor, no me gusta mucho... pero estoy ahí pendiente todo el día», comenta Montse. Pero no todo es sembrar y cosechar, por lo que ella igual te arregla el pinchazo de una rueda que va a por el gasoil. «Tener un apoyo ahí constantemente se trata de algo fundamental, llevar una explotación actualmente uno solo es muy complicado», confiesa Emilio.

Esta se trata de una «empresa familiar», como ellos aseguran, y en su caso la mejor noticia es que el futuro está asegurado gracias a su hijo Jorge. «Lo ha vivido desde pequeño, siempre le ha gustado y parece que quiere seguir y poder vivir de esto», comentan orgullosos los padres. El joven tiene 23 años y ahora está acabando la carrera de Ingeniería Agroalimentaria. «No queremos que acabe en una fábrica», avisan. Pese a que saben perfectamente el momento de crisis que pasa el campo, confían en que la situación mejore pronto y que dedicarse al sector primario vuelva a merecer la pena.

Sari Renedo y Poli Cuesta, de Villasidro. 58 y 63 años

«A nuestra hija le gustaría seguir, pero no le vemos futuro al sector»

Llevan más de tres décadas juntos y dedicándose a la agricultura. Sin embargo, Poli Cuesta y Sari Renedo lamentan lo complicado que se ha puesto vivir ahora de este sector. «En estos momentos estamos muy agobiados, los precios del cereal están bajísimos mientras todos los costes están disparados, no podemos con ello», comenta esta pareja de Villasidro, pedanía de Sasamón.

Las nuevas normativas que se han impuesto en los últimos tiempos hacen que las explotaciones no resulten rentables. Precisamente, esa también se alza como una de las grandes reivindicaciones de todas las tractoradas que se han llevado a cabo, ya que cuando no se obtienen suficientes beneficios cuesta seguir realizando inversiones y apostando por el campo. A ello se suma que cada vez existe una mayor burocracia y que abarcar todo ese papeleo se ha vuelto una misión imposible.

Sari tiene 58 años y Poli 63. Aseguran que todavía les quedan unos cuantos años de trabajo por delante, pero no tienen muy claro que a los jóvenes les parezca interesante seguir en este sector tan golpeado. Tienen una hija de 34 años y confían en que ella pueda coger el relevo de la explotación. «Nosotros la animamos y a ella la gustaría seguir, pero no lo vemos viable, no le vemos futuro al sector», confiesan. En este caso también existe relevo generacional, una cuestión que suele preocupar. Pero ahora lo verdaderamente alarmante es que alguien que quiere tomar el mando no lo pueda hacer porque no resulta rentable económicamente.

Arrancar de cero parece impensable y se necesita tener a algún familiar detrás con un importante número de hectáreas y con la maquinaria ya comprada, ya que es lo que más cuesta conseguir. Pero esta historia demuestra que con eso ya no vale.

Todo el dinero que entra en casa procede de la agricultura y eso obliga a organizarse de una forma diferente al resto de las familias. «Tenemos que hacer planes de un año para otro y dejar un remanente por si pasa algo», dicen. Mientras, insisten en que durante estas tres décadas han visto cómo ha caído el rendimiento ante las nuevas medidas. «Antes se podía sembrar de todo, vivías de otra manera...», añaden.

En el precio de lo que venden y de lo que compran es donde más diferencia se ha notado. «Mi padre hace 30 años que se murió y el trigo valía lo mismo que ahora, sobre 32 pesetas lo vendió el último año», afirma Poli Cuesta.

Tampoco faltan los roces en el día a día al trabajar siempre juntos. Pero ellos se organizan a la perfección. Sari se encarga de llevar todo lo relacionado con la gestión, mientras Poli arranca el tractor. «Si hay que ir al campo pues voy, pero la verdad que ya menos», asegura ella. Eso sí, el papeleo cuesta cada vez más y eso lo vive en primera persona. «Hay que mirar lo que se siembra, lo que se deja en barbecho... casi no me veo preparada para todas estas cosas nuevas que van poniendo y eso que yo lo llevo todo al día», comenta, para avanzar el extra de trabajo que llegará con el cuaderno digital.

Javier Martín y Krasimira Ivanova, de Cardeñadijo. 58 y 51 años

«Exigimos dignidad para el agricultor y que el consumidor tenga precios justos»

Se conocieron hace cuatro años en un leve accidente de tráfico en Burgos y desde entonces no se han separado. Sus coches chocaron y en ese momento surgió el amor. Javier Martín y Krasimira Ivanova comparten su pasión por el campo y desde Cardeñadijo exigen que se cuide más a los profesionales del sector y todos los alimentos que producen. En una sola palabra resumen que piden «dignidad» para que la gente pueda seguir trabajando en sus explotaciones.

«El campo necesita apoyo, no se puede seguir con estos precios», manifiesta esta pareja, mientras se queja de que con los gastos que existen actualmente es muy complicado vivir y mantener a una familia entera. Él tiene 58 años y no se baja del tractor. Sin embargo, pese a todos los años que lleva en esto reconoce que ahora atraviesan uno de los peores momentos que se recuerdan y que la situación no se puede alargar mucho tiempo.

Asumen que tampoco supone algo fácil que ambos se dediquen a las labores de la tierra. «Es complicado, no hay horarios y no contamos con festivos como los puede tener cualquier otro que está en otra actividad», dice Javier. Mientras, Krasimira reconoce que «cada día discutimos más porque falta el dinero debido a que sube todo y nosotros ganamos menos». Se declara una apasionada del huerto ecológico y de allí nadie la saca. Ella tiene tres hijos y él dos, comentan, por lo que denuncian que para las familias que tienen la agricultura como principal actividad esta situación está suponiendo un gran golpe.

«Todos los hombres y mujeres que nos dedicamos al campo hemos salido a la calle a protestar, no estamos en nuestras casas celebrando San Valentín y luchamos por vivir bien y con dignidad», comentaba ella en el Día de los Enamorados. Además, ambos mencionaban durante la gran tractorada que ayer recorrió toda la capital burgalesa que esta lucha no solo se queda en los agricultores y ganaderos, puesto que también se busca que los consumidores cuenten con unos precios más justos.

Una de las reivindicaciones que se ha escuchado con más fuerza en las últimas semanas es la gran diferencia que existe entre lo que reciben los productores y lo que paga finalmente la gente en los supermercados. Pese a que el consumidor cada vez paga más, los agricultores no perciben esa subida. De hecho, los precios del cereal y de otros alimentos se han congelado desde hace años. «Y además de precios justos también pedimos que se encuentren con productos de calidad suficiente», dice Javier. «Seguir así es muy difícil para todos», añade.

En la manifestación de ayer se dejaron claras cuestiones como la oposición a la nueva PAC y a la importación masiva de cereal. Sin embargo, a los lectores de este periódico también les sonará Javier Martín puesto que hace un año se quejó de la normativa que impedía circular por Burgos con tractores. Aunque no se está multando, piden al Ayuntamiento que se modifique.