Diario de Burgos

Psiquiatría flexibiliza la atención al paciente grave

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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En noviembre está prevista la apertura de una unidad específica en el Hospital Fuente Bermeja que busca prevenir recaídas e ingresos hospitalarios entre este colectivo. Se calcula que hay unas 10.000 personas en Burgos con patología mental prolongada

Imagen de archivo de un paciente en el Hospital Fuente Bermeja, que es donde se ubicará la nueva unidad. - Foto: Alberto Rodrigo

Es muy delicado Juan Antonio García Mellado, jefe del servicio de Psiquiatría del HUBU, cuando trata de explicar de forma sencilla, para general comprensión, qué es una enfermedad mental grave y prolongada: «Una psicosis o una esquizofrenia -se pueden usar ambos términos- es la que aparece en la persona que empieza a tener disfunciones en su vida cotidiana. No quiero que se entienda que están 'locos' o que tienen alucinaciones o delirios porque eso es una definición muy empobrecida e incluso hay personas con psicosis que no los tienen. En definitiva, y para que se entienda, es gente que pierde la capacidad de afrontar los requerimientos de la vida cotidiana para tener un plan de vida útil». 

En esta situación se encuentran alrededor de 10.000 personas en la provincia de Burgos que hasta ahora se han beneficiado de recursos como la hospitalización aguda en el HUBU, la atención ambulatoria en consultas externas de Salud Mental o el Hospital Fuente Bermeja, pero también de la residencia de la Junta que gestiona la Fundación Intras en el barrio de Huelgas, los recursos de las entidades Prosame, Las Calzadas o pisos y viviendas como las del proyecto Dríada, en la localidad de Arlanzón. Serán precisamente quienes están en estos centros sociosanitarios los primeros beneficiados de la unidad funcional de enfermedad mental grave y prolongada que el servicio de Psiquiatría ofrecerá a partir del mes de noviembre, con un especialista a la cabeza de más de diez años de experiencia en este perfil de enfermos. 

«Habrá una coordinación directa con los servicios sociales y los proveedores de servicios sanitarios como Prosame, Fundación Intras, Las Calzadas o Dríada. Atenderemos inicialmente a todos los pacientes que están en miniresidencias o pisos supervisados e iremos abriendo el espacio a otro perfil de enfermo, el que es atendido ambulatoriamente en los equipos de salud mental de una manera rígida en la que el paciente se tiene que adecuar a la estructura sanitaria. En esta unidad va a ser al revés: es el paciente sobre el que versará la atención», explica García Mellado. En cuanto a las patologías, de inicio se verán psicosis (esquizofrenia) y más adelante, otras como el trastorno bipolar de difícil control o el trastorno límite de la personalidad cuando es grave.

Así que si alguno de ellos tiene una complicación la nueva unidad funcional le atenderá ese mismo día o, como tarde, el día siguiente: «Va a ser algo prioritario que va a prevenir reagudizaciones en la patología, ingresos y recaídas y va a mejorar el pronóstico a medio y largo plazo. Cada persona con enfermedad mental grave tiene unas características diferentes, unos problemas individuales y un plan de vida al que hay que atender y los profesionales nos tenemos que meter en esa rueda».

Este nuevo modelo de atención va a tener muy en cuenta cómo es el patrón actual de estas patologías. García Mellado relata que se han incrementado exponencialmente los casos de psicosis asociada a un trastorno por consumo de sustancias al punto de que dos de cada tres de las que se diagnostican tienen este perfil: «El modelo de atención debe cambiar porque hay que abordar a una persona con enfermedad psicótica, pero que, además, consume drogas y eso es lo que hay que trabajar. Hasta que llegué no se había planteado la creación de pisos supervisados con reducción de daños para personas con esquizofrenia en los que aceptemos que consumen, pero hay que hacerlo porque de otra manera esos pacientes quedan fuera de cualquier tipo de atención sociosanitaria. Estas personas existen y hay que darles una respuesta clínica y social y que no estén en la calle». Entiende el jefe de Psiquiatría que la prohibición del consumo en estos casos «no sirve de nada» y que, al contrario, hay que poner el foco en «abrir el abanico de oportunidades de su plan de vida para que la droga no sea el centro de la atención cotidiana del paciente». 

Precisamente, pensando en las necesidades de este colectivo se va a instaurar también un programa de adherencia al tratamiento, es decir, con medidas que aseguren que las personas toman la medicación prescrita «porque hay un determinado porcentaje que no lo hace y esto hay que conseguir cambiarlo». García Mellado hace el siguiente retrato de este perfil de pacientes: «Llegan a la consulta, hablan poco porque no les interesa lo que se les cuenta porque ya lo han oído veinte veces: que tomen la medicación y que lleven un estilo de vida saludable... Pero no sabes nada de su vida, los ves cada tres o cuatro meses, piensas que toman la medicación, pero un tercio estoy seguro de que no lo hace... y al final no los ayudamos».

Para terminar con esta dinámica serán las enfermeras especialistas en salud mental las que harán el seguimiento de la toma adecuada de la medicación y les ayudarán en otros aspectos de su vida ofreciéndoles control del peso -los fármacos que precisan a veces lo incrementan- con programas de vida saludable que les formarán en nutrición y ejercicio físico y les propondrán ofertas de ocio atractivas «que les hagan ver que se puede vivir de otra manera»: «Queremos que estas personas, sobre todo las que no tienen vida familiar, se animen a venir a este dispositivo donde se les ofrecerá un plan de vida en función de sus intereses: huerta, música, talleres... Hay que hacer todo esto para no quedarnos con que no sabemos qué decirles o qué ofrecerles para que cambien las cosas».