Diario de Burgos
Lou Matilla

Déjame que te cuente

Lou Matilla


Un manto de estrellas

16/08/2023

Siempre que llegaba el deseado mes de agosto, nuestras conversaciones empezaban a girar sobre la tan esperada lluvia de estrellas, las famosas Perseidas. Éramos unos chavales viviendo en Toro, una ciudad inigualable de la provincia de Zamora, que se ilusionaban con las cosas simples y únicas que nos ofrecía su entorno. 

Recuerdo los baños en el río para después merendar esa tortilla de patata con pimientos fritos conservados en ese recipiente redondo de aluminio que todas las madres tenían; levantabas la tapa y…¡Voilà! ¡Eso era un manjar! 

Solíamos pasear por las márgenes del Duero y sus barranqueras, por el Puente de Piedra en el que siempre había alguien pescando y disfrutábamos de la belleza del Alcázar y la maravillosa Colegiata que estaban ahí presidiendo las preciosas vistas a la vega desde lo más alto; imágenes que se nos quedaron grabadas en nuestra memoria y que nunca olvidaremos. 

Tampoco olvidaremos las noches en las que éramos felices jugando al pañuelo, al churro, al escondite o a contar historias de miedo. Confieso que alguna vez nos llovió algún cubo de agua desde algún balcón para que bajáramos la voz y aunque estuviéramos empapados, nosotros seguíamos disfrutando con nuestras historias y nuestros juegos; era fantástico.

Por fin llegaba el momento en el que en el Telediario anunciaban cuál iba a ser el mejor día para contemplar nuestra ansiada lluvia de estrellas y nos poníamos en marcha. Buscábamos el mejor lugar para verlas, tenía que ser un sitio oscuro y siempre elegíamos uno de los miradores de la ciudad por su escasa iluminación ya que así tendríamos una vista del cielo perfecta.

Cada uno de nosotros se acomodaba donde mejor visión tenía y así, tumbados boca arriba sobre la piedra aún caliente que nos había dejado el sol del día, abríamos bien los ojos y surgía la magia. Todos en silencio esperando hasta que pasaba la primera; nos poníamos locos de contentos pidiendo un deseo cada vez que esas luces fugaces aparecían y desaparecían por encima de nuestras cabezas. 

Con los años, me he dado cuenta que ese manto de estrellas no existe sólo en el firmamento, pues yo estoy segura de que existe otro aquí, en la tierra que pisamos, y lo componen todas esas personas que nos dan luz cuando la nuestra deja de brillar, consiguiendo que nunca nos apaguemos del todo. ¡Va por todas ellas!