Diario de Burgos

Por este tramo del Camino, ni el Cid cabalga

P.C.P.
-

Ciclistas habituales del tramo de la ruta del destierro del Campeador entre Burgos y el Monasterio de San Pedro de Cardeña denuncian la peligrosidad de una subida con una zanja de más de 30 centímetros de profundidad, muchas piedras sueltas y tierra

El tramo del Camino del Cid entre Burgos y San Pedro de Cardeña tiene zonas que ya no son aptas ni para los ciclistas más habituados. - Foto: Jesús J. Matias

El día responde casi a la perfección a uno de esos que describe el poema machadiano sobre el Cid.
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas

Espoleada por los versos de Castilla, la imaginación cabalga ligera y se figura que divisará pronto en el horizonte un ejército de hombres a caballo. Sin embargo, ni una mota de polvo, ni un reflejo del hierro, ni un ruido. Hasta que de repente silba en el aire el característico rechinar de los frenos de una bicicleta.

Afortunadamente, se trata de un ciclista conterráneo del Campeador y habitual de su Camino. En caso contrario, podría haberse dado un buen leñazo y acabar descabalgado en mitad de la cuesta que se dispone a bajar. El agua se ha cebado con este tramo de unos 300 metros y ha horadado el terreno hasta provocar una zanja que en algunas zonas del descenso supera ya los 30 centímetros de profundidad. Esto en un año de sequía.

Este punto negro del Camino del Cid se encuentra entre Burgos y el cruce de la BU-800 con el acceso al Monasterio de San Pedro Cardeña. Además de por quienes se inician en la ruta del destierro de Rodrigo Díaz de Vivar, la zona está muy trillada por aficionados locales a la bici, que lo utilizan para evitar la carretera de la herradura o para combinar con otros caminos. Se nota el paso de los habituales, porque se está haciendo senda por la hierba de la finca que discurre en paralelo, prueba de que saben de su peligrosidad y lo esquivan.

Más de uno ha sufrido algún percance en este descenso, o ascenso, donde las escorrentías han dejado al aire piedras de un considerable tamaño y han erosionado la tierra, ya de por sí poco consistente. Solo hace falta pisar para que se deshaga. Cuando nieva, los profundos agujeros quedan ocultos y el riesgo de accidente se multiplica. Si se mete ahí la rueda, el ciclista se va al suelo sin remedio.
Al Consorcio del Camino del Cid no ha llegado ninguna de las quejas referentes a esta zona, según explica su director gerente, Alberto Luque. En la Oficina Técnica centralizan todas las reclamaciones y sugerencias que reciben a lo largo del trazado, desde Burgos hasta Alicante y priorizan. «Si se refieren a trabajos ordinarios de señalización, valoramos su urgencia y las incorporamos a las campañas anuales. Extraordinariamente también hacemos labores de desbroce y otras actuaciones de urgencia. De esta manera, todos los años realizamos aproximadamente unas 2.500 intervenciones al año, a lo largo de todo el Camino», detalla.

Sin embargo, también se encuentran con trabajos que exceden de la capacidad económica del Consorcio, por ejemplo aquellos que precisan de la intervención de maquinaria pesada. «Son objeto de un informe que anualmente remitimos a cada una de las diputaciones, para que estas actúen en la medida de sus posibilidades y siempre y cuando puedan intervenir en esos caminos», ya que en algunas ocasiones depende de la titularidad. 

Esto ocurre con el tramo en cuestión, que es una cañada, la que iba de Burgos a Palazuelos de la Sierra, y como tal se encuentran bajo «un régimen especial de protección» que gestiona la comunidad autónoma, apunta el director gerente del Consorcio. 

«Este orden de prioridades es lógico considerando que el Camino del Cid tiene aproximadamente 1.400 kilómetros de senderos y caminos, y todos los años hay actuaciones de carácter urgente, muy especialmente en la zona del Levante, donde la gota fría puede literalmente arrasar un camino o derribar un puente en cuestión de horas», detalla Luque, que no obstante toma nota de la incidencia para que se incluya este punto en la revisión de 2023.