Diario de Burgos

La gran masacre del Arlanzón

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Hace cuarenta años que se produjo la mayor mortandad de peces en el tramo urbano del río. Fue considerada la «mayor catástrofe» de la historia al «extinguirse de manera absoluta la vida de toda especie»

Este joven fue de los primeros en dar la voz de alarma y recogió estos ejemplares muertos del lecho del río. - Foto: Fede

Ocupó la primera plana de este periódico, y corrieron ríos de tinta ese y los días posteriores. No era para menos. La conmoción en la capital fue mayúscula: «Todos sabemos que en épocas recientes se han producido vertidos ilegales y condenables, pero su estela de muerte fue sólo parcial y la población acuícola de nuestro río, aunque con bajas sensibles, pudo sobrevivir. Pero en esta ocasión la contaminación ha sido brutal y ha extinguido de manera absoluta la vida de toda especie viva en el Arlanzón, a su paso por nuestra ciudad, hasta ahora conocida». Esa fue el diagnóstico con el que amaneció la ciudad el 21 de julio de 1983, hace ahora 40 años. Aunque se abrió una investigación, y el asunto acabó en los tribunales, no logró saberse el origen del vertido -ni de la factoría de la que éste salió- pese a que todo parecía indicar que alguna de las industrias instaladas en la cabecera del tramo urbano había sido la culpable.

«El espectáculo que ofrecen las aguas es absolutamente dantesco. Miles y miles de peces, de las más diversas especies, flotando sobre las aguas o hundidos en el propio lecho. Todo signo de vida se ha extinguido y fueron también miles de burgaleses los que, presas de indignación, se acercaron a las márgenes del río, quedando estremecidos y anonadados por el espectáculo contemplado (...) Burgos ha sufrido un golpe, de naturaleza ecológica, difícilmente reparable o que, aun en el mejor de los casos, exigirá muchos años para recuperar la gran riqueza perdida», recogía este periódico, que aseguraba que desde Capiscol hasta el hoy desaparecido 'puente de los Ingleses' (hoy de Las Rebolledas), la masacre «ha sido la más grave de cuantas ha habido hasta ahora, pues el río ha quedado totalmente muerto. (...) No hay ninguna duda de que ha sido el daño mayor que se ha causado, con haber sido muchos y muy graves los que se han registrado en los últimos años».

Fue tan salvaje el atentado, que el Ayuntamiento de Burgos ordenó una investigación; y la Fiscalía remitió al al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 para que incoara las diligencias correspondientes «a fin de delimitar las responsabilidades a que hubiera lugar» al amparo de una nueva ley orgánica aprobada días antes en relación a contaminación de los ríos. José María Peña San Martín, alcalde de la ciudad, fue también tajante e hizo unas declaraciones que no dejaban lugar a la duda respecto a su indignación y su postura: «Soy partidario del proceso industrial y de desarrollo, pero si hay que cerrar alguna fábrica pienso que se debe hacer, no hay derecho lo que se ha hecho con el río», señaló el regidor.

Instantánea de la mortandad.Instantánea de la mortandad. - Foto: Fede

Todos los equipos de sanidad y de laboratorio municipales trabajaron sin desmayo en las horas siguientes para tratar de determinar las sustancias que habían provocado la mortandad en el río, si bien resultó imposible determinar las causas. Asimismo, se decidió prohibir el baño en el tramo urbano del Arlanzón antes el riesgo de que el vertido contaminante pudiera también afectar a las personas. Se instalaron carteles por muchas de las zonas de baño para alertar de este hecho.

Igualmente, se inspeccionaron con celo las factorías de curtidos de la zona de Capiscol, incluso con el registro de albaranes del material que se pudo utilizar durante aquellas negras horas. Aunque se dijo que el día de la gran masacre se había visto «una gran mancha verde», no pudo saberse con exactitud si este fue el agente que causó la fatal mortandad. Dos días más tarde, el Consistorio hizo públicos los resultados de los análisis de la primera muestra recogida por la Policía Municipal, en la que no se habían encontrado indicios de contaminantes industriales, por lo cual se procedió al examen de las vísceras de los animales muertos que se rescataron de las aguas del río. Así, se detectó la presencia de metales pesados «en algunos peces, sin poder confirmarse en otro buen número de ellos. Por lo tanto, no parece excesivamente riguroso extraer conclusiones en este sentido.Se han realizado diferentes tomas de agua del río Arlanzón, desde el colector de pluviales de Capiscol hasta el Puente de los Ingleses, sin obtener ningún resultado que pudiera esclarecer las causas de la mortandad. El agua no presenta indicios de contaminación de origen industrial en ninguna de las muestras. Paralelamente se han realizado ensayos en los fangos extraídos del cauce del río, sin obtener resultados satisfactorios. De todo lo anterior se puede concluir con certeza que el vertido ha sido de alta concentración, fugaz, y de considerable toxicidad», concluía el informe. 

El colector de fecales. Una de las inmediatas consecuencias que tuvo la mortandad de peces en el Arlanzón fue la obligación inmediata de que todas las industrias que vertían al colector de pluviales lo hicieran al de fecales para evitar cualquier riesgo. Hasta ese momento lo hacían aquellas empresas que disponían de estaciones depuradoras y que debían devolver agua limpia al río, «pero como siempre puede haber fallos mecánicos o humanos, se tratará de conseguir que los vertidos se hagan al de fecales cuanto antes». Por desgracia, meses más tarde, cuando ya se había recuperado el río, volvió a darse otro caso de mortandad, si bien no llegó a ser tan salvaje como la de aquel mes de julio de 1983.