Diario de Burgos

El hielo homicida

R .PÉREZ BARREDO
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Decenas de hectáreas de los cultivos más tempranos, especialmente la colza y la veza, han quedado arruinadas por las feroces heladas en varias zonas al norte de Burgos capital, especialmente en Ubierna y Masa

Enrique Bernal, en una de sus fincas de colza arrasadas por los hielos. - Foto: Luis López Araico

El cadáver es visible desde la carretera: mientras varias fincas verdean pese a la ausencia de agua, la enorme parcela en la que debería estar tirando la colza hacia arriba, con su chillón amarillo, está agostada, marrón, ajada por completo. Enrique Bernal, su dueño, observa con pena lo que una de las homicidas heladas de hace unos días ha hecho con su finca: arruinarla, reducirla casi a ceniza. No es la única de este agricultor de Sotragero: hasta quince hectáreas de su propiedad le ha arrasado el hielo. Las víctimas son la colza y la veza. Al norte de la capital, el hielo ha causado un daño terrible. Según datos de los sindicatos agrarios, las fuertes heladas han afectado a decenas de hectáreas en Ubierna y aún más al norte.

Si la escasez de lluvias ya está constituyendo una preocupación enorme, las bajas temperaturas durante al menos dos madrugadas han dado la puntilla a agricultores como Enrique Bernal, que aún está a la espera de que el perito del seguro se pase por sus tierras. En cualquier caso, afirma este agricultor que el golpe económico (al margen de la cornada moral) es importante. «Había calculado recoger unos 2.000 kilos de colza, por ejemplo. Ahora ya no creo que pueda recoger nada. Esas fincas han quedado arrasadas», admite con dolor. Bernal sembró la colza a finales de septiembre. Esta planta oleaginosa es de las primeras en medrar, motivo por el cual ha sido la más afectada por los hielos, junto con la veza. «Ahora es el momento en el que la colza, cuando empieza a hacer mejor temperatura. Crece cada día». Aunque también alguna finca de cebada se vio afectada, se ha podido recuperar.

«Lo que ha pasado en esta zona para que la helada haya hecho tanto daño tiene que ver también con las nieblas», explica este agricultor de Sotragero, que muestra entre sus manos la afectada masa foliar de sus plantas, abrasadas. «Nunca me había afectado el hielo de esta manera. La niebla y temperaturas de -6 grados me han condenado. Es un golpe muy duro. Decidí hace un par de años probar este cultivo, por cambiar, aunque también trabaje el girasol, el trigo y la cebada. Pero no me podía imaginar algo así. A la colza hay que echarla abono. Da kilos, sí, pero también supone más gasto. Esto me ha afectado mucho. Si lloviera y pudiera, sembraría girasol en las fincas que me ha destrozado el hielo, pero es que sin humedad cómo voy a arar».

Tiene claro Enrique Bernal que esas quince hectáreas las ha perdido para esta campaña, aunque haya alguna planta que esté echando la flor. «Pero al tener la masa foliar abrasada no puedes esperar nada». De esperar, el dictamen del perito del seguro. «Trabajando como se trabaja, con los gastos que conlleva y tal y como está el tiempo, el seguro es imprescindible», dice este agricultor, hijo y nieto de agricultores.«Esto lo he mamado y me gusta, pero cada vez es más complicado todo. Estas heladas han sido un buen cachavazo», concluye.

Colza, una gran opción. La colza constituye una buena opción para el agricultor a la hora de planificar la rotación de cultivos; sucede lo mismo con la veza: al sembrar trigo después de esta planta se obtienen mejores resultados en producción (se calcula hasta un 10 por ciento más de rendimiento que si se siembra trigo por segunda vez consecutiva) y en calidad, además de reducirse los costes y los problemas sanitarios en general gracias a que es una excelente opción para romper el ciclo de malas hierbas, plagas y hongos que afectan al cereal. Por su hoja ancha, es especialmente fácil controlar especies adventicias de hoja estrecha que son muy molestas para el agricultor, como la avena loca. 

Además, sus profundas raíces airean el suelo y son capaces de absorber gran cantidad de nitrógeno, tanto proveniente de purines como de abonos químicos, lo cual minimiza el riesgo de lixiviado y de contaminación de acuíferos por estas sustancias. Otras ventajas son que mejora la estructura del suelo y que presenta cubierta vegetal durante la mayor parte del año, por lo que protege a las parcelas de la erosión, uno de los principales problemas que acechan a la superficie cultivada de nuestro país. Y al no coincidir su ciclo con el de otros cultivos, contribuye también a que el agricultor pueda distribuir su carga de trabajo en el tiempo, lo que facilita realizar cada labor en el momento preciso y aumentar así producciones.

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