Diario de Burgos
Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


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02/08/2023

Todas y cada una de las declaraciones que realizan los portavoces de los dos grandes partidos, PSOE y PP, relacionadas con la búsqueda de una gobernabilidad estable pueden ser intercambiables, porque como representantes principales de los dos bloques que intentarán situar a sus candidatos en el palacio de La Moncloa utilizan argumentos similares sobre la calidad democrática de sus compañeros de viaje, las dificultades para mantener la estabilidad a lo largo de la legislatura, y la forma de llegar a convencer a los socios. 

Cuando desde Vox se desvela la reunión secreta que mantuvieron Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal pocos días después de que ambos partidos no alcanzaran ni juntos ni separados sus expectativas de lograr la mayoría absoluta, el PP alude a la necesidad de discreción en este tipo de encuentros. Además de dejar con las vergüenzas al aire a otros dirigentes que realizaban profesión de transparencia, el secretismo en este caso chocaba con la publicidad dada a otras entrevistas, léase el contacto telefónico con el presidente del PNV, que deshizo en el primer momento una de las tácticas del PP a pesar de que conocía la incompatibilidad entre los nacionalistas vascos y el partido de la ultraderecha que, no se olvide, es el socio necesario para que Feijóo alcance La Moncloa. Aquello que el PP considera discreción se convierte en secretismo si quien entabla conversaciones con quienes han de proveer la investidura de Pedro Sánchez, hasta el punto de que quien consideraba que "esto está sentenciado", afirma ahora que "todo está ya acordado" entre el PSOE y Junts, sin solución de continuidad: Isabel Díaz Ayuso. 

Otro tanto ocurre sobre la radicalidad de los socios que van a acompañar al PSOE o al PP si se alcanza algún pacto de legislatura. Sobre la extremosidad de los socios de Sánchez existen suficientes noticias a lo largo de la pasada legislatura, aderezada ahora con la mayor necesidad de los votos de los independentistas catalanes a pesar de su menor representación en términos absolutos y proporcionales. Pero de la ultraderecha de Vox huyen, o al menos se lo piensan UPN y Coalición Canaria que en este momento no garantizan su apoyo a Feijóo en la investidura como presidente del Gobierno. De la radicalidad de Vox caen con cuentagotas las decisiones en ayuntamientos y comunidades autónomas que revelan su cara y la connivencia de los populares. 

En fin, cuando Feijóo afirma que no aceptará que se pretenda convertir en minoría a la mitad de los españoles y que "marginar a millones de ciudadanos no es conformar mayorías, sino dividir el país", debe asumir que Pedro Sánchez podría realizar  la misma reflexión dada la decisión del electorado; que cuando se dice  que Sánchez no ha aceptado la victoria de Feijóo, se obvia que este tampoco ha metabolizado su derrota porque la victoria era gobernar y no puede hacerlo ni en coalición con Vox; y si se aventura que la legislatura será bronca si Sánchez conserva el poder a nadie tendría que sorprender que la coalición progresista respondiera de la misma manera. Y de crispación este país sabe bastante.