Diario de Burgos
Jesús de la Gándara

La columnita

Jesús de la Gándara


Consulta de navidumbres

18/12/2023

Érase una vez un psiquiatra que cada año, por estas fechas, citaba a pacientes que solo veía una vez al año. Personas de diferente condición que compartían el haber padecido una enfermedad, mantener un tratamiento mucho tiempo y responder bien al mismo. De hecho podría decirse que estaban curadas, pero les mantenía en tratamiento para evitar recaídas. El sistema era sencillo y hacerlo coincidir con estas fechas tenía sentido, pues para muchas de ellas eran días difíciles, la edad avanzaba, los recuerdos volvían, las soledades se acentuaban y las flechas de la enfermedad silbaban veloces. Él la llamaba la consulta de las navidumbres.

-«Doña Juana, qué alegría verla, ¿ya ha pasado un año?, si parece que fue ayer, está usted estupenda…».  

-«Yo también me alegro, doctor, pero no crea, ya estoy mayor, a ver si me receta eso que usted toma…».

Así un puñado de personas que, como él mismo, eran un año más mayores, pero no más viejas, esa era la gracia que compartían. 

Pero este año, cuando Consuelo entró, ya no era ella misma. La mirada perdida, los cabellos lacios, la sonrisa bobalicona, el temblor de manos, la lentitud de los pies, y un leve copo en la comisura de los labios. La hija, cuatro palabras y dos lágrimas, él haciendo con que hacía por disimular lo poco que había que hacer, y ella, a saber qué sabría. 

-«Le han hecho un test de unas pocas preguntas, doctor, y dio positivo, o negativo, no sé -le contó la hija-».

-«¿Un test?, le haré otro muy sencillo. A ver Consuelo, ¿qué día es hoy?, ¿qué día nació? -acertó las dos y de repente Consuelo volvió en sí».

-«Doctor, que bobadas me pregunta, no crea que estoy tan tonta, es que me pongo nerviosa y más en estas fechas que todo son tristezas».

-«Pues le daré una alegría: no tiene una demencia, lo que tiene es pena y esa se quita con villancicos, mazapanes y una copita de moscatel».

-«Pero si me han dicho que no puedo».

-«¿Cómo que no?, espere un momento».

El doctor se levantó, abrió un pequeño armario, sacó una caja de bombones, una botella de vino dulce, tres vasitos de plástico y puso en el móvil un villancico, y, mientras los tres canturreaban y reían, entró asustada la enfermera. 

-«¡Doctor, doctor!, ¿qué pasa?».

-«No pasa nada, es que Consuelo no tiene una demencia y lo estamos celebrando. Anda toma tú otra copita…». Y los cuatro brindaron por la paz, la salud y la alegría.