Diario de Burgos

Un futuro marcado por la amoralidad

Pilar Cernuda
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Pedro Sánchez y sus acólitos trabajan para armar un relato convincente que normalice la amnistía que exige Carles Puigdemont para investir como presidente al socialista y que parezca que esta entra en los márgenes de la Constitución

El líder del PSOE conocía el viaje de Yolanda Díaz a Bruselas para reunirse con el político independentista fugado y con el que se presume que ya hay un pacto cerrado. - Foto: E.P.

Los letrados de las Cortes, un cuerpo al que se accede por una difícil oposición, tendrían hoy en su mano la viabilidad del pacto alcanzado por el Gobierno con los independentistas. No va a ocurrir, porque el actual Gabinete sufre una carencia absoluta de moralidad y eso ha llevado al equipo de Pedro Sánchez, con él mismo a la cabeza, a rechazar cualquier obstáculo que se le ponga en el camino para mantenerse en la Moncloa. 

No solo toman sus decisiones sin tener en cuenta el texto constitucional o los códigos que marcan la actuación de jueces y fiscales, sino que tampoco tienen en consideración el trabajo de los letrados del Congreso para cumplir la exigencia de Carles Puigdemont. Hace meses, a petición de la presidenta Maritxell Batet, que quería ser rigurosa con la polémica sobre la amnistía, redactaron un informe en el que recogiendo todos los argumentos legales que concernían a ese delicado asunto, y concluyeron que una ley de amnistía sería inconstitucional. 

Así lo explicó Batet cuando se posicionó en contra de la norma que exigía el independentismo catalán y esa posición es muy probable que esté directamente relacionada con su última decisión de renunciar a su escaño y abandonar la política. Solo ella puede confirmarlo, pero se ha ido con elegancia y sin una palabra de crítica hacia el máximo dirigente de su partido. Su comunicado fue todo un ejemplo del lenguaje diplomático propio de la cortesía. Pero en el mundo político madrileño se da por sentado que la expresidenta del Congreso dejó la carrera por su decisión de mantener la coherencia. 

Batet, catalana y dirigente del PSC, se niega a dejar Cataluña en manos de los independentistas. Además, para mayor escarnio, Junts y ERC sufrieron una importante pérdida de votos en las elecciones, mientras que ha subido espectacularmente el PSC, con ella encabezando la lista de Barcelona al Congreso. Paradójicamente, si no fuera por la cantidad de escaños conseguidos en esta comunidad, hoy Pedro Sánchez no podría optar a continuar en la Moncloa. Pero, en vez de agradecer el servicio prestado por Maritxell Batet y el PSC, no dudó en promover como nueva presidenta del Congreso a Francina Armengol, cuando todo el socialismo daba ya por hecha su continuidad. 

Armengol no solo perdió el Gobierno balear en las elecciones de mayo sino que lleva sobre sus espaldas el bochorno de que bajo su mandato varias menores tuteladas en centros de acogida de su Ejecutivo cayeron en las drogas y la prostitución sin que las autoridades regionales tomaran medidas hasta que los medios de comunicación insistieron en publicar informaciones que causaron un auténtico escándalo. Armengol, que catalanizó Baleares -la principal razón de su fracaso electoral- es, sin embargo, muy bien vista por los independentistas.

Es ella, desde la Presidencia del Congreso -nunca Vox ha cometido un error de tan graves consecuencias al abstenerse de votar a la candidata del PP, Cuca Gamarra-, la que dirigirá la maniobra para que el madrileño pueda cumplir el compromiso al que ha llegado con Puigdemont. Porque ya no se negocia con el líder fugado, sino que hay personas cercanas al jefe del Ejecutivo -entre las que no se encuentra Yolanda Díaz- que han llegado a un acuerdo con el expresidente de la Generalitat. Ya cerrado cuando la presidenta de Sumar viajó a Bruselas. Viaje que conocía perfectamente Sánchez.

El pacto consiste en promover una proposición de ley de amnistía. Proposición porque es la fórmula para las leyes presentadas por los partidos, en este caso el PSOE y Sumar. El acuerdo con Puigdemont es que se anuncie antes de la investidura de Feijóo, que se da por hecho que no saldrá adelante e, inmediatamente después, antes de que se celebre la investidura de un Gobierno socialista, debe ser tramitada por el método de urgencia y previsiblemente aprobada antes. 

Rechazo rotundo

Aunque dura, la palabra amoralidad es la que mejor define la actitud del Gobierno actual. Más de la mitad de los ministros socialistas, con Sánchez a la cabeza, hicieron reiteradas declaraciones en los últimos meses en las que expresaron su rechazo rotundo a la amnistía que exigían los independentistas alegando que era inconstitucional, negando cualquier posibilidad de que pudieran asumir la condición que exigía Junts para apoyar al líder socialista. Esa negativa del sanchismo, se entiende ahora, estaba directamente relacionada con la convicción de que el PP iba a ganar sobradamente las elecciones, el PSOE perdería y le correspondería a Feijóo lidiar con Junts y ERC. 

Las decisiones del Tribunal Supremo, contrarias a la amnistía, se toman a título de inventario, al igual que ocurre con los informes y las declaraciones de los expertos. El Gobierno y el PSOE buscan a otros bien dispuestos a aceptar las indicaciones que reciban para constitucionalizar lo que magistrados, catedráticos y profesionales de prestigio consideran inconstitucional. 

El escepticismo sobre el papel que va a jugar el Tribunal Constitucional es absoluto. Su presidente Conde Pumpido cuenta con una trayectoria indiscutible desde el punto de vista profesional, pero su corazón socialista, más el hecho de que entre los nuevos miembros del TC se encuentre un exministro de Justicia de Sánchez, más una de sus principales colaboradores, han provocado una importante pérdida de credibilidad en esta institución.

Esta semana, Felipe González no calló y abiertamente marcó distancias con el partido que presidió, y también lo volvió a hacer Alfonso Guerra. ¿Reacción del sanchismo?  Se ha sabido que, en los últimos meses, socialistas que han formado parte del llamado felipismo -al ex presidente no le molesta que se hable de felipismo, mientras que Sánchez considera que sanchismo es una palabra despectiva- habían decidido callar ante decisiones de su presidente que les parecían inaceptables, pero que en cuanto dejara de estar al mando promoverían acciones para que el PSOE recuperara el sentido de Estado perdido. 

El día 20 Alfonso Guerra presentará en Madrid un libro de memorias ampliadas con puntos de vista sobre cuestiones sociales con la colaboración de González. En los últimos tiempos han coincidido en algún acto, pero sus relaciones personales no se habían recompuesto. El desastre al que está llevando Sánchez a España y al PSOE los ha acercado.