Diario de Burgos

Piden 15 años al atracador de la caja en la cabeza

F.L.D. / Burgos
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Además de visitar una gasolinera, el mismo día entró encapuchado y armado con una navaja en dos farmacias de la zona sur para robar. En total, en apenas unas horas logró un botín de más de 1.000 euros antes de ser detenido

Fotograma captado por las imágenes de la gasolinera de Los Brezos, en Villalbilla.

Durante unas horas, J.M.R., de 37 años y con numerosos antecedentes penales, sembró el pánico en varios comercios de la ciudad navaja en mano. Dos farmacias y una gasolinera fueron sus objetivos. El botín, más de 1.000 euros. Su 'palo' más curioso fue el último. Asaltó el área de servicio de Los Brezos, en Villalbilla, con una caja de cartón en la cabeza para no ser reconocido. Después, se fue a 'celebrarlo' a un club de alterne de la zona. Allí le localizó la Guardia Civil poco tiempo después.

Ahora, se enfrenta a 15 años de prisión acusado de cometer tres robos con violencia.

Todos estos hechos se produjeron, según el relato del Ministerio Fiscal, el pasado 23 de noviembre de 2023. Sobre las 16 horas, entró en una farmacia de la calle Madrid vestido con una capucha pero a cara descubierta. Sacó una navaja y amenazó a la trabajadora para que le diera todo el dinero que había en la caja. El dueño del negocio salió y abrió la máquina registradora para entregarle lo que había dentro. J.M.R. la volcó, cogió todo lo que había y antes de salir les advirtió de que si llamaban a la Policía les mataría. Se había llevado 200 euros.

Acto seguido, se dirigió a otra farmacia ubicada a pocas calles de su primer objetivo, concretamente en Calleja y Zurita. Lo hizo de la misma forma, ataviado con dos capuchas y armado con una navaja. Le atendió una trabajadora a la que le enseñó el arma blanca al tiempo que le advirtió: «Dame todo el dinero. Rápido que te mato». La mujer le abrió la caja registradora y el acusado se hizo con todos los billetes. La cantidad le debió resultar escasa, pues mantuvo su actitud. «Aquí no está todo. Dámelo que os mato ahora mismo», insistió. Así pues, la empleada accionó una segunda máquina recaudatoria y le entregó lo que había. El dueño salió para echarle, pero ya se había apoderado de 400 euros.

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