Pocas cosas hay tan perniciosas como un político manoseando cálculos electorales. Es lo que ha estado haciendo Vox con su sobreactuación de estos días, en los que ha roto sus acuerdos autonómicos con el PP por el reparto de los Menores Extranjeros no Acompañados (Menas). Por más que nuestro paisano Juan García Gallardo, desde ayer exvicepresidente de la Junta, apelara a la 'honra y los barcos' para justificar la postura de su partido, la decisión solo se explica desde el tacticismo y el ombliguismo. 

Los problemas, sobre todo los serios, se pueden afrontar desde diferentes puntos de vista, pero no parece razonable que uno de ellos sea el de cerrar los ojos, patalear y hacer como que no existieran. La realidad se impone en la mayoría de los casos a los mundos de Yuppi en los que algunos esperan vivir algún día. Y el caso de los menas es uno de ellos. 

Ha de ser el conjunto de las comunidades autónomas, y no solo las Islas Canarias, quienes hagan frente a esa situación. Se supone que de eso va la solidaridad interterritorial. Un concepto devaluado por los privilegios que desde el gobierno central se otorga a unas regiones en detrimento de otras por lo que decíamos al principio: puro cálculo electoral. 

Resulta muy revelador que este reparto de menas, que ha provocado la ira de los de Santiago Abascal, haya contado con la abstención de la Generalitat de Cataluña. El único gobierno autonómico que no lo ha respaldado. Es evidente que en estos tiempos en los que sobran tantos políticos-propagandistas y oportunistas, algunos están más cerca de lo que creen de ciertos rivales, aunque con sus discursos de manual vayan vendiendo al personal que se encuentran en las antípodas ideológicas.